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ABC MADRID 30-05-1923 página 1
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  • EdiciónABC, MADRID
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V- -r -W W m MADR 1 DDIA 30 DE M A Y O D E 1 923 NUMERO SUELTO 10 CENTS. DIARIO 1 LUSTRADO. AÑO DECIMONOVENO. N. 6.365 10 CENTS. B) e F U N D A D O E N E L A Ñ O 1905 P O R D T O R C U A T O L U C A D E T E N A MADRID. EN LA PLAZA DE ARMAS DE PALACIO LOS REGULARES EN LA PARADA, AL SALIR DE LA GUARDIA AYER MAÑANA. (FOTO DUQUE) lujosas torres de encajería, se sostienen firmes en Flandes las Conporaciones de beguinas. Ni el vapor ni la electricidad han podido extirparlas. Escogen para aposenTeda Bélgica, pareciéndose en esto al tarse las ciudades más reacias al cambio Korte de Francia, está calada de encaje- moderno. Y en cada ciudad prefieren los rla. Es la Patria de las puntillas prodi- sitios apartados, olvidados, silenciosos. En Brujas, por ejemplo, el beguinaje está insgiosas. Pero más notable es aún, y mucho más rico, el constante apuntillado de sus talado en un rincón solitario, hacia las afueras, junto a un obscuro y m. uerto catorres; más sorprendente y encantadora la fiesta de encajes con que las Catedrales nal, en cuyas aguas quiel as, profundas, se reflejan unas casas de viejo estilo y la maflamencas se visten en ese cielo gris, monótono y propiamente religioso, tan ade- leza descuidada de algunos pequeños jarcuado para el divino y suave concierto de dines familiares. las campanas. La huida del ruido y de la aglomeración es un acto que con frecuencia cumple el Sobre la llanura verde, las torres góticas del país flamenco componen la más viajero cuyos nervios sean algo arbitrasublime teoría mística que es posible ima- rios por exceso de sensibilidad. Buscamos Gon afán las conmovidas y letemb. antes ginar. Ahora mismo, entregado el país a metrópolis; vamos con avidez hacia los las voracidades de la industria y removicentros populosos, donde la civilización áo por el infatigable progreso, las góticas ejercita con más valentía sus funciones; piedras caladas afirman ei el aire su sigpero de pronto nos sentimos cansados, hasno religioso, su ademán idealista, su gesto de fuga hacia el innnito. Por todas tiados y un poco amedrentados. Entonces partes estiran sus agujas o sus copetes las. que remos poner entre nosotros y 1. a civilización un margen, una especie de marntorres antiguas, en competencia con las lisas chimeneas de las fábricas. ¡Qué es- para aisladora. Entonces buscamos los sijpecie de cosa admirable sería ese país allá tios más desviados. Y la ciudad de Brujas es eso: un lugar de aislamiento en la gran en los tiempos de la Edad Media, cuando furia dinámica de Europa. Pero en la misno existían ni el vapor ni la electricidad; ma Brujas, el beguinaje es un oa sis de cuando, apretándose dentro de los muros, inefable e infinita paz. las ciudades parecerían joyas de piedra, todas ellas preocupadas por una noble inJunto al puente de sobre el canal, una tención de lujo ornamental! puerta ancha y baja da acceso a una especie de plaza incorrecta, irregular. Allí La influencia de tanto tesoro de arte no hay nada de extraordinario después de c- ódco tiene forzosamente que obrar con todo. Sin embargo, aquello tiene un intefuerza sobre el espíritu de un país. Y Bélrés verdaderamente profundo. Es profungica, en efecto, está como saturada de resda la expresión de todo el sitio; profunda tr s ideales del pasado que resisten con b ío a las soHci aciones materiales de las la majestad con que unos cuantos grandes Empresas modernas. Paralelamente a las árboles vierten su sombra sobre la hierba, EN EL B E G U l N A J E DE BRUJAS y profunda también la humanidad religiosa, franciscana, de esa misma hierba que se ofrece como lecho al paseante. Las casas, entre tanto, muestran sus fachadas en toda la extensión de la plaza; son fachadas construidas en ese estilo civil peculiar al centro y Norte de Europa, tan elegante en su sencillez, por cuanto reproducen la arquitectura de los antiguos palacios señoría- les. Todas las fachadas tienen las ventanas cerradas; no se ve ni se siente el menor rastro de persona; no obstante, hay allí una rara y vaga intimidad, como si el sitio estuviese comunicándose, hablando. Mejor dicho, orando. En la iglesia que está en un costado de la plaza se ha oído un claro campaneo. Me he apresurado a e ntrar en la iglesia, donde unas cuantas beguinas estaban ya practicando los oficios de la tardi Qué había en el templo de excepcional? No sé; acaso nada. Tal vez era un templo modesto que ape nas había conservado algunos retablos barrocos, vulgares, en unas paredes li: -as retocadas con cal. Tampoco las beguinas hacían algo que fuese inaudito. Rezaban con voz monótona, guiándose por una de ellas, que en mitad del coro pronunciaba el motivo inicial del rezo. Un traje negro, un manto de grandes pliegues, una toca blanca en la cabeza, y nada más. Pero sin duda había algo más. Y ese algo de más era precisamente lo que no tiene forma y es, por tanto, imposible de describir. Era el sitio, la hora, la primavera; era la inefable emoción del descanso sobre la hierba en la profunda plaza; era la paz conventual y monjil de aquel templo, todo saturado de feminidad orante; era la idea de aquella corporación de beguinas, de aque-

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