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ABC MADRID 01-01-1903 página 2
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ABC MADRID 01-01-1903 página 2

  • EdiciónABC, MADRID
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determinados, de influir poderosamente en el éxitodelas obras. La sentencia con que hoy en el teatro se aprueba ó rechaza una obra, no es más que la suma de opiniones individuales que fallan por impresión, acaso influidas por prejuicios y preocupaciones ajenas al arte, contrarias á la razón y funestas á la verdad; por eso el respeto exagerado al público es una especie de adulación. La prueba de que necesita quien le dirija y guíe por el intrincado laberinto que forman las distintas manifestaciones dramáticas, viejas y nuevas, anticuadas y novísimas, está en que todavía no se ha establecido la línea divisoria que separa el verdadero arte dramático, reflejo artístico de la vida, y el r. iero arte teatral de interesar ó entretener al espectador; cosas harto diferentes, pues para lo primero hacen falta dramas y comedias con caracteres reales, y para lo segundo bastan ingenios hábiles y empresarios rumbosos. Es verdaderamente notable que estando ya en España la novela de aventuras y mera imaginación destronada por la de caracteres y costumbres, no haya repercutido en la escena con mayor fuerza ese triunfo de Ja verdadVarios han sido Jos autores que en distinta medida y con diversidad de facultades han Juchado para ello: algunos, cuyos nombres no hace falta citar, han conseguido grandes triunfos; y á pesar de todo, el público no acaba de distinguir lo artístico de lo artificioso. Hasta se puede afirmar que está hoy enteramente desonentado y que sus sentencias se contradicen. Obras que fueron delicia de nuestros padres, ahora le parecen candorosas y pálidas; ya no transije, y en esto considero que hace bien, con la comedia de levita y enredo escrita en verso; dramas que alcanzaron de un tirón cuarenta representaciones, no conmueven á los mismos que entonces las aplaudieron: ¡qué viejo se ha hecho esto! suelen exclamar al concluir cada acto. Pero al mismo tiempo rechaza el público ciertas novedades, ya de estructura, ya de forma, que tienden á renovar la producción dramática. La comedia de costumbres y caracteres presentados con la tranquilidad y reposo que generalmente reina en la vida, sin grandes conflictos, aunque esté impregnada de verdad y de fuerza poética, parece fría: si en ella dominan los tipos cómicos, se la califica despreciativamente de sainete: si los afectos no llegan á provocar algo extraordinario y tremendo, se dice que aquello es gris, y que allí no sucede nada. En resumen: ni el público sabe lo que quiere, ni muestra predilección determinada. Se apasionó, con razón, en su tiempo por lo romántico: aplaudió con justicia la comedia bretoniana; luego se dejó seducir por falsos dramas históricos, donde la verdad era lo menos, y por comedias de costumbres, donde todo era convencional; pareció aceptar, más tarde, tendencias realistas envueltas en magníficas vestiduras románticas; ha llenado los teatros donde compañías extranjeras representaban idealismos exóticos y nebulosos que repugnan al temperamento vivo y naturalista, en el más alto sentido de la palabra, que es propio de la raza; y ahora, como sí esta variedad de formas y estilos no le hubiera enseñado nada, nadie puede indicar á ciencia cierta qué es lo que nuestro público prefiere. A lo que hay aquí afición grandísima es á ir al teatro como punto de cita y reunión elegante; pero la verdadera afición á la literatura dramática, ¿dónde se muestra? ¿en qué se conoce? Los días de moda teatro Heno, hágase lo que se haga; los demás, para tener buenas entradas, es preciso