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ABC MADRID 15-02-1909 página 14
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A B C LUNES i5 DE FEBRERO DE 1909. EDICIÓN 1. PAG. 14. i f MÍ HOSPITAL DE NIÑOS EN LONDRES calidad á consecuencia de varias enfermeEn nuestros hospitales, as instalacioneb dades contagiosas, habiendo sido clausura- quirúrgicas, el instrumental de observación das varias escuelas; pero para poder atajar clínica, suele estar costeado por generosos tanto daño es indispensable aislar debida- profesores. Si la Administración y el Estamente los atacados, y en las clases pobres do cooperasen en mínima proporción á sus los enfermitos tienen que ser asistidos en iniciativas, otra suerte sería la de los pobres los hospitales. enfermos. El moderno hospital no tiene ya ni el asPorque no son de hoy las propagandas pecto sombrío ni la negra leyenda de anta- por escrito y de palabra de los médicos eii ño; pero, en cambio, no acuden á él con la favor de la higiene y del socorro al enferfrecuencia debida, como ocurría antigua- mo. Hace muchos años que se han dicho las mente, personas piadosas y caritativas que mismas frases que hoy repite inconscientepracticaban la obra de misericordia de visi- mente el vulgo. tar á los enfermos. Hacen falta Sanatorios. Urgen HospitaTodo buen ciudadano debería visitar un les, conviene fundar Dispensarios. Es tan asilo ú hospital por lo menos una vez den- menguada la mentalidad de las almas muertro del año; sólo así podría comprobar per- tas, que en su egoísmo no conciben el porsonalmente lo que son y significan esas ins qué de tantas declamaciones. Se evidencia tituciones benéficas, contribuyendo á su de tal suerte el altruismo de los médicos, mejoramiento constante. que no aciertan aquellas gentes á descubrir Esta causa y no otra es la de que falten el secreto interés que pueda encerrar tanta legados en la época presente á favor de las pertinacia en la demanda. Casas de Beneficencia. Hay más; son muy Recuerdo á este propósito un episodio pocos los individuos de las Juntas encarga- ocurrido hace mucho tiempo en un establedas de regirlas y administrarlas que se de- cimiento benéfico. Pedía el médico director, diquen asiduamente á comprobar sus nece- que ejerció y ejerce gratuitamente el cargo, sidades. á una persona importante de la Junta proI OS ETERNOS B 1 EN- Pero hay en to- tectora, que le dispusiera en una de las HECHORES ¿as esas institu- alas del edificio una enfermería, una sala de -ciones los que convalecientes y un departamento de aislaconstituyen Xa. familia perpetua, siempre re- miento. Sobraban amplios salones destinanovada, que vive entre el dolor y llega á dos á usos menos importantes; pero malhuquerer á los dolientes con abnegados amo- morado é impaciente, el personaje se encares. Son las enfermeras y los médicos. I as ró con el médico, diciendo: ¡Pero usted querría todo el edificio! enfermeras, pertenezcan á Ordenes religio- A lo que replicó sonriendo el doctor: sas ó no, siempre que permanecen á la ca- -Sí, señor, lo necesito para dar bailes á lecera de los pacientes, se interesan por ellos con maternales anhelos. Recuérdense los niños, como los que usted da á la buena ias benditas Hermanas de la Caridad, que, sociedad. en momentos de terrible penuria, han recorrido las casas de los ricos en demanda de 1 OS PARÍ AS No le faltaba razón ai perdigüeño facultativo. EnKmosnas; no se olviden otras santas mujeres, también, que, sin haber hecho votos de noblecer y alegrar la existencia en los paaingún género, pasan su vida en los hospi- lacios de la Caridad, es la misión de los que tales. No hace mucho tiempo que el joven é se hallan encargados de su custodia y cuiilustrado doctor I, esné me presentaba en su dado. En estos tiempos de progreso contihospital de Niños de París á la enfermera núan existiendo los parias en las grandes mayor, señora de unos cincuenta años, que ciudades; viven en malas condiciones, carellevaba más de treinta en la clínica de con- cen tnuehas veces de cariño, ruedan por el tagiosos. Ha llegado á ser habilísima en la mundo, cuando desamparados, sin que napráctica de la intubación, y á su inteligen- die les consuele, si tienen familia, los llevacia y celo deben la vida muchos niños, pues mos á centros