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02/11/1907
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Periódico ABC MADRID 02-11-1907, portada

  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID, SÁBADO 2 DE NOVBRE. DE 190; luí 1 J CA UNIVER SAL ILUSTRADA. AÑO L N Ü M 881, 2 ÉPOCA Ll C Lf I 5 CÉNTIMOS B B Madrid. La visita á los difuntos en el cementerio de Nuestra Señora de la AJmudena, vulgarmente denominado deI Este en el día de ayer. IfOl A fl C. En el presente número incluimos el suplemento ilustrado ae ocho vaginas G E N T E M E N U D A que deben exigir iodos nuestros suscripiores y compradores. PRECIO: CINCO CÉNTIMOS EN TODA ESPAÑA rasKM i M H iwiiw 1 ii l tesa s L A CASA D. E MATEO ALEMÁN cosas de Lashombresque pertenecieron famacerca áálos eminentes cuya pasó la posteridad y perdura en ella, tienen para los admiradores de su saber ó de sus virtudes el valor y el mérito de reliquias venerandas. Diríase que un hilo invisible las une con la persona desaparecida en cuyo uso estuvieron, y que por tales objetos se muestra y h a b l a d nuestra fantasía, como si no se hubiera ausentado de entre nosotros. La sola idea, verbigracia, de que en tal arquilla- escritorio- -una que en Tortosa se conserva- -guardaba los borradores de sus inmortales obras D. Francisco de Quevedo, espíritu agudísimo y suave, dulce en las burlas y en las veras grave como le llamó Lope de Vega, ó de que sentado en tal sillón, en la celda de su religioso retiro, meditaba el Rey sombrío, señor de la mitad del mundo, y esclavo, al par, de la gota, en la nadería y vanidad de las humanas grandezas, nos lleva, como por arte mágica, á considerar redivivos y al alcance de nuestra mirada al autor de la Política de Dios y gobierno de Cristo y al severo fundador de El Escorial. Pero nada habla tan misteriosa y poéticamente á la imaginación acerca de quien se ausentó para siempre jamás como la casa en que habitó largo tiempo. En esta pequeña porción del espacio infinito- -pensamos- -refulgió aquella luz que todavía, pasados siglos, alumbra nuestros entendimientos y da calor á nuestras almas. E imaginamos que aún llenan y pueblan aquel ámbito el aliento de aquella boca, los suspiros de aquel corazón, y mezclados y confundidoSi eomo suele andar todo en el mundo, las risas y los sollozos de sus alegrías y sus pesares. Parécenos que, deshecho es polvo el cuerpo, quedó allí ei espíritu, vagando para siempre entre los muros de aquel recinto, como avecilla que no sabe retirarse demasiado del árbol en que anidó. Y á tal ilusión de supervivencia no obsta, en modo alguno, el no con- servar la casa su antiguo aspecto á causa de edificaciones modernas y aun recientísimas; es casi inmaterial lo que origina nuestra curiosa admiración: es el invisible ambiente lo que buscamos, y poco importa que sean viejos ó nuevos los muros, con tal que limiten y nos dejen identificar el sitio y respirar en aquel espacio mismo en que alentó y vivió la persona amada ó venerada. Hay en todo esto un deleite concedido á pocos y desde luego vedado á los que tienen el a. lma de logaritmo. Pero basta de reflexiones preliminares, y vamos, sin más detenernos, al asunto de este artículo: á explanar una ligera noticia que di en algún trabajo reciente; á poner en claro cuál fué la casa de Mateo Alemán, á que me referí en estas palabras: Y entonces, por Octubre de 1586, compró al licenciado Barrionuevo de Peralta un solar en la calle del Río, lindante con el monasterio que estaba labrando doña María de Aragón (el ámbito que, ocupa el edificio del Senado) en el cual sitio edificó una casa para su morada. Veamos esto con más pormenores. Por los años de 1584, uno nías ó menos, doña María de Córdoba y Aragón, hija de D. Alvaro de Córdoba, caballerizo mayor de Felipe II, dama que había sido de la reina doña Ana, su última mujer, y dueña luego de la infanta doña Isabel, fundó y empezó á edificar á su costa, en el sitio que llamaban las Vistillas del Río, un monasterio de religiosos agustinos calzados, que había de intitularse de la Encarnación, y del cual tomaron posesión los frailes en 3 de Abril de 1590, si bien la iglesia no se acabó hasta el año 1599. Quedaban á su lado y á la espalda amplios terrenos en que el Concejo de la coronada villa se proponía ver ampliado su caserío. De uno de aquellos solares era dueño el licenciado García Barrionuevo de Peralta, quien por escritura otorgada á 19 de Octubre de 15 S 6 lo vendió á Mateo Alemán, ya entonces contador de resultas, en precio de 1.400 reales. Y describióse así: un sitio y solar en la calle del Río, que alinda por la una parte con la calle que dizeta del Pardo y por detrás con las huertas que dizen de Eeganitos y por otra parte con el sitio del monasterio que agora labra doña María de Aragón, y por delante la dicha calle, el cual tiene noventa y seis pies de delantera y de largo cien pies, poco más ó menos... Alemán se obligó, entre otras cosas, á invertir el primer año en edificar cien ducados por lo memos. Quizás era aquél demasiado solar para el futuro autor del Guzmán de Alfarache, sobrado siempre de desdichas y nunca de dineros, y vendería alguna parte de él, reservándose aquella que podía haber menester para labrar una casita, por tener una posesión y un rincón propio en que meterse pero, así