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ABC MADRID 30-09-1908 página 14
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B C. MIÉRCOLES 3o DE SEPTIEMBRE De 1908. EDICIÓN i. PAG. 14. VALLADOLJD. LOS JUEGOS FLORALES ÉL ESCENARIO DEL TEATRO CALDERÓN DURANTE LA SOLEMNE VELADA DE LOS JUEGOS FLORALES CUR 1O S 1 DADFS Fot. Marines. c I demonio enreda las cosas muchas veces y á su travesura hay que atribuir la horrible profanación cuya reproducción voy á hacer. Cerca de Alba de Tormes existen las ruinas de un convento de Jerónimos, artístico y rico como lo fueron las mansiones de esta Orden. En él halló enterramiento el verdadero fundador de la casa de los duques de Alba, D. Gutierre Alvarez de Toledo, obispo de Palencia y posteriormente arzobispo de Toledo, cuyo sobrino D. Fernando Alvarez de Toledo, hijo de D. García, recibió de Juan II el título de conde de Alba, y el hijo del conde D. Fernando fue el primer duque de Alba por merced del rey D. Enrique IV en 1469. El referido Monasterio, consagrado á San I onardo, ya mencionado en las crónicas de 1140, le ocuparon en el siglo xv los Premostratenses; pero le abandonaron para pasar á Ciudad Rodrigo, y entonces trajo á él á los Jerónimos el citado muy excelso arsobispo de Toledo, primer señor de Alba. Mariana, en su Historia, consigna que sas restos mortales hallaron sepultura al pie del altar mayor. Fundado en estos datos y en otros que i sus archivos hallara, el duque de Alba, padre del actual, quiso dar á aquellos restos sepulcro ínás adecuado, ya que del antiguo Monasterio no quedan más qne ruinas. En efecto, con la solemnidad del caso se inrocedió á levantar la losa de la sepultura, y en el fondo de una caja destruida por los siglos hallóse el esqueleto, cuyo cráneo conservaba los dientes completos, y envolvien- ERRATA DE TRANSMISIÓN do los restos mortales fragmentos de las vestiduras episcopales con que el magnífico prelado fue amortajado. La traslación se hizo también con gran solemnidad á Alba, en euya iglesia de Santiago, que es la del hospital de la villa, fueron depositados en una urna, tras de un funeral que tuvo la presencia del ilustre y malogrado P. Cámara, obispo de Salamanca. 1- 1 abía dudas de si estaban realmente en l terrados los restos del arzobispo don Gutierre en el Monasterio de los Jerónimos. La comisión de notables del p ueblo que presenció y levantó acta de la apertura de la sepultura, por encargo de más altas autoridades de la capital, se apresuró á dar cuenta á éstas del resultado de su trabajo. Existía ya el telégrafo, como es consiguiente, dada la feeha de la ceremonia, y para ganar tiempo los eomisionados decidieron expedir un telegrama á la autoridad superior de la provincia diciendo: Parecieron los restos. Díganos qué hacemos de ellos. Y en tan lacónico mensaje fue donde el diablo hizo de las suyas, introduciendo furtivamente una errata que indudablemente volvió loco al destinatario, porque llegó á sus manos diciendo así: Parecieron los cestos. Díganos qué hacemos de ellos. AEMECEV primirlo íuertemente sumérjase en la caldera, dejando que hierva de veinticinco á treinta minutos. Transcurridos éstos, retírese el tejido. Añádase al líquido de la caldera una cantidad de sulfato de hierro, del volumen de una avellana; agítese la mezcla con una espátula, y sumérjase de nuevo el tejido, dejando que hierva otros veinticinco ó treinta minutos. Retírese entonces, déjese escurrir y enfriar, y enjuágese en agua pura. p a r a reavivar el negro de los tejidos. Póngase á hervir, durante media hora, en un caldero con abundante agua, 60 gramos de palo campeche cortado y encerrado en una bolsita de lienzo, y después de haber bañado en agua tibia el tejido y de ex- UNA IDEA DIARIA I os optimistas van á fundar un club en Londres; es decir, en el país del spleen, de la eterna neblina y de la melancolía Hay que desconfiar de optimistas que necesitan unirse. Cándido y el doctor Pangloss no crearon algo semejante á un club sino después de sufrir amargos desengaños. Antes de retirarse á un rincón, navegaban hacia un Eldorado que sólo existía en sus imaginaciones. ¿Qué es un optimista? Ua hombre feliz, ó que cree serlo. Lleva en sí mismo su alegría y su felicidad. El Club es un refugio; allí se va á olvidar y á él acude el que es desgraciado, para distraerse y consolarse. Además, el reglamento de ese nuevo CluL le hace sospechoso, porque sus fundadora toman exageradas precauciones para 1 ydearse de buen humor. Hasta los lacayos de aquel Círculo hal án de ser alegres y afable? En las puerto le los cuartos se colocará un cartelito que c. 3 a: Para qué quejarse? Los miembros que hayan permanecido media hora sin reírse pagarán una multa. ¡Ese Club de optimistas va S ser, por las, trazas, un club algo lúgubre! UN CLUB DE OPTIMISTAS

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