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ABC MADRID 08-08-1907 página 3
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ABC MADRID 08-08-1907 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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NUMERO 795 A B C JUEVES. S DE AGOSTO DE 1907. OCHO PAGINAS. EDICIÓN i. PAGINA LOS SUCESOS DE CASABLANCA MEZQUITA SITUADA EN LA ORILLA DEL MAR DONDE SE REFUGIARON LOS MOROS HUYENDO DE LAS FUERZAS FRANCO- ESPAÑOLAS, Y QUE FUE DESTRUIDA POR LOS CAÑONAZOS DEL CRUCERO FRANCÉS GAL! LEE Fot. F. E. Blanco. De pronto la Srta. Margot desciende de nocida ésta por el nombre de Margot de las poéticas nubes donde se hallaba, para Charonne decir en prosa vil que tiene urgente necesiNo; D. Procopio no escarmentara y no dad de ausentarse un instante, nada apenas, pasará mucho tiempo sin que tengamos que NA AVENTURA DE El es p añ olísimo un pequeño minuto Y quedan solos el dar cuenta de alguna de sus maravillosas y español negociante en café y la Srta. María, D T P R O C Ó P Í O D- Procopio con- que trata de seguir entreteniendo, amorosa, extraordinarias aventuras... José JUAN CADENAS r. tmúahaciendo al galán con su conversación interesante y Paris, Agosto. frecuentes viajes á París, y cada vez con más alegre. felices disposiciones para z í? laféte. Pero la ausencia de Margot se prolongaAyer llegó D. Procopio, procedente de Zaragoza- -según manifestó en la Comisaría, -ba demasiado, y nerviosa, inquieta, la señocon objeto de colocar en París unas parti- rita María se decidió á salir también en busdas de café, á cuyo comercio se ha dedicado ca de su amiga. ¡Oh! Iba á ser un instante, ahora. ¡Y no fue mala partida la que le ju- nada apenas, un pequeño minuto... L E S P Í R I T U Tiempo hace que debia D. Procopio se vio solo, y, una sospecha garon á él! M P n i n r R P dedicar unas ligeras reMED 1O CRE flexioneS á este apostrofe Porque antes de consagrarse á los nego- cruzó de repente su imaginación... Rápido cios quiso el hombre darse la satisfacción se llevó la mano primero á un costado, lue- fulminante del insigne orador asturiano don de echar una cana al aire. ¡Este París es tan go al otro, y en la soledad de aquella habi- Melquíades Alvarez contra la juventud de Caentender espíritu tentador! Y después de cenar anoche con tación del bulevar de BelleviUe se oyó una taluña. ¿Qué debemosSr. Alvarezpor refirió al excelente apetito, encendió un cigarro, se palabra castizamente española, que ya su- mediocre? Sin duda el prosaico, se predominio de: lo vulgar, estrecho y colocó el sombrero de medio lado, y con pondrán ustedes que me es imposible es- ierre á tórre, sobre los conceptos generales, eleaires de conquistador irresistible, se echó á cribir. vados y puros déla especulación Dicho en la calle en busca de amorosas aventuras. ¡I, e habían robado! ¡Su cartera, repleta de otros términos: la baja mentalidad opuesta ala Orondo y satisfecho, gozando las delicias billetes azules, había desaparecido! ¡El ne- mentalidad superior ó más selecta, y pretende una apacible digestión, encaminó sus pa- gociante en café se puso rojo de indigna- diendo imponérsela y dominarla. No me cansaré de reconocer, aunque parezsos al bulevar de BelleviUe, despreciando ción, y tirando trastos, golpeando furioso las amantes invitaciones que inspiraba su las puertas, salió á la calle decidido á hacer ca ocioso y redundante! el reconocimiento, que apostura gallarda y su gentil aspecto. No un disparate! En rjleno bulevar alcanzó á la la España no catalana ha tenido y puede que ambicionaba él fáciles aventuras ni vulgares Srta. María, pero esta juraba que nada había en lo sucesivo siga teniendo grandes personalidades selectas, grandes Hombres ó ingenios galanteos; su pecho esforzado y valeroso, visto, que no conocía á sú amiga, que no eminentes en proporción numéricamente supetemplado en las