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ABC CORDOBA 29-11-2018 página 14
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14 OPINIÓN VIDAS EJEMPLARES PUEBLA JUEVES, 29 DE NOVIEMBRE DE 2018 abc. es opinion ABC LUIS VENTOSO AZUCARILLOS Algunos países se enorgullecen de lo suyo hasta tomando el café, aquí... H ACE un par de fines de semana paseamos por Viana do Castelo, una bonita ciudad de 90.000 habitantes del Norte de Portugal, a unos 50 kilómetros de la raya del Miño. Viana está clavada en el estuario del río Limia, con el monasterio de Santa Luzia, de curiosos aires bizantinos, dominándola desde lo alto de una montaña verde. En su día, antes del ascenso de Oporto, Viana fue importante puerto de entrada de mercancías coloniales, lo que explica tantos edificios munificentes, algunos auténticos palacios por redescubrir. Cuando viajo a Portugal siempre siento lo mismo: un cóctel de admiración y muermo. Su tranquilidad resulta muy grata y también la educación de la gente (al menos mientras no abusan de la prosopopeya) En general, sus pueblos y ciudades lucen mejor preservados, porque al haber crecido con menos vigor no han cometido las tropelías de nuevo rico que han convertido en adefesios los ensanches de tantas urbes españolas. Pero pasado el entusiasmo inicial empiezo a percibir el Portugal que me suscita dudas. Se come peor. A las ocho de la tarde las calles mueren, sin nada equiparable al relajo del chateo. Y sobre todo, una melancolía lánguida y plomiza embarga el ambiente, en buena medida porque la economía dista de tener la pujanza de la nuestra. Faltan oportunidades. ...Y sin embargo, Portugal nos da sus lecciones. Tomando el café en un restaurante de Viana me puse a juguetear con los sobrecitos del azúcar mientras hacíamos la tertulia de sobremesa. En uno de los sobres vi una foto de soldados en la Primera Guerra Mundial que me llamó la atención. En otro, el retrato en sepia de un hombre engominado: Capitào Monteiro Torres. Morto en combate aéreo. 20 novembro de 1917 En el reverso se explicaba la razón de las fotos: eran el homenaje de una firma cafetera a los portugueses que lucharon en la Grande Guerra destacando en capitulares que hace cien años los combatientes lusos se mostraron leais, bons e intrépidos Casi me entraron ganas de aplaudir: hete aquí un pueblo con memoria, orgulloso de su pequeña- gran historia, que tiene presentes a los héroes anónimos que se sacrificaron por su país. Y entonces me quedé pensando algo desolador: si aquí se lanzase una iniciativa similar azucarillos de café con fotos y grabados de militares españoles la idea sería rápidamente tachada de facha y franquista incluso aunque fuesen soldados del XIX, o del XVI. Estamos viviendo la importantísima visita a España de Xi Jinping, que aspira a ser el dictador vitalicio de China, la inminente primera potencia. El mandatario cruzó ayer Madrid con su séquito rumbo al Ayuntamiento, donde recibió las llaves de la capital. Nada más saber que aparecería, las avenidas se llenaron de orgullosos ciudadanos chinos, que saludaban contentos y con banderas a su presidente. ¿Saldría la colonia española a las calles de París o Berlín a saludar con banderas el paso de sus Reyes? Probablemente no. Somos un país tan maravilloso como acomplejado. Somos tan retorcidos que cuando España ganó un Mundial aquí lo correcto y lo que molaba era llamarla La Roja no nos fuésemos a tiznar con el nombre de nuestro país. Algún día se nos pasará esta tontuna. CAMBIO DE GUARDIA GABRIEL ALBIAC VAE VICTIS! China es nuestra vergüenza. No, nadie va a alzarle la voz a su banquero Í, ¡ay de los vencidos! Vae victis! Los despotismos victoriosos generan, por igual, admiración y envidia. China es la más exitosa de las dictaduras que han transitado del siglo XX al XXI. Con un rasgo de inteligencia que fue ajeno a su predecesor, el Imperio Soviético. Los dirigentes de la URSS pensaban vencer un día al enemigo occidental mediante intervenciones militares. Y a prepararlas dedicaron lo mejor de su industria y de su economía. Al final, la dimensión faraónica de esos gastos bélicos fue junto a la colosal incompetencia la soga que estranguló a la URSS. Que, antes de implosionar en un espectáculo de desmesura y horror sin precedente, había tocado ya fondo en lo económico. Los dirigentes chinos no aspiran a destruir militarmente a Occidente. Buscan comprárselo. En buena parte, ya lo han hecho. Al altivo cinismo de Hillary Clinton en sus años de secretaria de Estado debemos la mejor formulación de eso. Alguien le está inquiriendo sobre el papel de los Estados Unidos en la defensa de la democracia para el pueblo chino. Clinton responde. Con el desdén de quien condesciende a echar diamantes conceptuales a un imbécil. ¿Sabe usted? Nadie se dedica a echarle broncas a su banquero Y China, a esas alturas, era ya el banquero de Occidente. Incluidos los Estados Unidos de Obama. De Europa y, en ella, de España mejor no hablar para no morir de vergüenza. S ¿En qué se cifra el éxito actual de China? En haber hecho añicos un dogma tan benévolo cuanto inconsistente: el que pretende que libertad y progreso económico van necesariamente juntos. Desde que el sanguinario Deng Xiaping trituró a la sanguinaria banda de los cuatro y luego a los ingenuos estudiantes de Tiananmén, en aplicación virtuosa del lema tan admirado por Felipe González qué más da si un gato es blanco o si es negro, con tal de que cace ratones China ha acometido, hasta sus últimas consecuencias, algo que Lenin sugiriera en los duros años veinte de la NEP. Él lo llamaba capitalismo de Estado Los chinos no utilizaron nunca esa expresión. Tal vez por eso, pudieron ponerla en obra sin gran problema. Consiste en convertir al Estado en patrón único. Y hacer que toda la economía nacional funcione como un holding de empresas capitalistas aceradamente centralizadas. Se requiere para eso un despotismo sin límite. Pero tal cosa, en China, no plantea problemas; no los ha planteado nunca. Desde los exterminios masivos de la Revolución Cultural hasta los actuales campos de trabajo, la vida sale muy barata en el Imperio del Centro Apenas nada sabemos del genocidio permanente que sigue su camino en el inaccesible interior de China. Sólo muy de vez en cuando el asesinato de Liu- Xiaobo, por ejemplo la notoriedad del asesinado hace que llegue hasta nosotros su nombre. Lo demás es silencio. Entre otras cosas, porque queremos que lo sea. No es demasiado agradable estrechar la mano ensangrentada del banquero que compró nuestra deuda. No es muy jovial pedir inversión y negocios al hombre bajo cuya disciplina se perpetra en África la más implacable matanza de un continente que de matanzas imperiales sabe demasiado. Sonreímos y callamos. Con un poco de suerte, tal vez el huésped acabe por ser generoso. China es nuestra vergüenza. Seguirá siéndolo. De la muerte y la esclavitud en su inabarcable territorio depende demasiado nuestra supervivencia. Lo mismo pasa con las tiranías del Golfo. No, nadie va a alzarle la voz a su banquero. ¡Ay de los vencidos! Vae victis!

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