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ABC MADRID 05-08-1908 página 2
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ABC MADRID 05-08-1908 página 2

  • EdiciónABC, MADRID
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cara s, pastas 6. yFrntas 2,60 k. o Bombones, l Maderas íntetriales Toledo, 143. Tifio 1.573. MAOSfiAS D TODAS CUSES El niejor microbidda conocido contra al batole de la Calvicie descubierta por el Dsctor Sabouraud, Loción antiséptica le perfume exquisito para limpiar üanamente la cabeza y contener le caída del pelo. Becomendado por loa altaicos para combatir la caspa, la pelada y la alopecia de los convalecientes ¿el fcifue y c las mujeres recién paniUs. 3 Jn neo. apKe ai lo- tatlas las mañanas á sus itges E desean necios R libres para fllímpre de la Jomimiáa casy de otras afttccuro. es íe njpiamtea que eoastitnjM un obstáculo al natuiñl crecimifiKto del afeello. Dn cerilficado Sel I fc Ta erÍo Municipal qua en almíbar, 60 k Q g B l l ABRERAS BUEYES Y MTCBAliTYAS. La de procurador ó la de secretario de Juzgado municipal se pueden obtener en poco tiempo comprando el manual que para cada una de dichas carreras ha puesto á la venta en todas las librerías de España la Eevista El Secretariado Valverde, 36, quetambiénleremite previo pago 6 pts. ejemplar. ran liquidación sombreros señora, no comprar sin ver precios. M. Valdeiglesias, 4. C i lee fraseos praeha qna e moftniito, TPARTK IHLAR 1 T m u y reservada en casa del médico- director delaCouSiittii d e Saii. Ju; iu d e Dios. Ce 3 á 6 tarde, Atocha, 28, entrada por Cañizares, 1, pral. de reeha. De provincias por earta AK A í M VTKÍ 2 Hospedaje para embarazadas. Jardines, 35, pi L, de 11 6 1 y 8 á 5. Corresp. B r J M, CONSULTA G PARH De venta en las principales FOLLETÍN DE A B C LA SEÑORITA DE LOS CIEN MILLONES CONTINUACIÓN si. usted y tome asiento. ¿Qué buen lento le trae á usted por aquí? ¿Viene usted á salvarme de veras ahora? El infame tembló. Aquella pregunta, que no le hubiera sorprendido si Alian hubiera podido ver á Juana antes que él, le inquietaba más que si hubiera sido recibido hostilmente. Quiso desafiar su ironía. -Sí, señorita; sí, Juana; vengo á sacarla á usted de esta vida humilde, indigna de su adorable belleza; vengo á salvarla á usted de la miseria. Mi ambición, el ensueño de mi vida, es v 3 r á usted dichosa. ¿No lo ha comprendido usted? Juana permanecía callada- -Señorita Juana, ya no estoy en casa de los Kermor; soy banquero en París, tengo una fortuna enorme y vengo á ponerla á los pies de usted. ¿Ha desvalijado usted al barón de Bressieur- -Usted tiene gana de broma. He jugado á la Bolsa y he gaaado mueho; ese es mi secreto, ó, mejor dicho, mi secreto, el que me devora haee mucho tiempo, es que... -A propósito. I, a señorita de Bressieu se casó ya, ¿no es cierto? ¡Naturalmente! Aun no han vuelto de su viaje de novios. Deben estar en Oriente... -O en Occidente; porque, si no me equivoco, el Congo francés está en la eosta occidental de África. -Pero el conde volvió ya de allí. -Y ha marchado otra vez. ¿No lo sabe usted f os penó- lic lo dicen. -No hay que fiarse de los periódicos. -Ni de nadie. ¿Lo dice usted por mí? ¡Dios me libre! Es que acabo de tener una visita más extraordinaria que la de usted. ¿No acierta usted quién puede ser? -Sí, lo adivino- -repuso Delrue, sintiendo que perdía terreno. -Un tío inmensamente rico. Juana no pudo reprimir una sonora carcajada. -No; no he visto á ningún tío millonario por la aldea; pero he visto á los apaches de la calle del Depósito, al Muralla y ásu acompañante. ¿No los conoce usted? ¿Cómo quiere usted que los conozca? -Pues ellos sí le conocen á usted perfectamente, y, además, están muy bien relaciona ¿Con quién? -En primer término, con el conde de Kermor... El miserable Delrue reprimió un gnto de furor que iba á escapársele al comprender que Jnana estaba enterada de todo. -Bueno; terminemos de una vez. No sé lo que se propone usted con sus reticencias y con sus pérfidas acusaciones. El paso que vengo á dar cerca de usted es de una lealtad verdaderamente desinteresada, de