prolongadas luchas amoro- tenía la Cartera. El español la echó las ma- rior a l a que se ofrece enlaparte de acá del sas, buscaba más altas empresas, empeños nos al cuello dispuesto á estrangularla, y si Ebro. ¿Pero qué fruto se ha sacado de toda esa más arriesgados que el poético idilio sin no se refugia la infeliz en la estación del mentalidad superior? ¿Qué eficacia ó actuación Metro y se coloca detrás de un agente, á es- ha conseguido sobre los destinos de su pueblo? lances ni complicaciones. ¿No psodría sostenerse, sin peligro de caer en Pero como en París hay de todo, en Be- tas horas no lo cuenta lo, paradójico que, no obstante esos espíritus lleville encontró lo que buscaba. Dos eleMientras el agente los conducía á la Co- distinguidísimos y la gran copia de ellos, ha gantes señoritas, recién salidas de alguna misaría, la joven Margot repartía alegre- triunfado en los últimos siglos de la historia institución educadora, inocentes, sencillas, mente el contenido de la cartera entre un española ün espíritu mediocre por los cuatro sin picardía, ni malicias, quedaron honda- grupo de amigas y compañeras, y cuando costados, hasta el puntó de no parecer dicha mente impresionadas al contemplar al arro- llegó el amiguito que protege A Margot, un historia condicionada y dirigida por los grangante español, y con esa ingenuidad encan- distinguido apache que reclamó su parte en des hombres, sino por sus ayudas de cámara? Cabría decir que la parte más elevada y notadora que tan bien retrata á la juventud el botín, le contestaron: español ha permanecido inexperta, le comunicaron la ardorosa pa- -Para ti la piel. -Y le dieron vacía la ble del pensamiento y en cierto modo proscriinédita, arrinconada sión que en sus corazones había despertado. cartera. transacción que se ¡En los corazones de las dos, por supuesto! ¡Tu piel es la que voy á coger ahora! -ta. Y no por- aquella forzosaideal ni siguiendo impone entre lo real y lo D. Procopio agarró la aventura por los dijo. Y la emprendió á golpes con toda la aquel imperfecto paralelismo que la vida se pelos pensando en el efecto que haría cuan- comunidad de jóvenes pensionistas, hasta encarga dé realizar entre uno y otro; antes do la refiriese á los amigos en Zaragoza, y que llegó la Policía, se. entero de lo sucedi- bien por antagonismo y discrepancia radical con ademán protector ofreció el brazo dere- do y llevó á la Srta. Margot á la Comisaría, entre los actos y las ideas, entre el pensamiencho á la Srta. María Beaussier y el izquierdo donde se encontró de manos á boca con el to y la acción, que han seguido direcciones á la Srta. Julia Daussart, más conocida ésta negociante en café, que estaba... ¡echando opuestas y han vivido en estado de repulsión casi permanente. en los círculos aristocráticos de las fortifi- café! En el pleito de caciones por el nombre de Margot de ChaQuejas, recriminaciones, insultos... y el ejemplo, ninguno denuestra europeización, por los cargos y reconvenciosonríe expediente inevitable. Pero de los billetes nes fundadas que nos han dirigido los extranUn ligero obsequio en un restaurant mo- azules no se ha podido saber nada. jeros, desde Rozmithal y Mad. d Aulnoy hasta desto, y en seguida el amante terceto se enD. Procopio tuvo que resignarse á perder nuestros días habían dejado de merecer antes caminó á uno de los infinitos hoteles del su dinero y olvidará esta aventura mientras la atención ni de ser previamente estudiados bulevar de BelleviUe. Palabritas dulces, ju- se dedica á sus negocios, pero ya verán us- y puestos en evidencia por pensadores audaramentos, promesas, cambio de señas para tedes como no escarmienta. Después de ces y valientes, salidos del riñon de Castilla y escribirse, primero en París y luego desde todo, hay que convenir en que si no vinie- hasta del más enervante meridionalismo anEspaña, ofrecimientos de