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19/07/1905
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Periódico ABC MADRID 19-07-1905, portada

  • EdiciónABC, MADRID
  • Páginas12
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OO i S i T O O O 811 V I O I S p o r a l l i a j a s i r papeletaiSi d e l Motile X. A C A A QUE VlENOS COBRA FRIXCIPE, 6 n w n ii I V A se admiten muebles, pianos y objetos de arte, facilitando su valor. MONTE BENÉFICO, 13, MOMTEMA, I MALETAS desde 6 pts. MONTE BENÉFICO 13, MOKTEiflA, 12 O I N E K O al C O M E R C I O é industria; facilidad para el reintegro. A propietarios, con letras aceptadas, se les facilitan cantidades. Caños, 8,6 á 8. U. oiiMtes SU S í Toiníica y abre el I íi potito. 2 Laxante ¡y depurativo. 3 Pro (incoa deposición ¡natural diaria sin i dolor íii irritación 4 A b o r t a n cual I qtiier enfermedad. POMO, UNA PTA. FaPfl 33. y Arenal, 2 PARA COMPRAR JOYAS Y PLATA CON GRAN ECONOMÍA Se desea alquilar por ¡os meses de Julio, Agosto y Septiembre. ARENAL, 16 Medallas. P e n d e n f i f s Pulseras y sortijas de petición, etc. 1 i s talleres premiados en Exposición de Bellas Artes. 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Cuando volvió á la idea de la realidad, cuando pensó en la tristeza de su hogar, experimentó una sensación parecida á la del que entra de p r o n t o en un lugar frío y obscuro después de haber caminado durante varias horas en pleno sol. Con el fin de apartar de su mente la obsesión que le t o r t u r a ba, levantó la cabeza deseoso de encontrar entre los transeúntes algún rostro conocido, alguien que le pudiera sacar de aquel estado angustioso y cambiase el curso de sus ideas. No encontrando á nadie, se puso á mirar los puestos de los vendedores del muelle, tratando, aunque en vano, de distraerse con la vista de los juguetes, de los grabados antiguos y de los libros que, simétricamente alineados, se presentaban ante su vista. Cuando llegó á la calle de Lille, notó en su corazón aquella expresión y aquella tristeza q u e siempre experimentaba al acercarse á su casa. Entonces apretó el paso, deseoso d e aislarse y de buscar alguna distracción y algún alivio en el trabajo de su bufete, Al entrar en d vestíbulo, o y ó como ruido de voces en el salón. Decidido á no atender á los importunos, pasó muy despacio y sin hacer rljido delante de la puerta, cuando de p r o n t o llegó hasta él una carcajada fresca y argentina que le hizo estremecer. Susana estaba allí, y ella era la que reía de aquel m o d o Dada la situación en que se encontraba, aquella risa le hizo d a ñ o Sin embargo, atraído p o r un deseo irresistible de verla, entró. M r Termelle, Susana y un joven desconocido para él, eran los que hacían la visita á Juana. Ricardo sintió como una especie de desvanecimiento al con- muerte, y además, se lo decía á él, á Rene, con toda sencillez, con el mayor candor, sin tener en cuenta que él también era j o ven y capaz de amar y de ser amado. P o r l o visto le encontraba muy insignificante, y siguiendo así la coordinación de sus ideas llegó á sentir odio contra Juana y celos de Ricardo. La amistad entre un hombre y una mujer, jóvenes ambos, le parecía a. hora menos sencilla y menos natural de lo que había creído en un principioEmpezaba á comprender que dicho sentimiento degenera p r o n t o en otro más tierno, salvo el caso en que concurran circunstancias especiales. Juana, en cambio, absorta en una idea fija, no había visto ni había podido- ver en Rene más que á un amigo sincero y desinteresado; pero el joven, cuyo corazón estaba libre, se dio cuenta, aunque algo tarde, del riesgo que había estado á punto de correr. Ensimismado en sus pensamientos, con la cabeza baja y sin reparar en nadie ni en nada de lo que pasaba á su alrededor, llegó hasta las Tullerías, cuando de p r o n t o notó que un brazo se apoyaba en el suyo. E r a el de Ricardo, que al verle exclamó sorprendido: -Hace más de cinco minutos que corro en tu busca. ¡A h! ¿Pero eres tú? -Sí, hombre, ¿en qué vas pensando? Rene se ruborizó imperceptiblemente, y respondió: -E n nada absolutamente. Ahora salgo de tu casa. ¿N o sabías que informaba hoy? -S e me había olvidado. ¿Has visto á Juana? -S í y la he dado algunas noticias de Ceucia. ¿O c u r r e algo d e particular? -Sí, que M l l e Termelle se casa. Ahí Ricardo, que se había puesto muy pálido, apartó su b r a z o del de Rene. -S e casa con el conde de Beaumartin- -continuó Rene, -y y o he sabido dicha boda con verdadera alegría. ¿Sí, eh?

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