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ABC MADRID 04-07-1906 página 3
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ABC MADRID 04-07-1906 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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ÜANO CUATRO, NUM. 538. CRÓNICA UN 1 VER SAL ILUSTRADA hizo un día su timbre de gloria, se ha anulado ya, ó ha desaparecido. Además, se ofrece otro campo para la lucha: el de la legalidad. En vez del fusil se puede u e s t r o numero de mañana tendrá ca- emplear el voto en combatir por aquellos rácter d e extraordinario; estará es- á quienes se ama y venera. ¿Para qué meradamente impreso en magnifico papel habrá de exponer nadie su pellejo ni sus satinado, y contendrá, además de amplia bienes? información gráfica y de noticias, el núEl Estado no se encuentra hoy en la mero XIX del periódico para niños Gen- situación, en que se hallaba en otras ccafe Menuda, con arreglo al siguiente siones, en las cuales hubo de plantearse esta misma cuestión. Está mejor organiSUMARIO zado y cuenta con superiores recursos. Rubetrs encasa de Velazquez (ilustrado por MeSería demencia pura provocar sus iras. dina Vera) Historia natural: El gato. La escultura con agua caliente (con ilustraciones) Bellas ArEsto lo saben bien cuantos pudieran pentes: Estatua de Sófocles (con fotografía) EJ precio sar en volver á las andadas. Las aficiones de un invento. Quisicosas. Historieta cómica: t i bélicas tendrían que buscar la salida por automóvil de alcohol. el campo legal. Eso irían ganando las Este número se venderá en toda Espa- costumbres públicas. ñ s al precio de N o es, por tanto, objeción sería, ni argumento de valía la intimidación basada DIEZ C É N T I M O S en semejantes motivos. Si no hay otros de más fuste, será perfectamente viable el anunciado programa del partido liberal. Alguna intentona para producir el pánico; algún movimiento más aparente que real; alguna captura de armas y de p L A C O ARGUMENTO P e r o ¿va á uniformes no producirán siquiera alarma s e r nueva- en la Bolsa, la cual contra los hábitos de mente agitado por la cuestión religiosa otros tiempos, es la que muestra ahora nuestro pobre país? ¡Qué remedio hay, más elocuente serenidad N o se hallan por ese lado los obstácusi á la sociedad española no le hace sacudir su indiferencia, su apatía, su letargo los mayo es. Para el suspirado cambio de nada masque ese asunto! Otros interesa- vida púbh t las dificultades surgen donrán á una región, á una provincia, á una de menos se esperaban. N o están en lo localidad, á una clase, á un gremio; el objetivo, sino en lo subjetivo; no en reainterés colectivo, general, fuerte y hon- lidades positivas, sino en la voluntad de do no se reveían enérgicamente, si no es los hombres. Ebto hay que tener presente, para esperar ó para desesperar. Y en ese terreno. El recuerdo de las largas y empeña- esto se pudo ver con luz meridiana en el das guerras civiles, originadas por esa resultado del Consejo de ministros celecausa, infunde pavor. El miedo es un te- brado ayer. rrible perturbador de la mente. Por eso MANUEL TROYANO mismo, es factor principal de intriga y de sugestión. En épocas de violencia, el entusiasmo de un lado y el fanatismo del opuesto- ocasionaron ominosos y cruentos choques. La intensidad de la pasión se ha T Vurante los días que nosotros estuvimos en debilitado. La ventaja del último dilata- Londres, fuimos una tarde á la embajado período de suavidades, de tibiezas, da española; se celebraba aquella tarde una rede blanduras está ahí. En gran parte, lo cepción. La embajada de Londres es chiquita; emocional colectivo ha perdido entre nos- en las puertas de verde obscuro, negruzco, otros el carácter de salvajismo. Los par- brillan unos aldabones dorados; Juego se penetidos extremos, todavía emplean la ame- tra en la casa y se ve un zagnanilio angosto; en Raza y Ja violencia en las palabras; pero el fondo hay unas escaleras; subimos por ellas y nos encontramos en un saloncito tapizado de hace mucho tiempo han renunciado á claro, con una recia alfombra azul y roja. Toellas en las obras. Lo que del ambiente dos los españoles residentes en la inmensa ciude la civilización moderna ha pasado los dad estábamos allí aquella tarde; se veía lleno Pirmeos ha