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ABC MADRID 22-05-1906 página 1
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ABC MADRID 22-05-1906 página 1

  • EdiciónABC, MADRID
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B? AÑÓ CUATRO. NUM. 4 9 5. CRÓNICA UN 1 VERSAL ILUSTRADA. ABC Cándido, hay que reconocer que constituye una verdadera novedad. AEMECtf MADRID, ¿i DE MAYO DE 1906. NÚMERO SUELTO, 5 CÉNTIMOS MADRID AL DÍA Por fin se arregló el tiempo. Si es para muchos ó pocos días, ya lo veremos. Ayer, siquiera parecía que estábamos en uno de los buenos días que suele ofrecer Marzo. Si hoy hace también buen tiempo creeremos hallarnos ya en Abril, y si tira hasta mañana, nos creeremos en pleno Mayo. La Lotería nacional obsequió á Madrid con el segundo premio, que no caerá mal, ahora que las fiestas Reales traen á cada familia un puñado de parientes forasteros, decididos á divertirse y á no faltar á ninguno de los espectáculos, baile de Palacio, corrida regia, función del Real, inclusive. Sin duda, los fondistas madrileños han hecho circular por provincias la noticia de que cada vecino de la corte va á disponer de cuantas entradas á esas fiestas pida para sus parientes, testamentarios y amigos. La presencia de muchos extranjeros y provincianos se observa ya por esas caíles de Dios. Dentro de ocho días, delicia completa El Ayuntamiento largó ya su programa completo. Fuera de la inauguración de las casas para obreros y de la batalla de flores, todo es fuegos artificiales, bailes populares, verbenas con música y Orfeones, concurso de Orfeones y baile en. el Real. Total, música. Todo música, música. Se reunió el Consejo universitario y acordó conmutar la pena al estudiante Carrillo, uno de los jóvenes que más se distinguieron en los últimos alborotos escolares. Terminó en el Tiro de Pichón la lucha por Ja copa del campeonato de Madrid, ganando el primer premio D. Manuel Camino y el segundo S. M el Rey. La policía intervino en varios robos, cuyos autores estarán bien en la cárcel en los próximos días, y si pudiera llevarse á pasar una temporada con ellos á otros muchos colegas suyos que andarán sueltos por ahí organizando su programa de próximas fiestas, mejor que mejor. Un desgraciado joven que venía á Madrid sin billete en un tren del Mediodía, pagó su calaverada cayéndose á la vía y sufriendo heridas de consideración. En la Pradera hubo un guardia estropeado por un detenido, y eso que el guardia era de Seguridad. Novedades teatrales hubo dos: beneficio de la popularísima y saladísima Loreto Prado en Eslava, con un lleno y la mar de aplausos y aclamaciones, todo muy merecido; y en Lara comienzo de una segunda temporada por los Sres. González, Gómez, Vázquez, López y compañía y estreno de una obra dramática, de Jas de cota y malla. Esto, en el siempre regocijado y regocijante -eatrito de pRONIQUILLAS. ¡AQUEL SOMv BRERO... 1 Aquel sombrero me causó profunda tristeza. Le vi ayer sobre la rubia cabecita de una forastera provinciana. Era un sombrero enorme, complicado, churrigueresco. Tenía gasas y tules, cintas y lazos, flores y frutas. El vientecíllo frío y desapacible de la tarde hacía temblar todo aquel agrio armatoste. Lo crudo del tiempo mataba el efecto de aquella corona, con la que la muchacha pensó reinar en la corte. ¡Bien se adivinaba esta decepción en el cansado semblante de la distinguida isidra! En sus negros y apagados ojos se reflejábale! fracaso. El éxito del sombrero no respondía á lo que ella esperaba... Por eso me dio tristeza. Yo reconstituí en seguida la historia entera del cursi capacete. Yo le vi en el escaparate de la mejor tienda de modas de la capital de provincia. Yo pensé en la sensación que aquel modelo había producido entre las elegantes de la comarca. Las hijas del registrador fueron las primeras que tantearon el precio. Pero jera tan caro... Tú que vas á Madrid, ¿por qué no te lo compras? dijeron las registradoras á nuestra heroína. Y la bella provinciana adquirió la maravilla, encerróla en alta caja de cartón y vino ufana á la corte esplendorosa, cuna indudable del erróneamente juzgado modelo de París. Pero antes de lanzarse con él á la calle, ¡qué de solícitos desvelos para evitar en el tren los golpes que amenazaban á la acartonada caja! ¡Qué de recomendaciones á los mozos de estación para que trataran con mimo el ovalado lío! ¡Qué movimiento impaciente el de correr, ya en la casa de huéspedes, hacía el cilindrico envoltorio para contemplar si había llegado bien! Todo esto me lo representaba yo perfectamente y me