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ABC MADRID 03-04-1908 página 19
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ABC MADRID 03-04-1908 página 19

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página19
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D 5 nc DE LOS CIEN MILLONES CONTINUACIÓN Delrue se tambaleó ante la violencia de la emoción. Bressieu tenía más medios de perderle que nunca, puesto que el medio millón con que le habían pagado la desaparición de Juana, constituía un robo cometido por el propio Andrés en perjuicio de Kermor. ¡Eso es abominable! -Tiene usted razón. No se puede ser falsificador, cobrar cheques ajenos, etcétera, porque es abominable. ¿De modo que así se me recompensa cuanto he hecho? -Según y conforme. Usted posee la prueba original de la falsificación, y yo sólo tengo una reproducción fotográfica. ¿Y el medio millón que no podrá encontrar nunca el marqués en su mbrolladísima contabilidad, no vale nada? -No, puesto que usted puede perderme si lo conservo. -Querido Delrue. Bn cuestión de negocios es preciso asegurarse contra toda clase de riesgos, incluso contra la ingratitud y el chantage: yo me he asegurado contra usted como me he asegurado contra incendios, con lo cual demuestro que le temo á usted como al fuego. -Meiavorece usted demasiado. El director general de la banca, el jefe de la casa, después de Bressieu, acababa de lleg T barón tuvo un rasgo de genio. -Le esperaba á usted. Teng una gran noticia. Las minas de ero Plmlyfull van á triplica, su rendimiento. Han sido descubiertos fiioiíes de una riqueza fabulosa. Venda usted los valores que quiera, pero compre todo lo que haya en plaza de Golden Plentyfull. -El caso es que se cotizan á quinientos. -No importa; dentro de tres meses se cotizarán á dos mil, y ¿monees venderemos. Como si advirtiera que había hablado más de lo que debiera estando presente Delrue, Interrumoió el diálogo y se despidió de él bruscamente. -Hasta la vista, amigo mío. Hasta el lunes, como de costumbre. Delrue se marchó menos entusiasmado de lo que lo estaba al entrar. ¿Es en serio esa oraen de compra? -preguntó el director general que conocía perfectamente al barón Este soltó la carcajada. ¿Está usted loco? De las Goldea venda usted siempre, no compre nunca. Lo que yo decía era sólo para asombrar á ese imbécil, y creo que mis palabras no han caído en 3 aco roto. A la hora del almuerzo, Sidonia preguntó á su padre: ¿Le has hablado? -Sí; pero no le he dicho dos palabras, como tú me aconsejaste, sino tres. ¿Qué es la tercera? -La ruina para él, y medio millón para la Golden, es decir, para nosotros, si muerde el anzuelo. Y le contri sucedido, riéndose á carcajadas. Realizado esto, no sin profunda emoción, vo tió al pw! icio ce la calle de la Boetie. Al entrar le advirtieron que el marque- nabía preguntado por él repetidas veces durante la mañana y pasó á su despacho. ¡Por fin! -dijo Kermor- ¿Dónde estaba ustedr- -En la casa del bulevar Haussman. Como Bressieu debía entregarnos una cuenta detallada... -No la entregará. -Sí, señor marqués, aquí la tieae usted, y además estos cheques que completan determinadas sumas, según él me ha dicho. ¿Y Enrique? -Nos separamos esta noche cerca de la Opera. El había encontrado á algunos amigos y por discreción oreí que debía dejarles. El marqués ñrmaba los cheques durante el diálogo. -Bueno. Y ahora ¿qué vamos á hacer de este dinero? ¿Quiere usted arriesgarse á una jugada de Bplsa? Asombrado Kermor se quedó mirando á Andrés. -1 Cómo! ¿Usted, el hombre prudente y avisado, me propone eso? -Sí, señor marqués. Deseo dar una prueba de reconocimiento á ustedes antes de separarme de su lado, y creo que ese consejo lo vale. ¿Nos abandona usted? ¡Mala notic a! -Si no se ríe usted de mi loca pretensión, le diré que espero ter dentro de tres meses colega del señor de Bressieu; un colega. insignificante, claro está- ¿Pero tiene usted capital? ¿Ha heredado usted? -A gana cosa, pero no es esa la base. Tengo un comanditario, un 1 g és, conocedor de los negocios de minas de oro y de sus rendimientos. -Hay demasiado papel de ese. Bressieu está repleto de él. -Ha jugado á la baja, sin aparentarlo hasta ahora, pero pronto le verá usted comprar cantidades considerables. Entonces habrá llegado el momento del alza; un alza fantástica, la cotización duplicada, triplicada, quintuplicada antes de tres meses. -Se