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ABC MADRID 16-03-1910 página 4
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MIÉRCOLES s (TDE MARZO DE 1910, EDICIÓN a. P A G i 4 CONTRA LAS ESCUELAS LAICAS. EL PUEELO DE LIRIA EN EL AUTJN CELEBRAPO PARA PROTESTAR CONTRA LAS ESCUELAS LAICAS Fot. Cabedo elevados en la política austriaca fue gracias thaus, del Reichrath, y de los invulnerables á su grande inteligencia y carácter. monumentos que él hizo construir durante El entierro, al que asistirán el Kaiser, los los trece aflos que fue alcalde, y que embearchiduques, ministros, diputados y todo el llecen la capital de Austria, pregonarán la mundo diplomático y oficial, se verificará inmortalidad del gran patriota, del gran ú lunes próximo. orador, del gran alcalde! El jefe de Policía cree que para mantener ¡Es lástima que hombres como el doctor el orden será preciso pedir ayuda á los sol- Lueger no vivan mil años! dados, pues cuenta que un millón y medio ¡Debenmr morlí nos nostraque! de almas acudirán á las calles de la ciudad DANUB 5O. para ver desfilar el cortejo fúnebje, que será Viena, Marzo. le una pompa jamás vista. Muchos periódicos, comentándola muerDE NUESTRO ENVIADO ESPECIAL te- del alcalde, dicen que el vacío que el doc tor Lueger deja se llenará difícilmente. Era el finado consejero privado de Su Majestad el Kaiser y tenía el título de ex OSAS DEL ESCÁNDALO EISr. Duez celencia; poseía la gran cruz de la Orden- -no h a y de Francisco José, la Orden de Isabel la más remedio que continuar hablando del Católica de España, la gran cruz de Ruma- Sr. Duez- -es lo que nosotros llamaríamos nia, la gran cruz de San Miguel de Baviera, un fresco Desde que le han metido en la la gran cruz de la Estrella del Norte. Ade- cárcel come y bebe con excelente apetito y más era caballero de la Orden de la Corona duerme tranquilo y reposado como un homde Prusia con estrella y brillantes, comen- bre que tiene la conciencia satisfecha. dador de la Orden Victoria de Inglaterra, Además, observen usf edes que no ha su comendador de la Orden de la Legión de frido la menor molestia moral ni material. Honor de Francia, caballero de la Orden La Prensa continúa llamándole Monsieur, y de Rusia, poseedor de la medalla Karol I de ni una sola vez se le ha ocurrido á nadie llaRumania y de la cruz de honor Fro eccUsia mar á este grandísimo ladrón Duez á secas. Fontifice, etc. etc. ¡Ah! Si el Sr. Duez hubiese robado cinco El nombre de Lueguer figurará en la nis- francos de un cajón para matar el hambre... toria de Austria como gran político, y en la Pero el Sr. Duez ha liquidado cinco mide Viena como gran administrador; y los llones en jugadas de Bolsa y menudos niños que visiten la iglesia de Lainz, en cuyo placeres; los millones eran de los frailes exaltar mayor se ve la estatua de Lueger, pulsados, y todo el mundo le respeta v le aprenderán á amar y admirar al que duran guarda mil consideraciones... te su vida fue un gran amigo de la niñez. ¿Qué tal ha descansado usted? -le preEl nombre de Karl Lueger será pronun- guntó solícito el juez al día siguiente de su ciado con respeto, y cuando otras genera- detención. ciones hayan ya olvidado á este gran polí- ¡Como un ánge! -respondió el señor tico y administrador, las piedras del Ra- Duez, -Hacía quince años que no dormía tan á gusto... Figúrese que antes me acostaba todas las noches preguntándome: ¿Será mañana cuando me arresten? Ahora, que y estoy en la cárcel... ¡no tengo ninguna pre ocupación Y la tranquilidad del Sr. Duez desconciei ta á todos... A B C EN PARÍS 1 o gracioso es que los otros administrado res judiciales encargados de liquida los bienes de las Congregaciones se encuen tran en las mismas ó peores condiciones qu el Sr. Duez, según se desprende del debatí de las Cámaras. Hay sobre todo un Sr. Le couturier, el administrador que intervine en el escándalo de la venta de la Grané. Ckartreusse, que, á juicio de todo el mundo debía estar ya en la cárcel... ¡Y nada! Ni e Gobierno ni los Tribunales se deciden echarle encima el peso de la ley... El Sr. Lecouturier no es un fresco coim su compañero Duez; el Sr. Lecouturier es por el contrario, un digno un hombre d esos que se ofenden en cuanto alguien dic de ellos la menor cosa y echan por delant su honor, su nombre, su respetabilidad demás zarandajas por el estilo. ¡Cómo! -grita el Sr. Lecouturier. ¿3 duda de mí? ¿Hay alguien capaz de serne jante cosa... -No, señor; no- -le rcapondeu. -Aquí d lo único que se trata es de que rinda usté las cuentas de su administración... Pero el Sr. Lecouturier se hace ei sora y continúa gritando con muchísima indig nación... ¿Dudar ae rair ¿De ínír ¿Quien? ¿Quiéi se atreve? Y las cuentas, en tanto, no parecen, y i únieo que sabemos es que los compradorej de la Grande Ckarlteusse, que estaban

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