parecía ver al sombrero rodando por las camas y por las sillas del miserable cuartucho de la calle de Tudescos. Veía, en ese sucio desarreglo que caracteriza las habitaciones de los pasajeros en las humildes fondas, danzar el chambergo desde un boliche del lavabo á un alzapaño de cortina, desde una butaca desvencijada á una mesa con tapete de hule; horizontal unas veces, vertical otras, siempre resguardado de posibles desavíos. ¡Y tantos cuidados, tantos amores, para que al fin, el gran día de la inauguración, las gentes desfilaran ante aquella diadema de colores con burlona indiferencia y para que el aire de la sierra intentara hacer volar los muertos pájaros y las rizadas plumas de aquel deslucido nido de trapos! Yo, puesto á imaginar, imaginé que una ráfaga de viento traía hacia mí el vaporoso sombrero, y que, al oído, me contaba cosas de su dueña, relatándome las impresiones que en ella habían producido los placeres de la corte. Yo vivo muy cerca de su cabecita y sé lo que piensa me decía el sombrero. En Madrid, mi ama se aburre. Los primeros días fuimos al Museo y al cuarto de hora de estar all la oí decir que se marchaba y que tantas estam pas causábanla fatiga. Después fuimos al Retiro y á la vista de las grandes damas que en cochi paseaban sus encantos, sintió mi dueña el dardo de- a envidia, con el que es imposible la alegría. Hemos estado en el teatro, pero el bien parecer ha impedido que mi lugareña se ría á carcajadas, que es como á ella la gusta reír y como verdaderamente goza No hemos, por tanto, echado buen viaje Cuando yo en mi caja de cartón vuelva al pueblo, apenas si sabré de mi linda poseedora un par de secretos. Yo sé que de todo el bullicio de la corte, tan sólo las miradas de un teniente de húsares y dos escaparates de la calle de la Montera han conseguido emocionar las delicadas fibras de la provinciana. Pero esto es poco saber y aún es menos, si se compara tan pequeño resultado con los esfuerzos de todas clases que nos ha costado un tan penoso viaje. Y adiós, me dijo el galante chapeo; á la provincia me vuelvo con mis pájaros, mis guindas, mis rosas y mi esqueleto de alambre. Si quieres verme, acude los domingos al malecón, á la alameda, al miradero, á Méndez- Núñez, á cualquiera de esos tranquilos paseos en que mi ama contará á sus amigas lo bien que lo pasó en Madrid y sus fugaces amores con un húsar... y No dijo más el sombrero, ni yo os digo más á vosotros. Si por vuestro lado pasa una de estas sencillas muchachas, hacedlas ver que respetáis su elegancia y evitando la burla, procurad que las sea amable el suelo de nuestro pueblo. Yo os lo pido en nombre de aquel somorero... Luis DE TAPIA DOS HUMORISTAS F) o r qué nuestro querido compañero en la Prensa el Sr. Cortón siente esta ojeriza contra D. Miguel de los Santos Alvarez? El Sr. Cortón ha publicado un libro titulado Espronceda; el tema no puede ser más interesante; no hemos leído nosotros el volumen; no podemos decir cuál es el plan del libro; ignoramos cómo es tratada la obra del autor del Diablo Mundo; pero hasta nosotros han llegado noticias de que en dicho libro se maltrata un poco á Santos Alvarez, y sin que lo afirmemos por nuestra parte, este solo rumor nos va á dar motivo á unas ligeras líneas. ¿Quién es Santos Alvarez? ¿Qué representa en la vorágine romántica? Ante todo, la figura de este escritor parece inseparable de la de Larra; dos grandes humoristas aparecen en la primera mitad de nuestro siglo XÍX; uno es Larra y el otro Santos Alvarez. Y uno y otro no pueden ser más antagónicos, más divergentes en sus vidas y en sus obras. Larra es un hombre de mundo; en sus maneras, en su prurito- -un poco excesivo- -de vestir bien, suntuosamente, en su amor propio desmesurado (recuérdese la anécdota del billar, contada por su biógrafo Cortés) en todos los detalles de su vida, en fin, parece como que descubrimos un matiz de vanidad, de infantilismo propio del advenedizo. Larra había nacido en una familia modesta; poco á poco fue haciéndose un nombre literario; estudió en el extranjero; se empapó su espíritu de cierta modernidad picante y ligera; siguió leyendo más tarde los clásicos y libros nuevos franceses; reinaba entonces en España un gusto recio, pesado, sin flexibilidad y sin matices (véanse las obras que publicaba Mesonero Romanos) y el espíritu del nuevo escritor, en este medio y con tales condiciones, fue como una nota detonante, como algo desconocido y deslumbrador, como una explosión. Añádase á esto que Larra tenía

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