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ABC CORDOBA 16-10-2018 página 71
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ABC MARTES, 16 DE OCTUBRE DE 2018 abc. es cultura CULTURA 63 A la izquierda, junto a Welles, su segundo marido y el que la hizo más feliz Junto a estas líneas, en Las modelos a la derecha, con Fred Astaire ABC ABC ABC La nueva Rita vino a marcar un punto de inflexión entre la fascinación de la femme fatal de Marlene Dietrich y la liberación no exenta de fragilidad de Marilyn Monroe explica Miguel Losada en Nunca hubo una mujer como Rita Hayworth (T B Editores 2018) otro de los libros que se publican por el centenario de su nacimiento. Porque, detrás de una de las más grandes estrellas producidas por Hollywood, de esa frívola imagen de sex symbol que le granjeó Gilda había una mujer frágil e insegura, que se escondía detrás de hombres atraídos por su físico que anulaban u obviaban su voluntad. De ahí su mítica frase, preludio de sus cinco matrimonios fracasados: Los hombres se van a la cama con Gilda y despiertan conmigo El único hombre que la hizo feliz fue Orson Welles, para quien fue una de esas mujeres de las que la cámara se enamora y convierte en inmortales pero de la que terminó aburrido. Gilda la convirtió en la mujer más deseada de todos los hombres, menos de su marido. Si aquello fue felicidad, cómo sería el resto de su vida llegó a decir Welles, más preocupado en conquis- Vida de película La primera princesa Se casó con el playboy Alí Khan. En vez de darle estabilidad la convirtió en la primera princesa de Hollywood. Alzhéimer El errático comportamiento al final de su carrera no fue consecuencia del alcohol, sino del alzhéimer, que tardarían 20 años en diagnosticar. Pasado español Aunque la americanizaron, cambiándole el nombre y tiñéndole el pelo, sus raíces estaban en Andalucía. Su mítico papel en Gilda ABC le dedicó portadas y páginas a su vida en España tar a coristas y tener aventuras con otras actrices, como Judy Garland, que de atenderla a ella. Tras este divorcio, se cobijó en el playboy real Alí Khan, cuyo matrimonio la convirtió en la primera princesa de la meca del cine. Y todavía pasó dos veces más por el altar, con Dick Haymes y James Hill, sin sentar cabeza. Vendiendo con una sonrisa su fama de icono erótico pero desechando esa etiqueta en privado, se refugió en el alcohol. Incapaz de recordar los diálogos y susceptible a cambios de humor repentinos, cerró su idilio con Hollywood, el más largo y tormentoso de su vida. Y aunque muchos veían en la pelirroja a un juguete roto desgastado por las rupturas y la bebida, lo que en realidad padecía era alzhéimer, enfermedad de la que murió a los 68 años. Unos años antes, cuando Welles la visitó y la besó en la mejilla, no le reconoció. La sangre se me heló en las venas dijo él. Entre tantas vidas, Rita, Gilda o Margarita Carmen Cansino... olvidó también quién era. OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE LO CONTRARIO A UN DÉJÀ VU P uesto que Rita Hayworth es una de las más grandes estrellas que ha producido Hollywood, el mundo, que celebra ahora el primer centenario de su nacimiento, lo sabe ya todo de ella, de su vida y de su obra cinematográfica. Y ese todo incluye, naturalmente, lo cierto y lo incierto (no es preciso aclarar que lo incierto y lo falso no son sinónimos) Parecida contracción y diseño que hizo Hollywood con su nombre, Margarita Carmen Cansino Haworth, quitar lo superfluo para que aparezca la estrella, es lo que habría que hacer con su compleja existencia y su espesa filmografía para obtener un resultado feliz y acorde con la idea de una diva. No fue una niña, ni mujer, ni actriz feliz, no quiso a su padre, ni a la mayoría de sus maridos ni a la mayor parte de sus películas. Encontró, o le encontraron, una magnífica puerta por la que entrar a las películas y, una vez en ellas, exprimir al máximo todas esas virtudes que mejor sabe leer una cámara: fuerza, belleza, exotismo, doblez, promesa, turbiedad, especias, calculada ingenuidad... Aparece en el plano, en la historia, la figura de Rita Hayworth, y todos los déjà vu están por ver, y cualquier línea prevista del guion puede ser reescrita sobre la marcha. Y su primera gran película, Solo los ángeles tienen alas es una lección magistral al respecto: entra a la mitad de un argumento que no la espera, cuando ya están los roles de comedia, drama y romance repartidos, y solo necesita bajar una escalera para que uno se dé cuenta de que ya hay otra historia allí, la quie- ra contar o no el guionista. El mundo la recordará siempre, naturalmente, por Gilda y por su descomunal talento para confundir tejido con intención (nunca un guante desnudó tanto) o por su otra única incursión en el cine negro que es La dama de Shanghai en la que su entonces marido, Orson Welles, la desnudó por completo de su escandalosa cabellera, desgildándola pero añadiéndole morbo y fatalidad... La Columbia la volvió a encorsetar de Gilda tras su desventura matrimonial con el príncipe Alí Khan en una especie de Cara B del personaje en La dama de Trinidad también con Glenn Ford (cinco películas juntos) uno de los pocos hombres que le fue amistosamente fiel hasta el final. Por cierto, nadie sabe cuándo situar el final de Rita Hayworth, pues el mundo confundió en ella alcoholismo y alzhéimer durante casi veinte años. Entre los personajes aciagos de su película personal hay un trío estelar y que forman ese grumo entre lo cierto y lo incierto de su infeliz vida: su padre, Eduardo Cansino, del que se cuentan historias (Orson Welles, incluido) terribles de abusos; el jefe de la Columbia, Harry Cohn, un tipo despiadado que manejó su carrera profesional (al entierro de Cohn acudió todo el mundo, fue uno de los más grandes acontecimientos que vio Hollywood; y el humorista Red Skelton lo clavó: Dale al público lo que quiere, y acudirá en masa (magnífica anécdota encontrada en El universo de Rita Hayworth reciente publicación de Notorius. y su cuarto marido, Dick Haymes, un embaucador profesional. Lo mejor, pues Ford, Astaire, Cary Grant, Pal Joey Cukor, Gene Kelly, Welles... en fin, y del resto mucho es maquillaje.

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