una honradez á toda prueba. -De todos modos, le aconsejo á usted que no intente salvarme Para eso me basto y me sobro yo sólita Al decir esto, se dirigió Juana hacia la puerta. Delrue quiso cortarla el paso, y la dijo, amenazándola: -Señorita Juana, yo he venido á decirla á usted que la quiero Sinceramente, á ofrecerla mi nombre y mi fortuna. ¿Quiere usted ser mía? Con el gesto parecía maicar que estaba dispuesto á imponerse por la fuerza. Juana tuvo miedo y contestó con la voz temblorosa: -Señor Delrue, tengo un tío, un marinero viejo, enfermo y pobre. Diríjase usted á él. -Maldito lo que me importa feu tío; guiaras ó no, has de ser mía. -Esta usted equiTocado, fovsu. Hay que hablar antes con el tío, que soy yo. ¡Alian! ¡El mismo! Se había abierto la puerta bruscamente, y el tío de Jnana, después de pronunciadas las anteriores palabras, aogió al infame Delrue en sus poderosos brazos y se lo llevó en vilo hacia PerRoch, -La roca Tarpeya está cerra del Capitolio, señor mío. ¿No le dije á usted que no volviera á interponerse en mi camino? La desobediencia le va á costar á usted la vida. Hay que pagar lo que se debe. ¡Socorro! ¡Perdón! ¡Ya me entrego... Alian seguía corriendo; aquel esfuerzo muscular calmaba su excitación nerviosa. El traidor iba á pagar sus culpas de una vez, rodando desde lo alto de la peña de Per- Roch al abismo, cubierto de espuma Juana no hafeía podido evitar aquella violencia. Vio que su tío cogía á Delrue oomoel Muralla la había cogido á ella y con iguales propósitos. Quiso interceder por él, paro el viento se llevó su voz. Luego corrió detrás del vengador... ¡Tío Alian, ten cuidado, que te mata ella! El americano oyó este grito y se volvió de frente. ¡Era tiempo! A sus espaldas, una mujer corría hacia él con un revólver en la mano, apuntándole. Alian abandonó á Delrue, se abalanzó sobre ella y sin darla tiempo á apretar el gatillo la sujetó las manos con tal fuerza que el dolor la hizo caer al suelo. Rabiosa, echando espumarajos por la boca, la mujer le insultaba. ¡Bruto, salvaje, cobarde! ¡Sí, soy yo, que también me he disfrazado! ¡Mírame bien, mendigo millonario; mírame y escucha! Todo París va á saber que ia futura condesa de Kermor ha trabajado en casa le Mad. Victoria y que ha estado en la cárceL- ¡Perdónala, tío; es una mujer! ¡Es una víbora, y no sé cómo me contengo y no la mato á taconazos! ¿Dónde he visto yo esos ojos... ¡Sí, sí, ya me acuerdo: es la hija del ladrón que me robó en el Alaska. ¡Qué venganza más valiosa, Dios mío! Mañana mismo me las entenderé con tu paire cara á cara. Yo soy Alian el minero, ¿me reconoces? ¡Vete, vete. miserable! Sidonia se quedó petrificada. Sobre la caverna del bulevar Haussmann iba á caer el rayo vengador, destruyéndolo todo. ¡Vamonos! -dijo Alian á Juana. -Tenemos que hablar de cosas más desagradables que todo esto. Como medida de precaución recogió el revólver que había caído al suelo. ¡Es como el mío! Me quedaré con él. En estos tiempos de asesinos no está de más ir bien armado. XVI CHAUFFEUR A LA CALLE DE LABOETJE! Sidonia se encontró sola en el gran peñasco. Había jugado él todo por el todo, y había perdido la partida. Lo más urgente era huir de la tempestad que Alian iba á hacer que se desencadenase sobre su padre y sobre ella. -Hay que prevenir á mi padre cuanto antes; luego volveré á ocuparme de los otros. ¡Cobarde Delrue! Le había visto correr hacia un grupo de rocas lejano y desaparecer entre ellas. Si le hubiese seguido, su padre estaba salvado, Alian muerto y Juana á merced de su voluntad. Pero volvió la espalda á su cómplice, y caminó haeia la derrota. Delrue era hombre de suerte. El sitio donde se había ocultado era el escondrijo elegido por Alian para disfrazarse. Una vez dentro de la gruta y convencido de que no le perseguían, trató de orientarse. Se había salvado una vez más gradas á la audacia de la Roja. A no ser por Juana, el ataque hubiera sido definitivo; pero ¡qué riesgo había que correr después! Más valía que las osas hubieran pasado como habían, ocurrido. Continuará.

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