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ABC MADRID 24-06-1915 página 7
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ABC MADRID 24-06-1915 página 7

  • EdiciónABC, MADRID
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i- PAG, l i A S T A K D E S J M E I Í E R I K O 3 T -I Sobre la ciudad cuadrilátera, geométrica, de Versallés, el ardiente sol de este hermoso principio de verano deja caer sus rayos un poco excesivos y, sin duda, nada correctos. Es un sol apasionado, frondoso, La fachada inmensa y noble del Palacio- sin medida; un sol adepto del romanticisuna cintura de árboles correctos pone el mo, que irritaría á los clásicos fundadores espeso verdor de su fronda á manera de- de este académico sitio real. En las anchas y desiertas avenidas que marco irreprochable, una balaustrada; la conducen al Palacio hay una. infinidad de ancha escalera triunfal que desciende á los jardines; parterres simétricos, con varas automóviles: nunca vi tantos reunidos. Los de rosal; las fuentes, los juegos de agua, automóviles están alineados, quietos, vacíos. No se ve á nadie en esta hora de sol. Pa- los delfines y neptunos que se bañan en los estanques; estatuas en fila á la sombra de rece que acaba de llegar un ejército; ó los grandes árboles peinados, recortados; parece que un ejército está preparándojarrones enormes- que son cada uno de se para ocupar los ágiles vehículos y diriellos una- filigrana de esculturas, relieves girse lejos, á desconocidos campos de bay, frisos trabajados. Unr silenció... El aire talla. Cien, quinientos, mil... Líos automóviles aguardan, todos alineados en las de- murmura (blando, insinuante: -parece venir de lejos y de otra época. Es algo como- sierta. s. avenidas. un ecotquV ha quedado, mientras la cosa Pasan algunos soldados ingleses. Un co, -ó el sujeto se ha ido. Por aquí cruzaba ronel británico, dentro de un automóvil, Luis XIV. Una nube de seda, de pelucas muestra, su ro strol- rosa, su bigote espeso perfumadas, de genuflexiones señoriales... JOSÉ M. SALAVJEREM 1 y lacio, sus quevedos montados en oro. Sólo queda el eco imaginado en el aire Unos heridos cojeando; Servidoras de las que murmura blando, tenue. París, Junio 1915. ambulancias sanitarias que transitan con A un lado está el Trianón. La ampulosa sus faldas blancas, su manto obscuro, su avenida que sigo, en medio del bosque, tiecofia severa de estilo inglés. -1 ne- ese 1 tono vagamente descuidado, negli- -EN- OEIENTE Cuañd, desemboco- en la- extensa plaza gente, de, todas las- cosas de Francia. (De la del Palacio, una vez más me siento poseíFrancia actual. El piso con baches, las cuMal harán los franceses en desfallece? do por una polémica... Esa íntima y nun- netas borrosas, las zarzas creciendo libre- al ver que sus amigos y aliados los rusos ca terminada polémica que llevamos en mente. van cediendo constantemente terreno. LaJ nuestro interior, y que en este caso, frenVed, pues, el Trianón, el Trianón Gran- retirada efectuada porjlos moscovitas, es te á la maravilla de lujo y de elegancia de. Una mujer, á- un. lado. de la: rotonda, ha un movimiento estratégico, que no prejuz que es Versallesj se concentra así: ¡Es jus- abierto, su tenderete: botellas, gaseosas, ga- nada la victoria final. Lo dijo; L íó sacrificar á todo un pueblo para poder agua fresca, pasteles y bombones. Nadie Temps, punto redondo. Creíamos que. esto; llegar á la: coronación de una obra magviene. No llega nadie; en esta hora de furia de meterse en- camisa. de once vacas: y ac- ateca y- definitiva? Si. esta obra- prodigio- ¡guerrera. La mujer, resignada, lee su pe- -tuár: de: dójnmés en cuestiones gue se de. s- ¿a, cuyo único objeto es, el placer, y el 1 lu- riódico. conocen era defecto genumamente s p a 1 jo, debía realizarse, ¿hubiera, podido; ha- En el silencio, veri lá soledad, eñ el olvidoiceiíse. por. el esfuerzo de lar democracia... y en el. abandono, el palacete del Trianón Puede ¡a- democracia crear una. cesa fúofrece sus mármoles fosa á la caricia del ti! innecesaria, y, por consiguiente, adver- sol meridiano. La: columnata se regocija en saal sentido- democrático? ese baño de intensa. -luminosi. dad. Piríase un Traspaso la- puerta de servició, al- marsueño de Grecia traspasado á la tierra ver- gen de la capilla y mis pasos me; corídu- de y profunda de Francia. Si la luz, fuese cen- por la magistral explanada, que es, menos fuerte, si el día tuviera ese aire: ve acaso; única