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ABC MADRID 29-08-1905 página 1
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  • EdiciónABC, MADRID
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SUSCRIPClON PAGO A N T I C I P A D O POR CADA M E S P! J B LI C I D 4 D S O L i C J T E N S E TAKiFAS Anuncios económicos. Eeclasnos. Anuncios por pa abras. Noticias. Iníormaclones. AdmÍnistraciÓ! i: 55, Serrano, 55, Madrid í M A D R I D M A R T E S 29 D E A G O S T O D E 1905 España, pts. 5o. Portugal, pts. a. Unión Postal, 2,5o francos. Admijiístrficíón: 55, Serrano, 55, Madrid N. N U M E R O S U E L T O C I N C O C É N T I M O S E N TODA ESPAÑA INSTI I UTO ROUMA I I E J A (K- X r O í l í i é S) 1 Í KLC! I Preparación para i as escuelas especiales de ingenieros. Cursos particulares para los españoles. Este año iodos admitidos. I i K I I K S i 3 AI. D I K E C T O K se admiten muebles, pianos y objetos de arte, facilitando su valor. MONTE BENÉFICO. INIMITABLE 12, R I O V r i í K A M 2 MALETAS desde 6 pts. MONTE BKNÉFIGO M A E C A L- A O- IRALDA IS. 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E s cierto q u e yp- -continuaba pensando el joven- -no he t m i d o la culpa de que nazca en mi alma esta pasión devorador a esta fiebre que me consume, que me alegra hasta lo incon- cebjble ó me sume en mortales tristezas, pero una declaración hecha á mi prima sería vergonzosa; mis labios, al dirigir á e n n y palabras enamoradas se abrasarían, y mi conciencia levantaríase airada contra mí para reprocharme mi perfidia. A mí rae toca luchar, soy el más fuerte, estoy enterado de ía imposibilidad de mis pretensiones y d e las consecuencias que sobrevendrían si Jenny aceptase mi amor. i jSi aceptase Jennyí Esta idea me alegra, me ilumina y me anonada á un tiempo; p o r saber yo que j e n n y me amaba, sería capaz de t o d o P o r desgracia, para tener absoluta certeza de ello hay necesidad de que y o haga ante raí prima una declaración formal, ¿Y cómo puedo, Dios mío, ofrecerla mi araor si tengo la libertad perdida? ¿Me amará ella? Unas veces lo creo, otras lo d u d o las más se me antoja pretensión descabellada y La otra tarde, sin embargo, cuando el sol se había hundido en él horizonte y las sombras iban cubriendo la inmensidad de las olas, me pareció que su mano pequeñuela y ñna, su mano suave y piadosa, tembló un momento eritre- la mía, grosera y áspera; ine pareció que sus- ojos, donde se reflejaba la luz de la linterna y r a n d e de proa, envolvíanme en una caricia, y que su pecho se agitaba como en mañana tranquila se riza el mar á los primer o s besos del astro del día... P e r o es imposible, fué ilusión, no realidad. Y al decir esto, E d m u n d o se, avergojízaba de lo que él creía orgullo y fatuidad, sumiéndose aún más profundamente en los dolores inaudicos que le devoraban. Rebelábase otras veces el joven, y en sus momeníos de desesperación, todo le parecía factible, sencillo, hacedero. -Tengo derecho- -se decía- -á la vida; tengo derecho á gozar de mis sentimientos, que son mi patrimonio; ante altares estúpidos lío Satrifigaré y o mi pasión, mis ilusiones, ¿Que rae importan las P o r qué en sus noches de inquietud y vigilia jurábase E d mundo unas veces posponer todo temor, dejarse arrastrar p o r sus ilusiones, p o r sus impulsos amorosos, y otras veces, cuando. su conciencia se hacía oir, prometíase no dejarse vencer, luchar hasta la muerte antes de declarar á la joven el torbellino de la pasión que hacia ella sentía? ¿Cuál era, en fin, el secreto que turbaba la conciencia de E d m u n d o que dormía en lo profundo de su alma? ¿Representaba quizá el joven consigo mismo una comedia romántica, ó había razón para que luchase entre un deber y un deseo? S í había razón, E d m u n d o era casado; su amor sólo podía p r o p o r cionar á jenny vergüenza y desho; íor; á él, confusión y r e m c r dimiento. Apenas haoia cumplido veinte años, regresaba E d m u n d o á su patria de una arriesgada expedición contra los piratas a r gelinos. N o fué el botín recogido de despreciar; al joven b r e tón tocóle en suerte una buena parte. T o c ó su barco en la isla famosa de Sicilia; allí conoció á la mujer que causó su desgracia. Inexperto y entusiasta E d m u n do, Teresina (que tal era el nombre de la esposa del marino) hábil en toda clase de engaños, sucedió con aquellos amores lo uz no podía menos de suceder. E d m u n d o gastó el dinero que en la presa le había correspondido, Teresina afectó en sus r e laciones con el joven poseer virtudes excepcionales, modestia, finura, discreción, honradez. El marino, que al principio pensó que sus amores por la muchacha serían fugaces, interesóse p o r ella demasiado y fueron incentivos de su cariño las cualidades que ella tan á ¡a perfección representaba tener. Cuando el marino se dio cuenta de que esíab. -j encendido era vulgares deseos por aquella mujer, pensó huir pretendió apartarse de ella; pero Teresina, comprendiendo que si le dejaba escapar no volvería nunca á presentarse tan buena coyuntura de matrimonio, redobló sus astucias, afinó sus artes sutiles de desmayos oportunos, de celos bien fingidos, de miradas tiernas, de tristezas, lágrimas y suspiros sacados de lo hondo de su pecho, acostumbrado á embaucar incautos, y E d m u n d o que no se sabía defender, ni mucho menos se hallaba en condiciones, p o r su jnexperisncit, de penetrar lo que significar-

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