retratos, planes de ran á París todos los días muchos alegres daluz. Énfasis, espíritu dominador, intolerancia, consideración villana del trabajo, errores un viaje por la península... ¡qué sé yo! El extranjeros como nuestro rico negociante de la colonización, falta de sentido económico, amor cuando se manifiesta así, espontánea- en cafés, ¿de qué vivirían la Srta. María afán de guerras estériles y funestas, torería, mente, ya saben ustedes que lo avasalla todo, i Beaussier y la Srta. Julia Daussart, más co- matonismo, desdén de la ciencia experimental; DE NUESTRO ENVIADO ESPECIAL A B C EN PARÍS U AfiCEN BARCELONA E todo cuánto constituye ei proceso de la dencia, todo cuanto muy en breve debía deslucir una época heroica y brava como ninguna, todo lo que muchas veces con harta mala fe se nos ha reprochado más allá de los Pirineos y tpdoto que como base de una inaplazable rectificación y palingenesia han admitido ahora los políticos, los partidos, los periódicos y los corifeos de la literatura regenerativa y terapéutica, desde Macías Picavea á Reparaz, todo eso había sido dicho, expuesto, machacado é introducido á martillo en las páginas de los tratadistas polítiaos y de los economistas del si! glo xvi y del xvn. Basta repasar la Biblioteca, de Sempere y Guarinos para quedar sorprendido déla identidad de términos y expresiones pon que se adelantan á los reveses de la realidad y á los críticos é investigadores de ahora, los Pérez de Oliva, los Ñávarrete, los González de Cellorigo, los Sancho dé Moneada. Basta recordar, en diversos órdenes, al P. I as Casas, Vasco de Quiroga, Dávila Padilla, Albornoz, Saávedra, Fajardo, Jerónimo de Urrea, Santo Tomás de Villanueva y otros ciento, los cuales no dejaron punto por dilucidar de todos los vicios y lepras sociales, políticas y de costumbres que acabaron con el esplendor de la vasta Monarquía y con sujexpansión formidable en el mundo, hasta reducirla en nuestros días á los límites originarios de su viejo solar. Pues bien: toda esa mentalidad superior quedó ineficaz y baldía, salvo el esfuerzo aislado y semi- extranjero del tercer Carlos, frustrado y comprometido por las consecuencias de su execrable política de familia en lo exterior. I, a capa vulgar y rutinaria, la opinión de plazuela y barbería consiguió sepultar todo ese noble afán de imprescindible reforma y toda esa acción délos espíritus descontentos délos cuales, al fin y al cabo, no hay progreso que no salga. I o mismo veríamos desde la Restauración acá. El espíritu mediocre ha monopolizado. la suerte del país aun por el intermedio de personalidades selectísimas, que le han servide de instrumento en las grandes ocasiones, Algunas de esas personalidades eran intrínsecamente muy superiores á su proyección en la Historia. Así Cánovas, por ejemplo. Se dio en ellas el caso de una duplicidad, de un desdoblamiento que desconcierta y que no basta á explicar la transacción impuesta al hombre público entre la doctrina y el hecho vivo. ¿Cómo correspondió el Cánovas íntimo, el hombre de sentido realista, el conocedor profando de la potencia de España, el psicólogo implacable de la conversación y aun de los estudios y trabajos académicos, al estadista del grito de Bai re y de la guerra con Cuba y los Estados Uní dos? Ello está en la memoria de todos, por des gracia nuestra. Silió, seducido por las teorías dé Tarde, sobre la imitación, venía á preferir tun hombre á un país en la reconstitución de España por la fuerza plasmante del prime- ro sobre el segundo en virtud del principio imitativo. Yo no sé ver en el último siglo mas que plasmaciones y reducciones del grande hombre á la manera de ser momentánea d. l país, hasta ahogar su superioridad y ponerla á la par de lo mediocre. Esto nos ha acostumbrado á cierto 1 i naje de admiración por el talento, que no creo que se

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