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ABC MADRID 21-02-1917 página 7
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ABC MADRID 21-02-1917 página 7

  • EdiciónABC, MADRID
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MIÉRCOLES 21 DÉ FEBRERO DE 19 T 7. EDICIÓN i. PAG. 7. miga... AÍ desafío formidable de ua bando rasptaden estridentemente en el otro, y el tparvw de lo porvenir agita las entrañas de la tierna. Los horrores de dos. años y imodSo de furia van á, ser borrados por los horirores venideros; en Jos espacios se ac ¿anttlan ignotos 1, fororcdables elementos des- irueíores; bajo los Océanos embóscanse y se raidltiplican los monstruos de la mecánica, los monstruos don cuerpo de hierro y humana cabeza, que, sojuzgando las leyes ide la Naturaleza, s om cual ella, una y multiforme, vida y muerte cual ella, y otras fallangea de hombres caducos y de imberbes niozos apréatanse á ser el oscilante muro opuesto á, los obuiaes, á los colosales projsoctrleis que hairán brecfcas en él; brechas cali fuego, sangre y corazones, que otros corazones taparan y otros cuerpos. Se desbordarán los ríos henchidos de cadáveres; se secarán las fuentes, y no se cogerán en e 3 recóndito tumulto de los mares, perlas albas, sin bermejas, deformes concreciones, parque la. cancha madre bebió sangre. La sed aniquilará unas naciones y la peste se cernirá sobre otras inexorablemente; morirán los niños, culpando á sus padres; las mujeres, aborreciendo á los hombres, y en el infierno de las batallas no se percibirá el frecuente disparo del suicida, ni en las ciudades exhaustas acallarán los rezos las carcajadas punzantes de los locos. ¡UN ANO MAS! Termina el año peor que empezó, pues á los males que persisten coartando la circulación de la existencia del universo, avecínanse otros máximos, si los hombres, en un divino momento de inspiración, de humanidad salvadora, no hincan en tierra las rodillas, confiando á Dios- -más que á sus gases mortíferos, sus chorros de llamas y sus blindadas fortalezas ambulantes- -la de Tensa de sus derechos, el bien de sus pueblos y de sus almas. Contra mi propósito, me ha puesto lírica esta hora fugaz de la blanca noche, última del año, y debería, poniéndome á tono con los varones aguerridos y las pobres mujeres, fuertes, pensar en las ventajas de la guerra, en su hermosura de catástrofe, en que es indispensable y útil y hasta santa... ¿Po? qué no? Una paradoja belicosa monta tanto como una paradoja pacífica, sólo que ésta no vale la pena que salga de nuestros labios... Le apedrearían en el aire. GREGORIO RASPUTIN Cierta noticia conturbadora, trágica, se confirtiia hoy. Anoche la oí, y la leí en un periódico; p ro como aquilato cuanto escribo pof imposiciones de conciencia, y para la posible comprobación de los hechos que narro, he aquí esa noticia seca, misteriosa, f olletiaesca: Muerte de Gregorio Rasputin. Ayer, á las seis de la mañana, en una aristocrática mansión del centro de la capital, y después, de ana fiesta, de repente, perdió la vida Gregorio Rasputin Nowich. ¿Quién era este hombre? preguntará el lector, felizmente ignorante de las novelas de San Petersburgo. Una especie de duende negro de la Corte, y, en suma, un místico ó un alucinado: acaso un hombre insignificante, al que se le atribuye poder milagroso, influencia entre determinados personajes, y á quien una leyenda insondable ha hecho odioiso, amado, diabólico y céíebre... Dos tiros lo remataron aseguran unos. Fue un estiletazo contradicen otros. El matador es... príncipe. No, general. Tampoco ve ponen de acuerdo los oten informados, y puede que hasta resulte falso gg dramático, fia ¿el ffiwiífe famoso, gl Q al podría servir de héroe á uno de los novelones por entregas, aquellos de luchas, encuentros, fantasmas, cuchilladas y equivocaciones. Vivo ó muerto Rasputiíi, no vendrá mal á su a ma un rezo. SOFÍA CASANOVA. San Peíersburgo 31 Diciembre 1916. DL ACTUALIDAD A E C EN BARCELONA HABLA PRAT DE LA RIBA ¿Cómo se ha recibido en Cataluña el anuncio del bloqueo de los Imperios centrales á Inglaterra? ¿Cómo la posible intervención délos Estados Unidos? ¿Cómo la última nota de nuestro Gobierno? Para satisfacer esta curiosidad, ante el absurdo de recurrir á juicios salvajemente individuales, sin eficacia ninguna, en la masa del público, hemos pensado en interrogar á los verdaderos encauzadores, á los hombres culminantes, á los únicos guías de la opinión; á esos grandes silenciosos que hablan quedito desde sus despachos, y que mueven é inspiran las corrientes vitales de la política, apuntando con suavidad en los oídos de los parlamentarios, de los directores de la Prensa y de los jefes de los más poderosos centros mercantiles una exclamación de protesta y de conformidad, ó una habilísima actitud de interesada reserva. He aquí por qué comenzamos con el maestro, con el tipp de todos ellos: D. Enrique Prat de la Riba. Le hemos visto en la Diputación, en su despacho de la Mancomunidad No ha podido recibirnos al momento, de prisa, como es su costumbre. La proximidad de las elecciones provinciales le tenía entretenido, y seguramente mientras hacíamos antesala, él y sus consejeros- -Abadal el melancólico entre otros- -preparaban un plan de defensa y de