dar con una obra excepcional, de esas que se producen muy de tarde en tarde. Dejando á un lado esta falta de entusiasmo, quizá los vicios capitales de nuestro público sean la frivolidad y la impaciencia; doble rastro que tras sí ha dejado el repertorio que se funda exclusivamente en el interés de la acción. Triste es confesarlo; pero no atrae, no deleita en las obras el modo de nacer, modificarse y estallar los afectos, ni el por qué y el cómo suceden las cosas; lo que impresiona no es lo que goza ó sufre un alma hasta alcanzar un bien ó sufrir un daño, sino el hecho mismo de quedar triunfante ó vencida, lo meramente externo y material de la acción, es decir, lo menos artístico. Todo lo que consista en exponer el desarrollo de un sentimiento, una pasión, una virtud ó un vicio; explicar sus fases, seguir sus vicisitudes, pintar sus alteraciones para que luego las consecuencias, por lógicas, persuadan, ó por intensas conmuevan, es para nuestro público dilación enojosa y aplazamiento intolerable. En c nto lo episódico adquiere la importancia á veces necesaria para crear fondo y ambiente á lo principal, el auditorio se distrae, y, como suele decirse, se sale de la obra. Apenas dos personajes dan al diálogo la amplitud precisa para justificar su conducta y hablan de sí algo que no parezca íntimamente ligado á lo que entre ellos está pasando, el público siente fatiga y deja de seguirlos atentamente. Hay en el lenguaje vulgar, de telón para adentro, una frase que compendia esto perfectamente. Se lee, por ejemplo, un drama: autores y actores, deseosos de asegurar el éxito y conocedores del público, procuran á todo trance suprimir cuanto temen que pueda aflojar en lo más mínimo la tensión de espíritu considerada indisr znsable para que el interés se mantenga vivo. Entonces, todo momento en que no sucede algo grave, todo diálogo que no implica ejecución inmediata, todo detalle por bien observado ó por poético que sea, se les antoja inútil, largo; dicen esto pesa, y lo quitan; quedan los caracteres pintados exclusivamente por sus actos, las situaciones dramáticas reducidas á la condición de sucesos incompletamente preparados, ó cuyas consecuencias, por no estar razonadas, pecan de inverosímiles; y prevalece la acción seca, escueta, pelada; la comedia se convierte en juguete sin más atractivo que la gracia del diálogo, y á la verdadera pintura de las pasiones sustituye, mejor ó peor disfrazado, el melodrama, que es la manifestación menos artística de cuantas caben en la escena. En ese miedo á lo que pesa, en ese horror á la justificación de los afectos, está fundada la falta de verosimilitud de nuestro teatro contemporáneo, y ese es el principal escollo con que luchan los buenos actores, que rara vez consiguen impresionar hondamente, porque no es posible expresar bien movimientos de ánimo y explosiones de pasión á cuyo modo de formarse ha permaneci- do ajeno el espectador. Por ese camino no tendremos teatro de ideas, que en cierta medida y adaptado á las condiciones de la raza podríamos tener, ni dramas ó comedias de hermoso realismo, como algunas que hoy se escriben en Italia y en Francia. No son, pues, los autores los que andan más extraviados, sino el público, que se niega á tener con ellos la paciencia, la calma y la tolerancia que despliega en cuanto viene una compañía extranjera. Entonces es el tolerar caracteres borrosos, situaciones interminables, detalles minuciosos, crudezas de palabra y hasta indecencias sin pizca de arte. JACINTO OCTAVIO PICÓN A TRAVÉS DE LA FRONTERA. COSAS DE LOS YANQUIS que no sepa más el Sr. Abarzuza, nuestro ministro de Estado. Permíteme, pues, que bese tu mano, y hasta luego. Dispensa; no has contestado toda ¡El mismísimo demonio son Jos