ó de otra ma ñera, es lo cierto que llegó á edificarla, que en ella vivió algunos años (hasta los postreros del siglo XVI, en que, arrendándola, tuvo su domicilio en la calle de Preciados, junto al Postigo de San Martín) y que en 1607, cuando se despachó para su viaje á Méjico, aiín la conservaba, pues entonces, y de seguro con lo cj, ue en el comercio se llama ijalor entendido, la donó á Pedro de Ledesraa, secretario del Real Consejo de las Indias, por escritura que otorgó en Sevilla, á 10 de Abril de aquel año. La descripción que del inmueble se hace en esta escritura contribuye sobremanera á fijar el sitio en que estaba emplazado: ...unas casas con todo lo que les pertenece que yo tengo en la dicha villa de Madrid, en la calle que dicen del Relox, que lindan de la una parte con la calle del Río, y por otra el campillo de Doña Mariana de Aragón, y por. detrás las güertas del valle de Leganitos, las cuales diehas casas siendo solar yo las hube y compré el sitio dellas del licenciado Barrionuevo de Peralta... Por entrambas escrituras, la de compra y la de donación, se echa de ver claramente que la casa de Mateo Alemán tenía, entre otros, estos dos linderos: la calle del Río y la del Reloj, que con sus nombres de entonces han subsistido al través de tres siglos, cosa para admirarse, aquí donde los nombres de las calles ofrecen cada quinquenio más mudanzas que un baile de seguidillas. Esto asentado, aún podría haber alguna dificultad para determinar en cuál de las esquinas de la calle del Reloj que vuelven á la del Río estuvo la casa de Alemán; pero como ya sabemos que el solar en que fué edificada lindaba por uno de sus lados con el monasterio de doña María de Aragón, bien claro está lo demás, y, como dicen, lo que con los ojos veo, con el dedo lo adivino: la casa del insigne escritor sevillano ocupó el sitio que ocupa hoy en la calle del Reloj la marcada con el núm. 11, es decir, la de la esquina de la izquierda, como se va á la calle del Río. Identificada la casa de Alemán, y, pues éste es, sin duda, el más famoso de los escritores que cultivaron la españolísima novela picaresca, el muy culto Ayuntamiento de esta villa y corte no haría nada de más en perpetuar públicamente la memoria del egregio autor hispalense, si no poniendo su nombre á la calle del Reloj, que recuerda uno de sol que hubo en las casas de doña María antes que ella las convirtiese en monasterio, á lo menos, haciendo fijar en la que fué del insigne novelista una modesta lápida. No sin alguna pizca de cortedad humilde, atrévome á formular esta pregunta: ¿Quiere honrar el Ayuntamiento, no sólo al aut r del Guzmán de Alfarache, sino, de paso, á algunos sevillanos más? Pues permítanos costear esc piadoso recuerdo. Con ello nos otorgaría singular merced. FRANCISCO EODRIGUEZ MARÍN CRÓNICA Un poco revolucionario es el subtítulo, pero ¡quédiantre! vayase por lo que tiene de histórica la frase. En efecto, cuando el pueblo de Madrid iba á las puertas del Parque á pedir armas para combatir contra los franceses, no se inspiraba sólo en un sentimiento patriótico. Podía mucho en él el instinto de conservación. Las huestes napoleónicas eran, además de la invasión extranjera, además de la conquista, la desolación, la muerte. Hoy no hay gabachos que fusilen á mansalva... pero hay automóviles que matan sin piedad. Ultimas hazañas, las de anteayer en el Prado y en los Cuatro Caminos. Tampoco existen hoy parques como los de antaño ni armas como las que tan fácilmente pasaban á manos del pueblo exaltado; pero como tampoco hay autoridades que sepan ó puedan- -no digamos que quieran para no incurrir en desacato- -tascar el freno á los automovilistas (en los automóviles sólo pueden hacerlo sus conductores, y éstos decididamente no quieren) fuerza será que el pueblo se eri ja en defensor de sí propio. Para ello no es preciso pedir armas. Basta con pedir licencia para su uso. El gobernador puede concederla, y como no se trata ¡líbrenos Dios de aconsejarlo! de hacer mal usó de ellas, esto es, de emplearlas contra él prójimo la autorización será legal y hasta constituirá una medida de buen gobierno. Aconsejar que las gentes armadas disparen contra l o s conductores d e automóviles que por llevar sus vehículos á velocidades inverosímiles atropellan, matan y siembran el pavor, sería proceder inhumano y hasta penable, que no acepta todo espíritu sereno, aunque le disculpe muchas veces la inicua, conducta de los chauffeurs, cuando después de atrepellar huyen heroicamente... Pero disparar contra los automóviles que se escapan después de una fechoría, ó que, sin descrismar milagrosamente á nadie, marchan á velocidades prohibidas, es humano, debe ser lícito, será hasta cumplir un deber de buenos ciudadanos de ayudar á la justicia, porque marcados por un balazo los coches homicidas, no podrían burlar la acción de la autoridad y rehuir responsabilidades. He aquí por qué no es perturbador el grito de ¡á las armas! explicado su alcance. El gobernador civil, señor marqués del Varillo, que tan ducho es en materia de derecho público, aunque Barrio y Mier y Rodríguez San Pedro no le permitan que le explique en las aulas universitarias, comprenderá que sobre el derecho escrit 3 hay otro derecho inconA LAS ARMAS!

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