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ABC MADRID 15-03-1910 página 18
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ABC MADRID 15-03-1910 página 18

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página18
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íO A B C patio principal. El patio es vasto, y como estaba cerca de la Pepe prosiguió: verja, k posadera podía pasar sin ser vista. Mas no pasó -Érale imposible al asesino huir normalmente del rincón fíe quedó y vio llevar el cadáver. Apenadísima, cosa muy com- de patio en el que entró, sin que lo viésemos. De no haberlo prensible, é incitada por trágico presentimiento, llegó hasta el visto, lo hubiéramos tocado. El sitio aquel es un rinconcito, vestíbulo del castillo y echó una ojeada sobre la escalera alum- tm cuadrado rodeado de fosos y de altas verjas. El asesino nos brada por la lamparilla del tío Santiago, la escalera en donde hubiera pisado ó le hubiéramos pisado. Aquel cuadrado estahabían tendido el cuerpo de su amigo; vio y huyó. ¿Des- ba tan materialmente cerrado por los fosos, por las verjas y pertó la atención del tío Santiago? Ello es que éste se fue con por nosotros mismos como el cuarto amarillo. el fantasma negro que tantas noches le había hecho pasar en- -Entonces, díganos usted, puesto que entró el hombre ei; claro. aquel cuadrado, díganos como es que no le hayan u edes MS Aquella noche misma, antes del crimen, había el tío San- to... Hace media hora que no le pregunto otra eos? iiago sido despertado por los maullidos del Animalito de Pepe sacó de nuevo su reloj, miró con calma la e- íera y Dios y había visto, por su ventana, al fantasma negro... Se dijo: vistió apresuradamente y así se explica que llegara vestido al- -Señor presidente, puede usted seguir preguntándome lt vestíbulo cuando trajimos el cadáver del guarda. De manera mismo durante ¡tres horas y media; nada podré contcstaile ¡que aquella noche, en el patio principal, quiso él sin duda ver sobre el particular hasta las seis y media. de cerca la cara del fantasma. La reconoció en seguida. El tío Esta vez, los murmullos no denotaron hostilidad ni decepSantiago es un antiguo amigo de la posadera. Tuvo ésta que ción. Comenzaba la gente á tener confianza en Pepe. Y diverconfesarle sus citas nocturnas y suplicarle que la salvara en tía al público el que fijara una hora al presidente, cual si se aquel trance difícil. Angustiadísima estaba la mujer después tratara de una cita dada á un amigo. de lo que acababa de presenciar. El tío Santiago se apiadó de En cuanto al presidente, después de habeise pregunta- de si elía y la acompañó por el robledal y fuera del parque más allá había de enfadarse, se decidió por aguantar k i bromas de del estanque, hasta el camino de Epinay. Ya allí, estaba cer- aquel chicuelo. La simpatía que se desprendía de la persona quita de su casa. El tío Santiago regresó al castillo, y dándose del repórter había ganado al presidente. Y, en fin, que tan clacuenta de la importancia judicial que entrañaba para la amiga ramente había definido el papel de la posadera en aquel ÍISJUdel guarda el que se ignorase su presencia en el castillo aque- to, que el Sr. Rocoux se veía obligado á tomarlo casi en crio lla noche, trató en lo posible de ocultarnos aquel dramático- -Bien, Sr. Rouletabille, pues será como usted guste. ¡Pero episodio de una noche en la que ya tantos habían ocurrido. No que no le vuelva yo á ver hasta las seis y media necesito- -añadió Pepe- -pedir á la posadera y al tío Santiago Pepe saludó al presidente, y meciendo á derecha y á izqi. ierque corroboren este relato. Sé que así han ocurrido las da su voluminosa cabeza se dirigió hacia la puerta de los tescosas! Únicamente apelaré á los recuerdos del Sr. Larsán, tigos. quien ya comprende cómo lo he sabido todo, por haberme visSu mirada me buscaba. No me vio. Entonces me evadí de to, al día siguiente por la mañana, examinando una doble pis- la gente que me aprisionaba y salí de la sala de audiencia ta en donde se veían, viajando juntos, rastros de los pasos del casi al mismo