norteamerica- vía á mi pregunta; ¿qué planes tienes para esta nos! ¿Qué dirán ustedes que se les ha ocurrido con tarde? motivo de la detención de los Humbert? ¿Pagar- ¿Yo... ninguno. Tal vez, si me siento con todas sus trampas? Eso sería muy generoso, pero ánimos, dé en el Velódromo cubierto mi primera poco yanqui. lección de bicicleta. ¡Explotar á la dichosa y bienaventurada familia- ¿De bicicleta? ¡no! en calidad de fenómeno! ¿Acaso olvidas, amigo mío, que me la ha reBarnum, el celebérrimo empresario de toda cla- comendado el doctor para adelgazar? se de espectáculos, ha enviado un representante á- ¡La bicicleta no! ¡mil veces no! París para contratar, no á toda la familia Hum- ¿Pero qué tiene de peligrosa? bert, porque lo probable es que se opusiesen los- ¿Ignoras por ventura que uno de los motivos Tribunales, pero sí á Eva Humbert, la infeliz jo- principales de la sublevación contra el Sultán de ven que hasta ahora viene corriendo igual suerte Marruecos es que éste montaba en bicicleta? que sus papas, sin tener arte ni parte por su edad, -Lo ignoraba en absoluto. ¿Pero soy yo acaso por sus sentimientos y por su manera de vivir, en Abdulaziz con todas sus mujeres? los estupendos timos de que son autores los que- ¡Que disparate! Eres mi mujer, mi única también lo son de sus días. mujer, me complazco en decirlo, pero no quiero que Supone Barnum, y supone bien, que Eva que- montes en bicicleta. En esto soy de los moros antidará pronto en libertad. Lo que no supone, lo guos, de los clásicos, de los tradicionales, ¡de los que no puede suponer, porque para eso es comer- sublevados! ¡La bicicleta puede costarle el trono ciante y empresario, y sobre todo yanqui, es que al Sultán de Marruecos y á mí la felicidad conla joven, abatida por la desgracia, no tendrá ga- yugal! nas más que de llorar. En una palabra: que no es- -Pero, amigo mío... tará el horno para bollos. -Puesbien, sabelotodo. No se trata ya de AbdPero el espíritu yanqui no entiende de senti- el- Azis. Se trata de la princesa Luisa de Sajonia. mentalismos, ve un negocio en la exhibición de ¿Sabes tú como empezó á faltar á las leyes de la Eva Humbert como fenómeno, y la propone un etiqueta cortesana y. á las demás leyes? ¡Monviaje de once meses por los Estados de la Gran tando en bicicleta! Millares de veces le reprochaRepública. ron su entusiasmo por ese antipático chisme. ¡Y al ¿Precio? Barnum no repara en cosas de tan poca fin, ya lo ves, se hizo un jirón que no hay quien monta. La paga será espléndida, porque el nego- lo zurza! La bicicleta es un aparato fatal para las cio, á su juicio, lo será también. testas coronadas. A Abd- el- Azis le cuesta el trono Lo malo para el audaz empresario es que Eva, del Mogreb, á la princesa real de Sajonia el suyo, la víctima inocente del gran escándalo, ha manifes- y yo te prohibo que montes en bicicleta, porque... tado propósitos de hacerse hermana de la Caridad. ¿Por qué? Concluye... Esto no sería, de seguro, un inconveniente para- ¡Porque no quiero ser testa coronada! Barnum. Al contrario, sería un atractivo más. -Está bien; no hablemos más; renuncio á la Eva, en fin, se ha de negar á explotar su des- bicicleta. Seguiré engordando como los días de gracia, el deshonor de su familia, el cautiverio de moda del Español. A propósito de teatros, ¿qué los suyos. Pero Barnum insistirá. Eso es lo yanqui. se dice en tu Club de los Tiijos artificial s? Sería muy hermoso para él poder llevar ala po- -Nada, absolutamente nada. Cada cual se bre joven como se lleva un animal raro de feria ocupa de los suyos... en feria y poder exponerla previo pregón que di- -Pero si te pregunto por los de la Comedia. jese, por ejemplo: ¡Adelante, señores, adelante! ¡Cómo! ¿En la Comedia hacen eso? Fenómeno nunca