n el mundo. La. persona sett- lado, brumoso, de los inviernos centro- eu- í sibde que atraviese esta explanada; si pre- ropeos, ¡armonizaría. tan. divinamente este viamente ha sá- bido. aliviar, su ánimo- de gracioso palacio blanco y rosa, que sólo tiene un piso y que traza- -una obstinada línea toda intransigencia partidista, ha de sen: tir una impresión inolvidable de lo síibli- de columnas: iguales; sobre, el. fondo denso del parque? me- majestúoso. Es aquí donde se comprende la. majestád. La. idea monárquica alean- A veces pienso que Ha- sido una temeri: za en esta. explanada del; Palacio de Ver- dad el traer lás: formas heléñic as a los paí salles un sentido exacto, rotundo, cierto, -ses densamente verdes del centro y Norte insuperable. Y si es cierto que existe una de Europa. Quedarán siempre ahí esas foremoción de la realeza, aquí; es donde más mas trasplantadas, como sujetos, artificiales fuertemente se percibe. y pegadizos. Y á veces pienso también que Hay una emoción popular que rezuima el Renacimiento interrumpió y malogró la en el mercado central de París ó en la eflorescencia propia, substancial, que el cenvasta plaza de la República; hay una emotro europeo había ido. cultivando en la Edad ción mística qué nos aprisiona, en ciertos Media. Una catedral gótica parece surgir momentos de la tarde, dentro de la catede la tierra, en el centro europeo, con la es- dral de. Toledo; hay una emoción comer- póntáneidad de un. árbol. -Las formas helécial y navegante en las negras calles de. la. nicas, al- revéSj dan aquí la sensación dé. la; City, de- Londres, hacia los Docks, mái cosa adosada. T: allá, del puente de. la. Torre; hay. una etno- Pero un poco más afiajó, -er TríañSri Pe a ción emigrante é intercontinental en la queño, verdadera mansión diminuta, brin dársena de Buenos Aires, bajó los porches da al paseante yo no. sé qué acogida cordial. del paseo de Jüiio; hay; una emoción estéLo cierto es que se Ven llegar, tino á untf, ñoj, y vemos que en todas partes cueceii tica y extrañamente anacrónica en la plapacíficos visitantes. El Trianón Grande es- haibás y zarandean á, la pobre estrategia za de San Marcos, de Venecia, all dónde taba desierto; ¡tári- feoíi da- es allí todavía la Larra, el inmortal Fígaro, tenía razón- el bizantino, el gótico y- el renacimiento se emoción de la. majestád! Aquí, no. En el ¿Estás ayuno de historia, de literatura y áé unen, se acoplan y pretenden como justifi- Trianón Pequeño vaga. a. lgo. iiumano, acce- gramática... Pues n da, hijo, métete á! carse en una sinfonía de gracia y de co- sible, cordial. -Es porque influyen las per- cómico... ¿No; has saludado un libro uei Ior. Así también: en la explanada del Pasonas eii los edificios? María Antonieta hi- con arte militar, se- relacione... Toma Ia; lacio de Versalles nos rinde la emoción: zo su casa preferida de este Trianón Pepluma y, hombréate con Jomini y con Claus- de lá realeza. ¡Nada- se ha hecho, como queño. Es por el corté dé los jardines? sewitz; -Quedamos -en que, según- Eé, Versallés, tan convincente y explicativo: Aquí ¿en efecto, los jardines obedecen al es- Temps, lo de retroceder los rusos nó tiene; importancia ningug. Ciertfi. que hace BQ- Í fi el. sénUdp. de la idea de majestad L Ú pg! ég. an 4 a María Antonieta reía, lejos aún la hora del cadalso, Juan. Jacobo; Rousseau entusiasmaba á las. princesas y, los duques con sus teorías prerrománticas. Los primates deseaban ser pastores. Entonces se trazaron esos jardines irregulares, que intentan copiar el desorden de la Natu- n raleza. y El público acepta, desde luego, estos jarn diñes. Llegan señoras ancianas, con una sw Ha de tijera bajo el brazo. Un pintor madu- ro, con aire burgués, cargado de pinceles y ¡rollos. Dos enamorados. Un caballero altOj melancólico, que se apoya en un bastón... Hay una calma suave, una brisa leda quái reconforta. La alta hierba, que nadie se ha preocupado de segar, me ofrece su. blandu ra. Una acacia viejísima, seguramente cen- tenaria, me da su sotritíra. 1 Y entonces s grato sumergirse en la muelle vaguedad del, refposo decúbito supino, olvidando la guer rra, -la actualidad, el odio, la saña, el- duro esfuerzo de la actualidad Tal como vemos que hacen los soldados cuando entran en un lugar amigo; sueltan el fusil, desatan el cinto, se sientan y, antes de sonreír, sttsgi- t ran de gusto. LA SITUACIÓN M 1 L 1 TAH T W

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