tiempo que mi amigo. Me acogió con efusión. tío Santiago y rastros de la señora. Estaba contento y locuaz. Me sacudía ambas manos con júAl decir esto, Pepe se volvió hacia la posadera, que había bilo. Le dije: quedado en pie ante la barra, y le hizo un galante saludo. -No he de preguntarle, querido amigo, qué es lo que ha- -Las huellas de los pies de la señora- -explicó Pene- -tie- ido á hacer á Norteamérica; acaso me contestara, como al nen extraño parecido con las huellas de los pies elegantes presidente, que nada podía decirme hasta las seis y media... ¡No, querido Sainclair; no, querido Sainclair! Voy á dedel asesino. La posadera se estremeció y fijó su mirada con hosca cu- cirle en seguida el motivo de mi viaje, porque usted es un amiriosidad en el repórter. ¿Qué se atrevía á decir? ¿Qué quería go: ¡he ido á buscar el nombre de la segunda mitad del asesino decir? ¡Cómo, cómo... J E I nombre de la segunda mitad... -La señora tiene pie elegante, largo y más bien un poco- -Tal como lo oye usted. Cuando por última vez salimos grande para pie de mujer. Salvo la punta afilada de la bota, su del castillo, conocía yo las dos mitades del asesino y el nombre pie es el del asesino... Hubo cierto movimiento en el auditorio. Con un gesto, de una de esas mitades. Necesitaba el nombre de la segunde Pepe restableció la calma. Parecía mandar en absoluto en mitad y á eso he ido á Norteamérica... En aquel momento entrábamos en la sala de los testigos. aquella audiencia. -Me apresuro á decir- -añadió- -que esto poco significa, y. Todos acudieron á Pepe con sendas demostraciones de cariño que un policía que edificara un sistema sobre señales exterio- El re irier estuvo muy amable, salvo con Ranee, á quien acores semejantes, sin robustecerlo con una idea general, camina- gió con marcada frialdad. En aquel momento entraba en la ría derechito hacia un error judicial. También el Sr. Darzac sala Federico Larsán. Pepe se fue á él y le dio uno de esos tiene pies como los del asesino, y, no obstante, no es el ase- apretones de manos que dejan recuerdo en los medio descoyuntados dedos. Para demostrarle tanta simpatía, preciso era sino que estuviese Pepe bien seguro de vencerle. Larsán se sonNuevo movimiento. reía seguro de sí mismo y á su vez le preguntó el motivo de JE 1 presidente preguntó á la posadera: ¿Ocurrieron así las cosas aquella noche respecto de us- su viaje. En cierto momento se alejaron, hablando de cosas serias, y por prudencia los dejé. Además, me interesaba asisted, señora? -Sí, se or presidente, y no parece sino que estaba detrás tir al interrogatorio de los testigos que continuaba en la sak de audiencia. de nosotros el Sr. Rouletabille. Volví á mi sitio y pude darme cuenta de que el público es- ¿De modo, señora, que vio usted huir al asesino hasta el cuchaba distraídamente lo que oía y que esperaba impaciente extremo del ala derecha? -Sí, señor; así como un minuto después vi traer el cada- las seis y media. ter del guarda. ¿Y qué ha sido del asesino? Se quedó usted sola en el Por fin dieron aquellas seis y media y de nuevo fue intropatio principal, y parece lógico que usted lo viera entonces... ducido Rouletabille. Imposible describir la emoción de la muIgnoraba su presencia de usted y era aquel momento propicio chedumbre al ver de nuevo al repórter. Todo el mundo contepara que se escapara... nía la respiración. En su banquillo, Darzac, pálido como ur, -Nada vi, señor presidente- -gimió la posadera. -En aquel muerto se había levantado. momento estaba muy obscuro. El presidente dijo con gravedad: -En ese caso, el Sr. Rouletabille es quien va á explicarnos- -Como no ha sido usted citado regularmente, no le pido cómo huyo el asesino. que preste juramento, Sr. Rouletabille, pero no necesito ex- ¡Así lo haré! -replicó el joven con tal seguridad de sí plicarle toda la importancia de las palabras que va á pronunmismo que hasta el presidente no pudo reprimir una sonr sa. ciar aquí. iisr t r i trrif i inirrrnuriTTnri nmi n- m imrmii ir n n n rirm- n rnrimw i ni

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