visto. Joven bella, distinguida, -Naturalmente, tomándolo de un pensamiento sentimental, romántica, víctima inocente de su des- alemán. castada madre, la mayor ladrona del mundo! ¡Ade- ¡Lo que discurren esos alemanes! lante; á medio dollar la entrada... -Y el público, según parece, se ríe á mandí ¡Qué edificante, qué grandioso, qué civilizador bula batiente. es todo lo yanqui! ¿verdad? ¡Qué falta de humanidad reírse de los hijos, sean naturales ó artificiales! Ahí tienes tú: jamás me reiré yo de los nuestros. ¡Pobrecitos! Dime, ¿cómo van de sus estudios? -Iban bien; yo estaba contenta, pero ha sido preciso cambiarles de profesor de francés... Esta tarde debe venir el nuevo. DIÁLOGOS CONYUGALES DE LA SEMANA- ¿El nuevo? ¿Y cómo se llama? -Mr. Bordure; un nombre rarísimo. ¿Al Club ya? -Tráeme el Diccionario, amiga mía. -Sí, al Club; ¡naturalmente! ¿Y tú qué planes- ¿El Diccionario? tienes para esta tarde? -Sí, el Diccionario franco- español. Bordure, ¿Yo? Escucha. ¿Supongo que no tendrás Bordure: veamos. Aquí está Bordure: marco, ribetanta prisa en ir al Club para seguir hablando de te, jirón. ¡Basta! Despídelo en cuanto llegue. Mad. Humbert? ¡También eso! ¿Habrá mujer más desventu- ¡Bah... ¡Una histérica! rada que yo? ¿Y en qué quieres que emplee esta- ¿Nada más que una histérica? tarde tristona y desapacible? ¡Dios mío, qué mal- -Bueno, una jamona. Parece mentira, amiga empieza el año! mía, que aún te preocupe eso. En el Club no ha- -Tengo una idea para ti, verás; en cuanto llegue blamos ya de Mad. Humbert. Ha pasado... arras- al Club te mando el tomo XI 11 de las obras de trada por su respetable edad. Fíjate en cómo sa- Lope de Vega, editadas por la Academia Espalió de Madrid y en cómo llegó á Francia. Al par- ñola. Leyendo ese libro te evitas el aburrimiento. tir de la estación del Norte, pusieron el sleeping Silvela, el mismo Silvela, mientras se dispone á goque la conducía á la cabeza del tren. Al llegar á bernarnos seriamente, anda repartiéndolo por alcáHendaya iba á la cola. Por el camino se le rom- zares reales y palacios principescos. pió al vagón el freno automático ó la partida de- ¿No es Silvela el presidente del Consejo de bautismo. A la actualidad le sucede muchísimas Ministros? veces eso. Y á la actualidad de una jamona, ¡siem- -Claro está; pero ahora se ha metido á reparpre! Así pasan las glorias de este mundo... todas tidor, con el fin de aprovechar, sin duda, los aguien tren expreso. En el Club hablamos de cosas más naldos de Pascuas. recientes... ¡Qué hombre más ambicioso! Pero no te mo- ¡Ah! sí; de la cuestión de Marruecos; de se- lestes en mandarme el tomo de Lope; no tengo guro que os preocupa muchísimo la suerte del ganas de lecturas. Además, el número XIII es mal sultán. número. Prefiero aburrirme sin... lunes clásicos. ¡Desdichado Abd- el- Azis! -Está bien. No desperdicia usted ocasión de- ¿Ves cómo adivino yo los temas de vuestras mostrarse ingrata conmigo. Beso á usted los pies. conversaciones... entre hombres solos? ¿Cuántas- -Yo no le beso á usted nada; pero no leeré á mujeres tiene? Lope. ¡Año nuevo y empezamos riñendo! ¿Quién? -Imagínese usted cómo recibirá al año el Sul- -El Sultán de Marruecos. tán de Marruecos, derrotado y riñendo con sus in- ¿Pero cómo quieres, hija mía, que esté yo numerables mujeres. ¡Y gracias que ha salido de enterado de ello? Sé únicamente que le han de- Madrid con varios amigos para echarle una mano rrotado cerca de Tazza, y que el porvenir de Es- el ilustre hombre público Sr. Canalejas! paña debía estar al otro lado del Estrecho. ¿No JOSÉ DE ROURE te parece demasiado saber? Pues es muy posible EL SANTO NUDO Trrmnii n- nr iii imiiitfiiTii Q ÍITC ÍTUnon 1 sr

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