ABC MADRID 14-10-1905 página 1

SUSCRIPCIÓN PAGO A N T I C I P A D O POR CADA MES España, pts. 1,5o. Portugal, pts. 2. Unión Postal, 2 j 5o francos. Administración: 55, Serrano, 55, Aladrid N. o 277. MADRID, SÁBADO 14 DE OCTUBRE DE 1905 A PUBLICI DAD SOLICÍTENSE TARiFAS Anuncios económico Reclamos. Anuncios por palabras. Noticias. Informaciones. Administración: 55, Serrano, 55, Madrid NUMERO SUELTO, CINCO CÉNTIMOS EN TODA ESPAÑA t mmm Sammxme mtama Stmmmt u iimi Snmea ¡nmm onrM VOOMH VMOBOIB El A MARGARITA J debepúblico saber Jardines, 15, l ladrid A g u a Natiirnl Puri; aiitG, i) ej) iinitivM) Curativa de Píer ey, Escrófulas. lUlis, Híí ado, Catai i o 4 á. strico. etc. LA SALUD A DOMICILIO Dolores de cabeza nerviosos é indigestión nerviosa son curados, por regia general, á los 4 días de tratamiento con BORNYVAL Piíblieaíiioues y muesLras graliiílas para los Sres. 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ElBi. lOTFCA DE A B O) EL ROBO DI UN i53 íonfürd ¿Stuvicra a l a vista, y apenas hubo divisado á éste, cuanido eí de Londres apareció á toda velocidad p o r la vía opuestta. El maquinista de este último tenia la obligación, segi in el reglamento, de dar contravapor y disminuir la marcha desde ei mofiíícnto en que hubiese visto el disco, con objeto de detener el tren antes de llegar al empalme; pero c! tren llevaba una velocidad de cincuenta millas por hora (lo mismo que el otro) y e! gíiarda se puso pálido al considerar que inevitablemente se iban ¿eStrdlar y que sobrevendría una horrenda catástrofe. P o r tid ¿Hitante quedó paralizado p o r el t e r r o r pero de r e pente recordó que el nuevo aparato había sido colocado en el punto mismo de la bifurcación de las dos vías. Ho- iUMO tiempo más que para levantar la. palanca, y en seguida se levantó una pequeña barra de acero en el centro de los dos rieles. EÁ guarda, sin embargo, esperaba la llegada de ios dos t r e nes COI febril ansiedad, conteniendo la respiración y sin acertar á dame cuenta exacta de lo que pasaba á su alrededor. Diez segundos bastaron para decidir aquella situación angustiosa. Cuando! a locomotora del segundo convoy, ó sea del que procedía de Londres, llegó al sitio en que estaba colocada la barra d e acero, o y ó un sordo chirrido, vio un reguero de chispas eKtenderse á lo largo de los raíles, y cien metros más adelante el tren se paró en seco antes de llegar á la unión de las dos vías. E n o t a n t e al otro tren, al q u e no había podido hacer señal alguna, pasó delante de la caseta, aminorando algo su velocidad p o r hallarse en la proximidad de una estación. E 3 aparato de Holloway estaba, pues, probado y se había p o dido evitar un descarrilamiento que hubiera resultado terrible. Ernesto se enteró del día de su partida y se las arrcgkí de modo para tener una hora libre, con objeto de ir á despedirla á la estación. F u é en efecto, y él de pie en el andén y ella asomada á la ventanilla de su departamento, estuvieron hablando largo r a t o Ernesto había hecho una pregunta á la viajera, á la que ésta por lo visto no había contestado aún. -F a n n y ¿por qué no me dice usted que sí antes de mar charsc? -T e n g o que pensarlo; necesito estar segura de que usted lo ha pensado á su vez detenidamente y -Y o lo he pensado muy bien, por eso se lo p r e g u n t o Fanny, que asi se llamaba la joven, sonrió ligeramente é hizo un gesto negativo con la cabeza. ¿Se ha fijado usted en todas las circunstancias? -Seguramente que sí; eso no hay que preguntarlo siquiera. -P u e s ya ve usted, á mí me parece que n o Yo le hubicr? dado mi contestación más pronto si me hubiera hecho la p r e gunta hace algún tiempo; pero ahora han ocurrido varias cosa? que han hecho variar la situación p o r completo. -N o sé á qué puede usted referirse. -Y o sí. Usted ahora es rico y yo, en cambio, no tengo nada soy p o b r e Pudiera usted arrepentirse, porque- añadió riéndose- -no conoce usted mis antecedentes y no sabe t. minoco nada de mi familia. ¿Y qué puede importar eso? ¡Ya lo creo que puede imporíarl La felicidad de los dos puede depender de que usted no esté ciego en la presente ocasión para considerar las cosas tales como son. H a y p o r ahí otras muchachas de su posición de usted con las q u e ¡P o r Dios, Fanny! no diga usted tonterías- -interrumpió Ernesto irritado; -yo la amo á usted mucho más que á todas las muchachas que pueden existir en el m u n d o -E s t á bien, el tiempo se encargará de demostrar si es cierto que opina usted así; mientr. Ts tanto, tenga usted paciencia. ¿N o me du usted ninguna esperanza? N o me oromete nada cierto?