ataque matemático, infalible. Prat de la Riba conoce de sobra los manejos de sus enemigos par despojarle de la presidencia de la Mancomunidad, y bondadosamente procura que no le sorprendan desapercibido. Nosotros, en ese rato, hemos paseado contemnlando en los retratos de las paredes las fantásticas representaciones de una E páña, de una Barcelona que faé. Cuadros de Simonet, (ie Cusachs, de Baixeras, de Marqués. Abrigas de pieles, pecheras blancas de frac, bandas de Isabel la Católica y las figuras de Planas y Casáis, con su congestionada cabeza; de Víctor Balaguer, uniformado de ministro, con una mano sobre el puño del espadín; de Anselmo Clavé, con sus bigotes á lo Briand, y sus gafas, y su enorme corbata negra... ¡Toda una época de Juegos florales, y de literatura política! De pronto se ha abierto una mampara, y la voz fina, insinuante, de Prat de la Riba nos ha distraído del sueño. Amablemente nos ha colocado en un sillón, cerca de una estufa, y con toda claridad le hemos expuesto el objeto de nuestra visita. Le ha extrañado quizá un poquitín que nosotros, conocedores de su mutismo, de su reserva impenetrable -como se dice- intentáramos romperla con indiscretas preguntas; pero ni ha protestado casi, más que con la mirada, clavándonos sus ojos claros é inquietos. Después, en catalán, ha dicho: Eso á que usted se refiere, no es propiamente de mi competencia, no cae dentro del área de mis estudios. Claro es que á todos nos toca por igual y que de ello nos preocupamos todos. Mas yo me he detenido en otras especialidades, y ni poseo los secretos, que digamos, ni las interioridades que saben los demás para juzgar de elxt ron conocimiento perfecto de causa. Únicamente afecta la resolución de estas cuestiones á los Gobiernos, y ellos deben, pues, decidir. Nosotros, no. ¿Qué sabemos nosotros? En lg que se refiere á nuestra nota ds contestación á los Imperios centrales, he de hacer una salvedad Me interesé mucho por conocer ia actitud del Gobierno ante la amenaza del bloqueo, y motivó ese interés- -claro está- -el temor de que la neutralidad pudiera romperse; pero de que conocí el espíritu de la nota, la intención del Gobierno de asegurarla, ni la misma nota me intereso ya, ni nada de ella. Lo principal, lo importante, era mantener nuestra neutralidad toda costa, y esto ya estaba conseguido. Luego sólo queda obtener una indemnización de perjuicios por los daños que Alemania nos haya podido causar en beneficio suyo. Al acabar estas palabras se detuvo Prat de la Riba, ¿enriendo. Nosotios no cesábamos de mirar una cuartilla con membrete de la Diputación, escrita toda ella, que el autor de la Nacionalidad Catalana iba doblando cuidadosamente entre sus dedos. Aquella hojita, quizá, contenía algo de sus opiniones. Si no ¿para qué la había escogido cuando se preparó á conversar con nosotros? Adivinó nuestro propósito, y arreglándose Jos lentes como dispuesto á leer, dijo: Precisamente aquí tengo uno apantes que dicté á mi secretario. Pensé que pudieran servir- -usted ya conoce bien nuestras cosas- para ha Veu de Catalunya. No sé si le interesarán... Son cuatro puntos de vista, cuatro orientaciones, á propósito de ia pos ble intervención de los Estados Unidos en la guerra: Lo primeio es que España deba conservar, mantener fiimemente su neutralidad. España es y no debe dejar de ser neutral; no está preparada tampoco para otra cosa. Lo segundo, que la actitud, de Alemania para con Inglaterra es, en cuanto á los resultados únicamente y sin entiar- para nada en matena jurídica, igual á las prohibiciones de Inglaterra para con nosotros. Lo tercero, que está plenamente justificada la actitud de los Estados Unidos. Los Estados Unidos forman parte de la unidad cultural inglesa. Por tradición, par espíritu de raza, por U lengua, es natural que se decidan i ayudar á Inglaterra en estos momentos decisivos en que ail fin y al cabo se discute la supremacía inglesa en el mando. Si yo fuera inglés, ó me sintiese dentro de esa unidad cultural, haría lo mismo que ellos. Lo extraño, lo incomprensible eg que hayain podido contenerse tanto los americanos. Lo último, en fin, es que nosotros; siendo neutrales, hemos de buscar soluciones satisfactorias á nue trog problemas. Y si no podemos hallarlas, hemos 1 de procurar obtener compensaciones para nuestros intereses legitimes eme íesulteii lesionados. Volvió á arreglarse los lentes nuestro interlocutor, y dijo con mucha sencillez: Estas son las notas... Y al despedirnos de él, 3 e pie ya y casi á la puerta, añadió: La contestación del Gobierno me pareca miuy bien, aunque no tengo bastantes elementos de juicio Cfamo comprenderán, los lectores, esto no era más que un rasgo de excesiva modestia del presidente de la Mancomunidad, del inspirador de Cambó; de ese patriarca á quien los artistas catalanes llaman el Medici de Cataluña. JOAQUÍN MONTANER. Barcelon Febrero de 1917. INTERESA A los señores fotógrafos fie profesión y los aficionados qtie envíen ü a Redacción de A B O fotografías sobre aSatñn asrnto de ln teres y tle palpitante aetnalMaa, ee les abo aará CINCG PESETAS wor ca 3 a prtxeba, que publiquemos. Al pie de cada fotografía se pondrá el nombre ele sn autor. j

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