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ABC CORDOBA 18-11-2018 página 72
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ABC CORDOBA 18-11-2018 página 72

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72 CULTURA DOMINGO, 18 DE NOVIEMBRE DE 2018 abc. es cultura ABC BALTHUS Viaje a la montaña mágica del samurái ermitaño La viuda del pintor nos abre las puertas de la casa y su estudio en los Alpes suizos, donde pasó sus últimos 24 años NATIVIDAD PULIDO ENVIADA ESPECIAL A ROSSINIÈRE (SUIZA) l 18 de febrero de 2001, once días antes de cumplir los 93, fallecía Balthasar Klossowski de Rola, Balthus, en el Grand Chalet de Rossinière, en el cantón suizo de Vaud, morada de este pintor ermitaño con aspecto de viejo samurái durante los últimos 24 años. Le habían trasladado desde el hospital de Lausana, porque quería morir en ese paraíso perdido entre las montañas de su infancia en los Alpes suizos, donde fue feliz. Por la noche pidió que le llevaran al estudio. Se sentó en el desvencijado sillón donde había pasado tantas horas meditando, siempre con un pitillo en la boca, sobre la obra que estaba pintando, sobre el arte, sobre la vida, que se le escapaba. Ya apenas veía. Hay que seguir repetía como un mantra. Sabía que era el final. Quería por última vez oler los pigmentos, escuchar el ruido de la vieja estufa zumbona. A la mañana siguiente falleció. Lo cuenta su viuda, la condesa Setsuko, que, a sus 76 años, parece salida de otra época. Elegantemente ataviada con un precioso kimono (Balthus también los lucía) recibe afablemente en las puertas del Grand Chalet a un grupo de periodistas españoles que, de la mano del Museo Thyssen, viajamos hasta Rossinière siguiendo las huellas de Balthus. Con generosidad, Setsuko nos invita a que, antes de que oscureza, visitemos aún con luz el estudio de Balthus, un cobertizo anexo a la casa. Husmeamos a conciencia, como ávidos sabuesos, cada rincón de ese lugar sagrado. Ahí están E sus paletas, pinceles, tubos de pintura, el viejo sillón, los caballetes, sus gafas, libros de arte, un paquete de cigarrillos, un cenicero aún con las colillas... Es como si el tiempo se hubiera detenido en este lugar tras la muerte del pintor. Setsuko lo conoció en 1962, cuando Balthus viajó a Japón para organizar una exposición. Ella tenía 20 años, él 54. Descendiente de una familia de samuráis, era estudiante de periodismo. La llama no tardó en prender. Recuerda de él su mirada feroz, penetrante, que la fulminaba cuando le interrumpía en el taller: Era una línea roja que no podía atravesar. Contrastaba con la suavidad y dulzura con las que usaba el pincel No se arrepiente de haber sacrificado su carrera (ella también es artista) por estar a su lado: Era un genio Una capilla en su honor En sus últimos años le ayudaba a mezclar los colores. Despacio, con delicadeza. Recuerda la ceremonia del té. Momento mágico que capturó Wim Wenders en un documental, En el estudio de Balthus que se proyecta en la Capilla Balthus, un espacio dedicado a la memoria del pintor en el centro de Rossinière. A pocos metros, su tumba, muy sencilla. Junto a ella, una maceta de crisantemos. La lápida reza: Balthus. Conde Balthasar Klossowski de Rola, 19082001 No hay epitafio alguno. Una placa recuerda que allí reposa el pintor y algunos de los honores que tuvo. Perfecta anfitriona, Setsuko ha preparado té y bizcochos, dispuestos sobre una mesa impecable. También exploramos el interior del Grand Chalet, aunque la madera del suelo que cruje a nues- tros pasos nos delata. Por allí ronda el mayordomo filipino. Recorremos la biblioteca, el salón, un dormitorio, otro estudio, la cocina, donde hay, cómo no, un gato sobre la mesa... Algunas de sus obras inacabadas, un dibujo de Morandi, un retrato de Setsuko dedicado por CartierBresson, figuras de arte oriental, una foto con el Dalai Lama... conviven con dibujos de sus nietos. Es la casa familiar, pero también sede de la Fundación Balthus. Su hija Harumi, diseñadora de joyas, gestiona los derechos de autor. Setsuko, la autentificación de las obras. Proseguimos la charla con la condesa en un salón que aún conserva la chimenea original de azulejos. Nos dice que es el Salón Víctor Hugo. Fue la habitación donde el escritor durmió cuando el Grand Chalet era hotel. Por allí también pasaron Voltaire, Goethe... Creado en el siglo XVIII como un lugar para conservar quesos, es el edificio de madera más grande de Suiza (27 por 19,5 metros) En su fachada, con 113 ventanas, hay 2.800 letras cinceladas con inscripciones. Balthus y Setsuko sentían que siempre les En la intimidad. Arriba, Balthus en su estudio en Rossinière, donde pasaba largas horas pintando y meditando. Abajo, el artista con su esposa, Setsuko, y su hija, Harumi, en el Grand Chalet, retratados por Bruno Barbey en 1995 BRUNO BARBEY MAGNUM PHOTOS CONTACTO Un templo sagrado Fundación Balthus. La casa es la residencia familiar, pero también sede de la fundación Su viuda. Setsuko se despide en la puerta del Grand Chalet tras nuestra visita El estudio. Balthus instaló su taller en un viejo cobertizo, anexo al Grand Chalet

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