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ABC MADRID 24-02-1910 página 17
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ABC MADRID 24-02-1910 página 17

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página17
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MISTERIO L CUARTO AMARILLO ¿Lo que me lo hace creer? ¡Pues esos pasos, los pasos. do directamente lógico; la lógica se vengará de usted si lal que yo esperaba! -exclamó designando la muy marcada hue- hostiliza de esa manera. Numerosas son las circunstancias en lla de un calzado elegante... ¡Miren! que hay que tratarla con dulzura, tomarla de lejos... TieY se dirigió con la voz á Larsán. ne usted razón cuando habla del revólver de la Srta. Stanger- -Don Federico- -le gritó, esos pasos elegantes sobre son. Es cierto que la víctima ha disparado. Pero no está usted en lo cierto al decir que hirió al asesino en la mano... el camino, ¿están ahí desde el descubrimiento del crimen? ¡Tengo la seguridad... -exclamó Pepe. -Sí, joven, sí; han quedado apuntados cual merecían- -Larsán, imperturbable, le interrumpió: contestó Larsán sin alzar la cabeza. -Como usted ve, hav- -Defecto de observación... defecto de observación... El pasos que vienen y pasos que van... ¡Y el hombre tenía una bicicleta! -exclamó el repórter; examen del pañuelo, las innumerables manchitas redondas, Aquí, después de haber mirado las huellas de la bicicleta, escarlata, impresiones de gotas que también veo en la huella que seguían ida y vuelta los uasos elegantes, creí poder intervenir. -La bicicleta explica la desaparición de los pasos groseros del asesino- -dije. -El asesino de pasos groseros subió á la bicicleta... Su cómplice, el hombre de pasos elegantes había venido á esperarle á orilla del estanque, con la bicicleta. Puede suponerse que el asesino obraba por cuenta del hombre de pasos elegantes. ¡No, no! -replicó Pepe con extraña sonrisa. Esperaba yo esos pasos desde el comienzo del asunto. Ya que los tengo, no los abandono; ¡son los pasos del asesino! -Y los otros pasos, los pasos groseros, ¿qué dice usted de ellos? -Son tamüien pasos del asesino. -Entonces, ¿hay. dos asesinos? -Sólo hay uno y no tuyo cómplice. ¡Mucho, mucho! -gritó desde su sitio Federico Larsán. -Miren- -prosiguió el repórter designándonos la tierra emovida por tacones groseros; -el hombre se ha sentado aquí y se ha quitado los borceguíes que se puso para engañar á la justicia; después, llevándose sin duda los borceguíes se levantó con sus pies habituales y tranquilamente ganó la carretera, llevando de la mano su bicicleta. No podía arriesgarse sobre ese malísimo sendero á correr en bicicleta. Además, loque lo prueba es la huella ligera y vacilante de las rueda sobre el sendero, á pesar de la blandura del suelo... No, no. en todo esto no había más que un hombre: el asesino, y á pie. ¡Mucho, mucho! -repitió Larsán. V de repente vino éste á nosotros, se plantó ante Darzac j Te. dijo: -Si tuviéramos una bicicleta aquí... podríamos demostrar la exactitud del razonamiento de este joven, Sr. Darzac... iNo sabe usted si hay alguna en el castillo? -Ño- -contestó Darzac, -no hay ninguna; hace cuatro días llevé la mía á París; es decir, la última vez que estuve aquí intes del crimen. ¡Es lástima! -replicó Larsán con tono de extremada frialdad. de los pasos, en el momento mismo de sentar en tierra el Y volviéndose hacia Pepe: paso me prueban que el asesino no fue herido. El asesino- -Si continuamos así, verá usted cómo llegaremos ambos echó sangre por la nariz... á las mismas conclusiones. ¿Tiene usted una idea de cóino Larsán estaba serio. No obstante, no pudo contener una exsalió del cuarto amarillo el asesino? clamación. -Sí- -contestó mi amigo, -una idea... El repórter miraba á Larsán, que miraba seriamente al re- -También yo- -continuó Larsán, -y debe ser la misma. No pórter. Y Larsán dedujo en seguida una conclusión: Jv- y dos maneras de razonar en este asunto. Espero para expli- -El hombre que echaba sangre por la nariz en la mano y, ciifnie ante el juez la llegada de mi jefe. en el pañuelo limpió su mano contra la pared. La cosa es muy- ¿Va á venir el jefe de Seguridad? importante- -añadió, pues el asesino nó ha menester estar- -Sí, esta tarde, para la confrontación en el laboratorio, herido en la mano para ser el asesino ante el juez de instrucción, de cuantos han desempeñado ó Pepe pareció reflexionar profundamente y dijo: podido desempeñar un papel en el drama. Será muy intere- -Hay una cosa, Sr. Larsán, que es mucho más grave que sante. Es lástima que no pueda usted asistir á ella. el hecho de destrozar la lógica; es esa disposición de espíritu- -Asistiré- -afirmó Pepe. de que adolecen ciertos policías y que les hace, con muy buena- ¡La verdad, es usted extraordinario... para su edad! -fe, doblegar la lógica á las necesidades de sus concepciones replicó el policía con tono ligeramente irónico. -Haría usted Usted ya tiene hecha su composición de lugar sobre el aseTin excelente policía... si tuviese un poco más de método... sino, Sr. Larsán, no lo niegue usted... y es menester que el Si obedeciese usted menos á su instinto y á las protuberan- asesino no haya sido herido en la mano, pues, de lo contrario, cias de su frente. Ya más de una vez he observado que ra- su idea caería por sí misma... Ha buscado... y ha encontrado zona usted demasiado. No se deja usted guiar lo bastante otra cosa. Muypeligroso es, Sr. Larsán, el sistema ese que por su observación. ¿Qué dice usted del pañuelo lleno de consiste en partir de la idea que se hace uno del asesino para sangre y de la mano roja en la pared? Usted ha visto la mano llegar á las pruebas que necesita... Eso puede cóndilo! -leroja; yo sólo veo el pañuelo... ¿Qué me contesta usted? jos... ¡Ojo con el error judicial, Sr. Larsán, le está acecuan- -Que el asesino ha sido herido en la mano por su vícti- do á usted! ma- -contestó algo vacilante Pepe. Con cierta sorna, metidas las manos en los bolsillos, Roule- -Observación brutal, instintiva. Ojo, es usted demasia- tabille fijó sus ojillos vivos en el famoso Federico Larsán. 10

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