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ABC MADRID 01-10-1924 página 7
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ABC MADRID 01-10-1924 página 7

  • EdiciónABC, MADRID
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A B C MIÉRCOLES i. DE OCTUBRE DE 1924. EDICIÓN DE LA MAÑANA) PAG. 7. bía movido desde que el mundo es mundo. ¡Y con tanto movimiento no supo con; servar el Trono! Luis XVIII tuvo acaso lá adivinación de que él, sin moverse ¿iba a ser ei último Rey de Francia, que morir, v R I O S ría. con la corona en la cabeza. ¿Na sería Los centenarios de las grandes figuras 1 a certeza de esta superioridad evidente, 1 teon un estímulo- para el cultivo de: lo: qjté nías que la temeridad que le atribuye Lei- -los franceses llaman- la petite hisioire. Én notre, la que dio al hermano de Luis XVI fuerza moral para sentarse tranquilamente, r este año de 1924, recientes- o- a la vista, p. ue L den anotarse: el centenario; -de; Luis- X. VIII, el; 14 de Mayo de i8 ¿4, en el mismo siinuerto en París el. 16 de Septiembre; el del llón del Emperador con el bastón entre las nacimiento de Fierre Rsséalrd, i padre de i la piernas? 1 í. lírica francesa, y, por último un i centesia- La verdadera explicación la hallaremos, río que no es de un hombre sino del rnás probablemente, en el conocimiento que el 1 portentoso milagro que registra en sus anad i e s la Iglesia católica: el de los gloriosos. Rey. tenía de los hombres. Sabía que los hombres y los pueblos experimentan tam. estigmas del pobrecito de Asís, el gran santo, el santo: por antonomasia, que me- bién empachos y hasta terribles indiges. reció, por su humildad, ostentar en su cuer- tiones de gloria. po lds clavos y las- llagas de Jesucristo cru- Tal. vez por ese convencimiento, BO le cificado. ¿Los clavos y las llagas, 0 sólo arredraron ni. la blanca capa de Marengo Jas llagas? -La cuestión no es. tan- báladí ni la casaca verde del Emperador. Se licomo a: primera vista parece. La polémica mitó a decorar su hábito civil (sin variarle en otra cosa) con dos magníficas charre, es dé siglos, y no- está cerrada todavía. teras y a ponerse tercio 0 Pero procedamos con un poco de orden, pelo, que eran másunas polainas devergonbien pantuflas y empecemos el entretenido juego de los zantes, pero muy aptas para sus pies, tor- centenarios -como; le llama un Cronista pes y gotosos. parisiense- -por Luis XVIIL La petite hisioire procede generalmejite -por monografías, y suele limitarse a escla Desde que Francia comienza a balburecer un. extremo determinado. Coincidien- cear, comienza a cantar ha dicho un f í 5 con el centenario- de, la muerte de poetá- ihistoriador de la poesía francesa. L u i s XVIII, un njeto del conde de Moníbel Ahora, con motivo del cuarto centenario 1 a c a b a de exhumar ciertos papeles de su del nacimiento de Ronsard, un crítico dice: abuelo, ultimo ministro de Hacienda de la Ronsard fue poeta lírico desde que supo ¡Restauración, que arrojan bastante luz scs- escribir, y hasta el postrer día de su vida Jíre los ppstreros momentos de Luis XVIII, fue un amoroso. Un Don Juan, hubiéra y destruyen la leyenda; parece que muy ex- mos dicho, nosotros hasta hace poco, pero -tendida, según la cual el anciano Monarca, ¡se le han encontrado en estos últimos en sti lecho de muerte, había- rehusado los años tantas interpretaciones al tipo! ClaV auxilios; espirituales. Délos testimonios, adu- sifiquémosle como un homme a femnies, lcidos se desprende que la actitud del Rey, ya que se trata de un francés. El mismo snás que a