antihigiénicos, llamados esno en vano es muy verdadera la frase de cuelas, que ojalá no sean focos de corrupVíctor Hugo: El médico tura; la enfermera ción moral, y con sus deformidades y misefalva. Pero para que salve es necesario que rias arrastran una existencia triste y dolose consagre en cuerpo y alma á su penoso rosa. Inconscientemente se vengan al morir, difundiendo la muerte, más piadosa para deber. ellos que los que gozan de la vida. j I, a gran familia médica, no estimada por Pero cuando un pobre ser llega á hombre, el público todo lo debido, ejerce su minis- pasado el apreadizaje, jamás vigilado; ter- terio con verdadera generosidad en todo minado el servieio militar con todos sus pe- f momento. ligros de contagio, al volTér á la sociedad, para obtener de su trabajo un rendimiento copioso para conseguir independencia, llega á penetrar en la burguesía, acaso á escalar superiores esferas; pero de no ser así, sufr perpetuamente la tiranía de uno ó de varios, y cuando, rendido, cae enfermo, no suele encontrar refugio á sus males. Yo quisiera poner de relieve la suprema angustia que oprime el corazón del médico de un hospital cuando ve en sus salas enfermos no restablecidos que necesitan cuidar una convalecencia peligrosa y á los cuales tiene que arrojar á la calle porqué á las puertas del hospital acuden en tropel heridos y moribundos á quienes urge socorrer. Esas pobres máquinas humanas no están en disposición de producir, y Si haciendo un esfuerzo sobrehumano, acuden al taller, es posible que no se les dé trabajo. Si una mutualidad previsora no les ampara, si la gran ciudad no se apiada de su impotencia, ¿qué remedio les queda sino acogerse á la libre hsrmandad de la hampa criminal y mendicante, para cuyos oficios y menesteres no son necesarios más que astucia y mala voluntad? Por esta causa, todos los médicos que ejercen su profesión, absolutamente todos los que han palpado el dolor, tienen que ser portaestandartes en Europa entera de esta cruzada en favor de los parias modernos. Ellos mismos suelen serlo también, pues las sociedades que no comprenden la importancia de esta religión de sacrificio, ¡cómo lian de auxiliar y respetar á sus sacerdotes! p L VERDADERO Continuar como hasta PATR 5O TISMO u negando de: nuestro país y de sus gobernautes, censurándoles y satirizándoles á toda hora, agravando los conflictos, exagerando los males y difundiendo el egoísmo y la rebelión, podrá ser muy humano, como ahora se dice, pero constituye un verdadero suicidio social. En vez de acumular negruras, importa llevar la luz por todas partes y en todos sentidos. No debe ni puede hablarse de penuria y de economías cuando es urgente una reforma. Nuestro país no es tan pobre como pre- 1 tende; de ello pueden dar razón en los Bancos, donde existen millones acumulados sin empleo. Proclamar á diario esa mentida pobreza es signo de ruindad y avaricia. IvO que existe, sí, es mucha pobreza que remediar. Centenares de familias cuyos hijos carecen de pan, de instrucción, hasta de aire; niños que no tienen escuelas donde aprender ni asilos donde cobijarse, ni manos enérgicas que les saquen del fango en que se agitan. Toda esa podredumbre física y moral engendra la enfermedad y difunde las epidemias. Seamos buenos samaritanos; cuidemos á esos infelices enfermitos; llevémosles á edificios que recuerden los hogares felices, no las prisiones frías y descarnadas; imitemos á esos pueblos donde al niño no sólo se le cuida el cuerpo, sino que se le conforte el corazón, y si esto hacemos habremos transformado nuestra patria. Opulentos deportistas, elegantes damas, que en sus excursiones por Europa recorren los centros del placer, visiten, siquiera de pasada, los centros del dolor; vean los hospitales dedicados á la infancia, procuren imitarlos y, en vez de importar las inteligentes enfermeras para su uso particular, traten de educar á las mujeres españolas para estos nobles oficios; concedan, por Altimo, á la generosa clase médica los auxilios y la cooperación que implora. Sean buenos y verdaderos patriotas, porque al fin y al cabo tendrán que morir algún día, á despecho de sus miflcméái ¡c jñ epidemias ó sin ellas. si tiene suficientes energías y aptitudes

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