producido t a n bienhechor el vestíbulo, llena la escalera, lleno el salón de arriba. Tocaba una orquesta de viohnes uno efecto. Por otra parte, los- íntereses creados de esos aires que nadie escucha y que sirven á la sombra de la paz afirman ésta. En las para que las notas vayan entremezcladas con para que no nos regiones más propensas a las civiles con- nuestras palabras, yes decir, De cuando en cuanentendamos unos otros. tiendas es donde hay ahora superior bien- do, se veía flotar, nadar un ancho y claro somestar. N o se arriesgará allí la existencia brero femenino sobre las negras levitas; los normal, tranquila y agradable, por ir á concurrentes que ocupaban la escalera hacían bascar aventuras en el monte; tanto mas, un esfuerzo supremo, se indinaban vto! cnta cisanfo que Ja generación- q e de ello- n- r- sobre Ja baiandiHa. sacaba- i u hu s MADRID, 4 DE JULIO DE 1906; SUELNUMERO TO, V 5 CÉNTIMOS sobre el estrecho hueco, y una dama pasaba entre la multitud y llegaba hasta arriba. Y de pronto los agrios y volubles violines comenzaron á tocar la Marcha Real; parecía que estos violines locos habían estado haciendo cabriolas, traveseando como muchachos y que de pronto se habían puesto serios, se habían tornado graves y habían principiado i decir un cosa solemne. Un profundo silencio siguió á estas primeras notas serias de la orquesta; corrió como un estremecimiento nervioso por la concurrencia. Nosotros estábamos junto á la puerta del chiquito salón; nos apoyábamos en una vieja consola sobre la que había un retrato de la reina Amelia de Portugal dedicado á 1 esposa del embajador. Y apenas hablan transcurrido unos- segundos de ansiedad intensa y callada, cuando vimos aparecer en la puerta la figura alta, fina y esbelta de nuestro Rey. Hi cimos un movimiento para erguirnos y tomat una actitud respetuosa. El Rey se detuvo un momento en la puerta y lanzó una mirada rápida sobre los concurrentes; una sonrisa di afabilidad se dibujaba en sus labios. La sala estaba completamente llena; parecía que el M o narca no iba á perder dar un paso en ella. Y sin embargo, el Rey intentó avanzar; se abrió difícilmente un- angosto resquicio, y cuando el Monarca había avanzado un paso, nada más que un paso, volvió la mirada á la izquierda y súbitamente la tenue sonrisa de sus labios se ensanchó hasta trocarse en un vivo gesto de alegría. Al mismo tiempo qtie nuestro Monarca sonreía, un viejecito se había levantado d su asiento... Este viejecito estaña sentarlo en una silla, ¿Por qué este viejecito estaba sentado en uní silla cuando todos los demás estaban ds pie? Este viejecito era muy viejecito; tenía una mano sobre otra encima de sus rodillas; su cabeza caía un poco sobre el pecho; era su car larga, fina; en sus ojos anchos, grises, había una llama sutil de inteligencia, y cuando ss levantó de su silla, vimos todos, que tenía en sus movimientos, en su ademán, esa perfecta calma, ese profundo reposo, esa- sencillez inefable, que no sólo dan Jos años largos, múltiples, sino que proporcionan una vida de observación atenta, de estudio y de trabajo silencioso. El viejecito estaba de pie, encorvadito, con su figura cenceña, larga; el Rey, en una de esas actitudes tan elegantes en él, tan supremas, sonreía, sonreía inclinando la cabeza y le dirigía palabras de cariño á su interlocutor; el vie jecito apenas podía balbucir una frase. Y en todos nosotros había esa profunda, esa intensa, esa indescriptible emoción que sólo experimentamos leyendo una maravillosa página. Y luego el Rey se marchó; repartía palabras de efusión á unos y otros, saludaba á los concu rrentes y seguía sin detenerse su paseo rápido En tanto el viejecito había vuelto á sentarse; estaba abrumado; respiraba con fatiga. Y á su lado una bella dama- -su nieta- -ponía suavevemente sobre sus hombros sus divinas manos blancas, se inclinaba sobre su oído y deslizaba en él sonriendo dulces palabras en que tal vez había un recuerdo, un íntimo recuerdo, parí la España querida y lejana. Y ya no vemos más á este viejecito. Ya no le veremos más; se llamaba Manuel García; ahora la noticia de su muerte ha hecho surgir SM figura entre nuestros recuerdos. 4 ZOR 1 N EXTRAORDINARIO DE A B C CRÓNICA POLÍTICA UN VIEjECITO

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