su supuesto filosofimo palabra nos confiesa que tenía más propicia la a la qué daban- los ultramontanos un sentido Musa cuando estaba enamorado. Sus Catíe irreligiosidad, obedeció, simplemente, a sandras, sus Juanas, como las Delias. y las Ja resistencia que de ordinario oponen los tuvieron en la. ¿viejos, coronados y sin coronar, a creer que N emesis de Tibulo, No le arredraban vida real nombres. se acerca su última hora. Sin embargo, años. otros una de sus odas aparece ¿los En en cuando Luis; XVIII despidió al. obispo de Hermó polis con un seco bonjour, monsieur cuántas formas y en cuántos idiomas se ha VaVbé, que no admitía réplica, él. Rey era brá repetido la misma metáfora? la ima. una momia dolorosa. Su cabeza se inclina- gen del fuego conservado entre la ceniza. fe de tal modo ¿que la barbilla se le cla- Tenía más de cincuenta y cuatro años y ha fraba en el pecho, -a punto de que sólo acos blaba alegremente de su otoño. (Mon Sep Jtado; y; con gran- esfuerzo, era posible aíi- tembre est plus chaud que mon Jtdn. Y. cuando cree llegado el invierno, todavía ex mentarle. clama: Hagamos de un invierno que tiem Como o es esta la ocasión- -ni mi pro- bla de frío- -mientras podamos- tina sua pósito- -de seguir paso a paso a la petite ve primavera. huí oiré en sus anécdotas y descubrimientos, -anotaré sólo algún punto concreto de las En realidad, hay en el desenfado con páginas escritas con motivo de esitos cente- que desafía al tiempo algo de baladronarios, y que el azar de las lecturas ha. nada. A poco que se le lea, se observa que puesto ante mi vista, experimenta la obsesión de la juventud per G. Lénotre, en Le Temps, que a su vez dida- y el miedo a la muerte, ese miedo in. espiga en los Souvenirs de Saint- Chamans telectual que. suele atormentar precisamen y en las Memorias del conde de Mole, nos te a los tíqmbres destinados a la inmortasorprende con una afirmación inesperada. lidad. Siente hondamente la belleza fugi- Luis XVIII- -escribe- -i ué, seguramen- tiva de las cosas. El símbolo de lo efíme te, el Monarca más intrépido (léase teme- ro- -las rosas- que años después hacía rario) de. cuantos príncipes han reinado en la gloria de Malherbe, es en su lira un nuestro país. acorde constante. Fue clásico, como todos Nuestra sorpresa decae un poco, con el los; poetas de la Pléyade, y hasta se lé desencanto del que tropieza con un lugar acusa de haber desdeñado demasiado la común, al leer la línea subsiguiente: Tuvo lengua nacional. Todavía no hace muchos la audacia increíble de suceder a Napoleón. años se ha dicho de él que poeta lírico, Pero el cronista es demasiado espiritual pindarizaba; amoroso, petrarquizaba; bupara insistir en la vulgaridad de la com- cólico era un Títiro y un Melibeo de un paración. Luis XVIII, que sólo contaba a bosque francés Perp en los últimos años su fayor (y no era poco) con el peso. de la de su vida fue nacionalista intransigente tradición y la leyenda de la realeza, no en su vocabulario. Ronsard (como siglos guiará- nunca, sin dar en lo absurdo, al después Verlain, en la época de sus letalado de Bonaparte, en unas vidas paralelas. nías a la Virgen) juró un día romper, para La audacia, la intrepidez, la temeridad, siempre, su lira pagana. Arrancó, en efeci. las ve el cronista en el aplomo burlón con to, magníficos acordes al arpa salomónica, que Luis XVIII, gotoso, obeso, incapaz de haciendo resonaran ella las verdades amarabandonar su butaca sin la ayuda, de: tres- gas del Eclesiastés. Pero sus. últimos alien 1 p? rsonasi ocupó el -lugar de su