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ABC MADRID 04-12-1903 página 5
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ABC MADRID 04-12-1903 página 5

  • EdiciónABC, MADRID
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N tírn. 74 JL r U t K l U i c r í T A ABC DEL Di L, ÜJ J T T 7 T 1 T A Pág. 3 SS. MM. á un acto solemne verifica- Hace poco más de un año asistieron mendó al ilustre artista D. Miguel Blay que modelase una medalla conmemorativa para que sirviese de recuerdo á SS. M M Cumplido el encargo, ha sido comisionado D. Ramón Pulido para hacer entrega de la medalla. El trabajo del Sr. Blay es digno de su talento y de su fama. Con esto queda hecho el elogio de esta primorosa obra de arte. La medalla es de oro y su diámetro el que aparece en nuestra fotografía, ó fea de diez centímetros. do en Bilbao: la colocación de la última piedra del p u e r t o d e Bilbao, obra gigantesca que p p gg el genio del ilustre Churruca ha realizado. La Diputación de Vizcaya, queriendo mostrar su gratitud al Rey y su augusta madre por haber presidido acontecimiento tan magno, enco- jr -Al ANVERSO OH) A MEDALLA DE ORO C) REC! DA POK LA Vi PUT iClON 1 E VIZCAYA Á SS. MM. KI. PASADO Y I: L PRHSHNTf; l REVERSO DE LA MEDALLA: 11 (M JO, AUXILIADO POR LA CIENCIA Y POR LA RIQUEZA, DOMINANDO EL MAR EL GENERAL MATTA o motivo del próximo viaje del Rey Don. Aífonso á Lis boa, saldrá pronto de Vigo para la ría de la capital lusitana una escuadra al mando del general Matta, actual comandante de Marina de Bilbao, y exsubse retario de! Ministerio de Marina durante el último Gobierno liberal. Es el genera! Matta uro de los generales más ilustrados de nuestra Armada, y en las íieítas de la co- oración de rey Eduardo de In latsiia también mandó la escuadra que fue al Reino Unido llevando i bordo fl Príncipe de Asturias. S ¿habló mucho de un nú ider. re ocurrido á bordo. por no haberse izado el pendón EL GENERAL DON JUAN MATTA I ol. Zorr ¡H llin real; pero la verdad z ¿que no se conoció la verdad del inciden. e que, por cierto, ni tuvo importancia alguna, ni se pareció en nada á lo que se dijo. Fue aquéllo cosa de mucho ruido y pocos plafos. POR LOS TEATROS LA PRINCESA. RESURRECC 1O N NOVELA DE TOLSTOY ADAPTADA A LA ESCENA POR LOS SEÑORES jOVER Y AYUSO COMEDIA. CATALINA DÉ LA V E D A N TRADUCIDA POR LOS StÑORES FRANCOS Y LLANA teatrales de que puedo dar cuenta: de la primera con cierto involuntario retraso. En la obra, arreglada- C n mas l u e median 0 ac ert P 3 l a S cena de la Princesa, las ideas dé Tolstoy no pierden su vigor esencial: la forma cor sirva yerdacfera amplitud y hay situaciones que causan hondo efecto. E s t a s s o n las des Va resueltamente contra los modernos fatalismos científicos: deterninismo, atavismo, herencia... todo eso rueda en el amplio concepto humano de la responsabilidad. En toda culpa hay para Tolstoy un lejano colaborador, individuo ó sociedad, que contribuye á la caída. Ese colaborador no sólo se sustrae á la responsabilidad, sino que suele juzgar y condenar como cerebro y brazo de Ja Justicia. Sin Justicia y sin Amor, al caído no le queda más camino que la muerte; entiéndase bien, la muerte que nos separa de ¡a plena animalidad. ¿Ha de ser éste un estado definitivo en la vida social? No, contesta el maestro. No puede mantenerse ese estado. Así como hubo caída, deb haber esurrecci 6 n, y ésta deben prepararla los que colaboraron en la caída. La culpa no pueden borrarla sino todos los que contribuyeron á su comisión. lina huérfana cae en los comienzos de su vida. Le han tendido unos brazos para que caiga, y la juventud, la naturaleza, la divina alegría de querer, se echaron en aquellos brazos, enire los cuales se abría un pedazo de cielo. Después de! idilio, la catástrofe. Los respetos sociales, el hastío, la conveniencia, ¡a costumbre, dejaron desamparada á la mujer. La arrojaron un billete de Binco, la abrieron una puerta y la señalaron un camino. Ella llevaba un hijo... Las cosas abandonadas al borde de una pendiente, ruedan hasta el fin. Cuando se paran, es porque se acabó la pendiente. Catalina Maslowa rodó por la abyección, por la miseria, por e! vicio, hasta llegar al crimen. En el crimen se vio envuelta con más inconsciencia que voluntad. La justicia humana juzga y condena por principios establecidos; así como hay un ritual para el juicio, hay un ritual para el entendimiento. Catalina Maslowa es condenada. Ella es la responsable. ¿Y nadie