ve que ha comprado usted papel de la Golden. -Confieso que he empleado en él todas mis economías. ¡Pero eso es jugar para Bressieu! -Eso es jugar con Bressieu, ó antes que Bressieu, mejor dicho. -El no me ha aconsejado nada en ese sentido. -Porque se reserva esos consejos para sí mismo. -Me dan intenciones de jugarle el bromazo. Diga usted, Delrue. ¿Está usted segurp de lo que dice? -Segurísimo, señor marqués. -No le preguntaré á usted el por qué de su segundad. Le creo á piesjuntillas y sigo. su consejo. Disponga usted de todo el dinero que tengamos en caja para comprar, acciones de la Golden, y si es preciso, juegue usted én descubierto. Si nos sale bien la jugada, me asociará usted á su casa de banca y ya sé yo de alguien á quien no le haiá mucha gracia esto. delrue había hecho vibrar la cuerda sensible. Recogió los cheques y se retiró. -Voy á enriquecer a K. ermor- -pensaba. ¡Qué importa! No tengo otro medio de aplastar á Bressieu. Veía, como en un sueño, que su medio milion se multiplicaba, que la banca Delrue adquiría crédito rápidamente y que, substituyendo al barón, llegaba él á ser rey del oro en plazo muy breve. Aquel día fue la resurrección de las acciones de minas de oro, de la Golden Plei tyfull, especialmente. 1 barón echó al marcado todo el papel que poseía, y dejó hace creído de que las compras de primera hora eran efecto de la candidez de Delrue. Pero no tardó en enterarse de que la cifra de las compras pasaba con mucho del medio millón. Mucho antes de la clausura, el jefe del negociado de emisiones le avisó rle que no quedaba un solo título de Golden disponible y, sin embargo, continuaba la demanda de papel. -Hay que aprovecharse y vender, venderlo todo, antes de que se produzca la reacción. Al decir esto, Bieisieu se veía ya desligado del mal negocio que le tenia esclavo, y en condiciones de decir á Enrique: -He liquidado as minas de oro para retirarme de ese genere de especulaciones, porque en adelante sólo quiero ser banquero de la alta nobleza. Con que la demanda de acciones aurase una semana, Bressieu habría ingresado en su caja los treinta millones ficticios á que ascendía el valor de la emisión de acciones de la Golden PlentyfuU- -Los salvo, gracias á Deirue- -pensó con fruición. Pero el jefe del negociado de emisiones volvió á buscarle, 5 ie dijo: -Cuanao aeje ae comprar el señor marqués, podremos hace que suba un poco más la cotización, ¿no es cierto? ¿Qué dice usted? ¿Qué marqués? ¿Cómo ha de comprar, si nc tiene dinero? El jefe de la oanca creyó que su principal se burlaba de él. ¿De modo que no sabe usted quién es el marqués de Kermot el que compra todas las Golden? ¿Las Golden? exclamo Bressieu, estupeíacco. Continuarán EL RAYO ¡Cuántas veces había pensado Delrue en el empleo que. había de dar al medio millón que por fin había recogido entre sangre, cieno y lágrimasl El no tenía facultad es de creador; era más bien hombre de combinaciones, que de invenciones; execraba y envidiaba, pero admiraba, en él fondo á Bressieu y aun á Collin- Megret, y de la admiración á la imitación no hay más que un paso, que muy pronto se dispuso á 3 ar fundando en distintos puntos de París agencias análogas á las del Cicerone; pero él quería hacerlo en grande y con menores gastos toda vez que no se veía obligado á p. asar porgas horcas candínas de un comanditario como lo era Bressieu para Megret, La detención de éste le ofrecía oportunidad inmediata. Era una especie de herencia en el mejor y más concurrido barrio parisiense. Aquella orden de Bressieu que él creyó haber sorprendido, aquella orden de vender toda clase. de valores para comprar aeciones de la Golden Plentyfúh Mines, se le aparecía como la multiplicación súbita de. sus 500.000 francos ganados honradamente en una especulación bursátil, y el medio de reembolsar al marqués de Kermoi la suma mencioríada si fuera preciso. N se le ocurrió ni por un momento que aquello pudiera ser un i izo qiae se le tendía. Estaba bien enterado de que la Golden era el gran negocio del barón, y sin vacilar, queriendo adelantarse á éste, fue á buscar á un agente de Bolsa, famoso por la rapidez con que ejecutaba las órdenes y por su discreción, y le encargó que adquiriera acciones de la Golden Mines por valor de 500.00 a francos, para Stnitii, de Londres Agencia Delrue, pensó. ¿Y por qué no Banca Delruer

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