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13/01/1921
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Periódico ABC MADRID 13-01-1921, portada

  • EdiciónABC, MADRID
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1 AI 3 DE ENERO DE 1921 NUMERO SUELTO 10 CENTS. íS tf DIARIO ILUSTRADO. AÑODECIMOSÉPTIMO. N 5 6 2 2 10 CENTS. 3 F U N D A D O E N E L A Ñ O 1905 P O R D T O R C U A T O L U C A D E T E N A MELILLA. EN EL P U E R T O EMBARQUE DE SOLDADOS LICENCIADOS PARA SU REGRESO A LA P E N Í N S U L A (F O T O LAZARO) EL VIA 1 E DE LA MISIÓN ESPAÑOLA Llegamos, por fin, a territorios de Chile, y lo hicimos con felicidad, salvo el doloroso accidente ocurrido a nuestro ilustre compañero D. Dominp- o Arráiz, suceso que nos impresionó profundamente y del cual nada quíse decir hasta que la familia del distinguido general estuviese convenientemente advertida. El 27 de Octubre, a las doce de la mañana, yendo desde el camarote que ocupaba al comedor donde en aquel instante nos reuníamos los emisarios para Chile, q yá al suelo el señor Arráiz, dando muestras, desde los primeros instantes, de haberse producido grave daño. Los dos médicos de a bordo practicaron la cura, instalando al paciente del mejor modo posible, dadas las condiciones del barco. Se trataba, según dictamen facultativo, de una dislocación del fémur y fractura probable del cuello del mismo hueso. En Puerto Rico se quiso instalar al general en un sanatorio- -el español es magnifico- pero el enfermo se negó rotundamente. Continuamos el viaje, v al arribar a Panamá se advirtieron en el lesionado síntomas de la neumonía hipostática, huba consulta, y pon mandato imperativo de los doctores, se desembarcó al general, instalándole en un departamento particular del hospital Ancón, donde ha mejorando mucho, según rezan las últimas noticias que nos enviaron por la Radio. Hasta el instante de divisar las costas chilenas, después de abandonadas las de Panamá, los días transcurrieron monótonos, agobiadores; sobré todo, para quienes, sin el menor hábito marinero, soportamos desde hace un mes el acompasado bamboleo del buque en marcha. Al pasar de un hemisferio a otro, al hallarnos en pleno Ecuador, supusimos que aumentarían los calores, de suyo excesivos durante el trayecto de Canarias hasta Colón. Al revés; desde que cruzamos la línea ecuatorial, la brisa fresca templa el rigor de la temperatura, y casi sentimos frío en estas no- ches límpidas y luminosas, en las cuales lucen las estrellas con fulgor que deslumhra. La contemplación de las olas durante el día no alivia, sino que aumenta, el tedio que producen los viajes largos. El Pacífico, mientras le surcamos, tiene bien merecido el nombre que le pusieron; apenas se riza su superficie, tan verbosa en estos si tios como azul en los que antes cruzamos. Bandadas de alcatraces, de patos silvestres o de gaviotas, que surcan el espacio en correctas formaciones, nos anuncian la proximidad de la costa; entre brumas, vemos el faro del Callao; al lado opuesto advertimos primero los islotes donde se actimuki el guano fertilizante que depositan las aves perturbadoras 4 las soledades del mar, y sobre las ondas surgen de tiempo en tiempo repios surtidores que indican la presencia de ballenatos, apenas delatados por los remolinos que al hendirlas produ cen en las aguas espumosas. Antes de romper el día, en el 18 de Noviembre, percibimos cerca del España otro buque de guerra. Era el Chacabuco, baTco chileno encargado de salir a nuestro encuentro y escoltarnos después. AI despun tar la aurora, abandonamos las aguas jurisdiccionales del Perú, y entonces fué cuando se nos aproximó el Chacabuco. Fué un momento interesante el én que se cruzaron los dos navios al son de los himnos nacionales y entre el estruendo de los cañonazos. Desde aquel instante juntos navegaron a lo largo de las costas de Chile, y juntos estuvieron en los distintos puertos que visitó la Misión, como prólogo a su entrada en la capital de la República. Nuestra estancia en la región minera de Chile no ha podido r ni más feliz ni más instructiva. Dejando a una parte agasajos y clamores del entusiasmo, cada vez más expresivos, la noble nación de America quiso presentarnos elementos valiosos de su vida y de su suelo, espléndida demostración de lo que representa el pueblo joven que visitamos. Cuando por vez primera se contemplan sus costas, la sensación es un poco triste; no se interrumpen las moles grises, sin un árbol que dé señales de prosperidad, sin una habitación que delate vida, sin que

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