más? -grita Tolstoy elevándose por encima de la ley. -Ella rodó y se hundió; pero ¿no significan nada la mano que la puso en la pendiente, la pendiente que la condujo al precipicio, el precipicio que la absorbió en su ciénaga impura? No- -dice la ley. -No tengo ningún artículo para penar á esa mino, á esa pendiente, ni á ese precipicio, en los cuales no creo. -La ley no cree, pero la mano está allí: la que arrojó el billete, la que abrió la puerta, laque señaló el camino á la amante abandonada. Uno de los jueces es el amador, un príncipe que, al ver agarrotada á su víctima, condenada á perpetua abyección y ultrajada del mundo entero, siente desplomarse en su alma muerta todo el edificio de errores é injusticias que la sostenian. Quiere reparar, quiere reedificar, quiere resucitar él también á la nueva vida de la piedad y del amor. El acto segundo es sombrío, es doloroso. En el locutorio de la cárcel se agrupan unas cuantas mujeres condenadas. La dureza del trato en contacto con aquella miseria, con aquella ignorancia, con aquella negación absoluta de todo sentimiento moral, apena y destroza el ánimo. Son ya cuerpos sin sexo, almas muertas y abandonadas. De vez en cuando brota entre el vaho del vino y del tabaco un recuerdo angustioso. Alguna madre se acuerda de sus hijos: ¡aquellos pobrecitos niños desam- parados, hambrientos, tirados por el mundo como desperdicios de la vida... ¡Dios no debiera consentir que vinieran seres al mundo para sufrir, nada más que para sufrir... para sufrir siempre! -dice una mujer de aquéllas. -Y la figura del Cristo crucificado que preside aquel cubil de protestas y dolores, parece repetir, con labios empapados en hiél, aquéllas sus ardientes palabras de amor: Dejad á los niños que vengan á mí... ¡Ay de los que ofendieren, desampararen ó escandalizaren á los niños! El príncipe llega á la prisión decidido á reparar la atroz desgracia. Quiere hacer á Maslowa su mujer: juntos en la culpa, juntos en el arrepentimiento, juntos en la resurrección. -El público se da cuenta de que no le están pintando costumbres, sino esparciendo ideas. -Maslowa rechaza aquel tardío arrepentimiento y aquella esperanza sin valor. Los que están allí, son almas muertas, embrutecidas, anegadas de odios, humilladas por la implacable dureza de los domadores; En un rincón de Siberia pasa el tercer acto. Hombres y mujeres, separados del mundo de los vivos por el desierto de nieve y por la rigidez de la Jey, se amontonan andrajosos, abrumados, codiciosos de mutuo sostén. Palabras de piedad y de esperanza se repiten en aquella austera soledad: los odios, los rencores, las impurezas, se han quedado lejos, como en otro mundo, cuya llamarada no llega á ese mundo apacible y crepuscular. La palabra perdón cae desde e! Evangelio á las almas, y desde las almas á la vida... El alma de Maslowa se va tornando blanca como la sábana de nieve que cubre las asperezas de la tierra. Es la noche de Pascua, y los condenados se aprestan á celebrar con toda la humildad de los primeros cristianos la Resurrección del Cristo. Llega el príncipe con el indulto de Maslowa: ahora sí, ahora sí podrán, entrambos purificados, emprender la nueva vida. Son otros ya; confortados, redimidos... Los dos se aman poderosamente, con vigor humano; pero Maslowa no seguirá al que ama, no abandonará á los suyos, á los pobrecitos que supieron con su propio sufrimiento redimirse. El amor es un árbol de frutos dulcísimos, con hojas de aflicción y de trabajo como decía Vives. Allí quedará al pie de aquel árbol regado con lágrimas, defendido con el calor de corazones humanos, en que hacen su nido vagas esperanzas de un mundo mejor... Y el príncipe se aleja, al fin, enternecido, ablandado por el montón de seres dolientes que se aman, mientras el Cristo resucita en aquel lívido amanecer de la Siberia... 1 a obra ha sido dirigida y presentada con todo el arte, propiedad y buen gusto con que saben hacer estas cosas María Tubau y Ceferino Palencia. La representación de ella es un señalado triunfo para María: sabe encontrar maravillosamente la nota humana que late en la idea de Tolstoy, y con perfecta maestría conmueve y sacude el alma del auditorio, que todas las noches premia con espontáneos aplausos el trabajo hondo y delicado de la gran actriz. La Sra. París, muy discreta; y el Sr. Reig muéstrase como un actor de grandes esperanzas. Las demás partes no tienen ocasión de distinguirse.

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