turibulen- -tos líricos, su cantor de cisne, fueron para Ja predecesor, el Jtórob re que más- se ha- ensalzar, en sonetos a Helena, -j 4 EL EN- TRETENl. DO JUE- GO DE: I; QS. G. EKTEN. A 4 El epitafio que se grabó sobre la tumba de Ronsard es pomposo, pero algo insubstancial. Leyendo sus odas he pensado muchas veces qujeel mejor epitafio hubiera sido la estroía cuarta de su oda dialogaba, Ronsard y las Musas. Vous am- e. z en- vjivant une fámeuse gloire, Puis ciuand yous iserez mort, vostre nom fleu rii- a: E age de siecle en siecle aura de vous mewoire, corps au tombeau poliiTira. Seulement vostre Pero, ¿quién. se atreve a ponerle este epi, fafio después de leer la estrofa quintaren que el propio Ronsard, en un francés arcaicoj que da a su réplica un insuperable acento de socarronería, declara: Ó- Ié gentil loyér! que sert au viell Hornera Ores qu il. n est plus rien sous la tonibe la bas, Et qu il n a plus ny clicf, ny bras, ny jamba entiere, SI son renom flenrist ou s il ne ñeurist. pas? El entretenidcj- juego- de los centenarios tiene que acabas aquí. Ni aun como juego periodístico hajJ. manera dé encerrar en una crónica, a un. Rey, a. un posta y a un santo. Diré, p uejs, solamente que con mo. tivo de la próxima conmemoración de los estigmas del- pa brecito de. Asís, el viejo tronco de la literatura franciscana esta, dando nuevos bjrotes. La piedad toma la forma de crítica histórica. La nueva ié. visión comprendb, desde los testimonios de los primeros, compañeros del santo y da Tomás de Celano, hasta los recientes trabajos del Rev: P. Bihl. A los que. no somos eruditos nos bastará seguir aspirando el perfume de las fíoretti. En ellas perdurará el espíritu del santo que amó a Dios en todos los seres, en todas las. cosas yjhasta en las alimañas dañinas... hermani agua, hermano; lobo, hermana víbora... Luis LÓPEZ BALLESTEROS. LA AÍON 1 A VÍENEC 1 A DE No es la primera vez que sé oye un gri- to de angustia ante el posible fin de la ciudad mágica. Ya Maurice Barres, hace, años, cantó la muerte de Venecia en uno de sus más sugestivos, libros, en los que vertió su espíritu inquieto de pensador- artista. Hoy vuelve la amenaza a entenebre- cer- nos como una sombra. Algunos periódicos afirman que los señores ediles del Ayuntamiento dé Venecia han marcado un plazo para la supresión de las legendarias góndolas. Estas j serán substituidas, según dicen, por gasolineras, pues Venecia siente por lo. visto vivos anhelos de modernidad que la harán perder su fisonomía propia. Aún nos resistimos a creerlo, pero nos asalta el amargo recuerdo de cuanto ha derribado en Rcjma la profanadora piqueta municipal, abriendo barrios nuevos y calles sin ambiente de belleza, de las cuales apenas nos. consuela la amplia Via Nazionale. Ya era 1 bastante, en verdad, que los váporcitos ómnibus, con sus silbidos estridentes, turbajran la poética quietud del Gran Canal. Ya era más que suficieníe el convertir el liido, a las puertas de Venecia sobre el A driá- tico azul, en una playa archielegahte, imitación de Ostende, de Dinard jj- de Biarrítz. Ahora vari suprimir las góndolas, lo más característico de Venecia, y acaso en un próxi- mo porvenir ciertos ediles, inspirándose eni el futurista ivíarinettí, voten por la supresión de los canales y la liquidación de lostesoros que encierran, sus templos y palacios. El. espíritu renovador debiera detenerse ante ciertas ciudades sagradas, como el creyente ante una reliquia. Pero es incaV culable el númejjpi de herejías que come

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