ABC CORDOBA 09-10-2018 página 6

6 ENFOQUE MARTES, 9 DE OCTUBRE DE 2018 abc. es ABC Adiós a Montserrat Caballé La traición y la ausencia GABRIEL ALBIAC La abadía de Ardenne, en Normandía, fue construida a partir del año 1121. Y es una de las tantas arquitecturas religiosas que la Revolución dejó vacías y devastadas. En 1995, la República Francesa concibió para ella un nuevo uso a la medida de su perdida grandeza: hacerla sede del IMEC, ese Instituto para la Memoria de la Edición Contemporánea cuya misión es archivar todo cuanto sobreviva a los autores patrios: bibliotecas personales, correspondencia, manuscritos, notas de trabajo... La gótica iglesia abacial es hoy la gran biblioteca que recoge todas sus bibliotecas; bajo ella, una galería de túneles climatizados protege primorosamente los manuscritos; las naves colindantes dan alojo a investigadores y coloquios. Todo está al servicio de una idea que se sabe piedra fundacional de la República desde su fundación. La formuló Condorcet en el verano de 1789: la obra de los grandes hombres sin excepción de ideología o de creencia es patrimonio de la nación; sin ese patrimonio espiritual, la nación no existe. En la Abadía de Ardenne, el verano pasado, conversaba yo con un par de colegas franceses, durante una pausa del coloquio dedicado a conmemorar el centenario de Louis Althusser, cuyos manuscritos allí se conservan. En suma, me limité a expresar mi envidia. La tradición es sagrada para Francia. Y como cosa sagrada se preserva: porque nada que haya contribuido a hacer grande a la nación puede la nación permitir que se disipe. En España, un escritor que muere es borrado de la memoria en modo casi instantáneo. Y sus cenizas se aventan. Igual sucede en todos los campos. Jean D Ormesson y Johnny Halliday murieron el mismo día. Claro está que su aportación a la cultura francesa es muy distinta. Pero ambos, cada cual en su nivel y territorio, dieron brillo a Francia. Y, en esa exacta medida, Francia los recoge a su muerte. Bajo las formas distintas que configuran un homenaje nacional o bien un homenaje popular protocolos diferenciados de una misma acta de deuda. Así se hizo después con Aznavour. Lo que con Caballé, en España, no se ha hecho. Lo que, en España, rara vez se hará con nadie. ¿Qué gratitud institucional da nuestra patria a sus verdaderamente grandes cuando mueren? Ninguna. Y, tras ello, hay una realidad honda y terrible: el primordial desprecio hacia la obra bien hecha. Pero la obra bien hecha es España. Debería serlo. Si es que España significa aún algo. CULTURA EFE Sobre estas líneas, Montse Caballé, sobrina de la soprano, agradece las muestras de pésame. A la izquierda, Montserrat Martí sale del tanatorio donde fue velada su madre