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ABC CORDOBA 07-10-2018 página 59
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ABC DOMINGO, 7 DE OCTUBRE DE 2018 abc. es internacional INTERNACIONAL 59 En medio de esas frustraciones surgió el candidato alternativo Bolsonaro, un excapitán del Ejército, por el diminuto Partido Social Liberal (PSL) que con un discurso machista, homofóbico y racista, ha conquistado una importante base de electores que no quieren al PT de vuelta. Bolsonaro es la respuesta de una sociedad asustada. Quien está sin trabajo tiene miedo del hambre, y quien trabaja, tiene miedo del desempleo. Todos tienen miedo de la violencia y también, miedo de la policía escribe Luis Barbosa. JAIR BOLSONARO PARTIDO SOCIAL LIBERAL FERNANDO HADDAD PARTIDO DE LOS TRABAJADORES Un líder mediocre Perfil Este excapitán del Ejército de 61 años ha despuntado entre conservadores anti PT, apoyado por electores de clase alta y de los estados más ricos. Con una carrera militar mediocre, Bolsonaro es diputado desde hace siete legislaturas, destacó por discursos violentos y por la defensa de los años de dictadura militar. En casi tres décadas, aprobó apenas dos proyectos. Propone la liberación de armas, licencia para matar para policías y la castración química para violadores, entre otras medidas radicales. El heredero de Lula Perfil Descendiente de una familia de comerciantes libaneses, el filósofo Fernando Haddad, de 55 años, fue uno de los mejores ministros de Lula al frente de Educación entre 2005 y 2012, y amplió el acceso de negros y pobres a las universidades. Fue alcalde de Sao Paulo, el mayor municipio de Brasil, con una gestión que inundó la ciudad de carriles bici y redujo las muertes por accidentes en la capital de los atascos. Es una de las nuevas caras que presenta el PT, sin manchas de escándalos en su historial. Una guerra sucia El líder nacionalista, autoritario y que llegó a ser entusiasta del chavismo, de la estatalización y se ha convertido en un liberal de última hora, ha crecido exponencialmente en la ruina brasileña, que en los últimos cuatro años ha visto resurgir el desempleo, la recesión económica y ha perdido el orgullo de ser brasileño, ante la repercusión internacional de los escándalos de corrupción, que dejaron huellas por el mundo. La violencia es otro de los grandes problemas del país. Con más de 62.000 asesinatos en el último índice de seguridad pública, el discurso de Bolsonaro, favorable a la liberación de las licencias de armas y la reducción de la edad mínima penal, ha encontrado eco entre electores que buscan salidas sim- PREVISIÓN DE VOTO 35 PREVISIÓN DE VOTO 22 ples para problemas más complejos, como deficiencias educacionales, en la sanidad, en el transporte y en la falta de viviendas dignas, con más de 100 millones de brasileños sin acceso a saneamiento básico. Para Barbosa, Bolsonaro promete el orden por la truculencia, en un contexto de desprestigio de los movimientos sociales y de la política tradicional, así como ocurrió con Donald Trump en EE. UU. con Recep Tayyip Erdogan, en Turquía, o con el recrudecimiento del fascismo en Italia. Con una campaña que ha salido de la tradicional propaganda de televisión para crecer en redes sin control, especialmente en WhatsApp, la distribución de noticias falsas se ha alimentado ferozmente, llevando a incidentes violentos, especialmente entre los electores de Bolsonaro. El incidente más grave fue la puñalada contra Bolsonaro, el pasado 6 de septiembre, dada por un albañil aparentemente desequilibrado. Días antes, Bolsonaro pedía a sus correligionarios que acribillasen a petistas Lo cierto es que Brasil está en una encrucijada entre el petismo y el antipetismo. Cualquier gobierno que venga será inestable, como fue (Fernando) Collor compara Barbosa, recordando al independiente electo en 1990, que cayó tras solo dos años en el poder por una investigación del Congreso. ALGO TRAE EL POTOMAC ÁLVARO VARGAS LLOSA BRASIL, HACIA EL POPULISMO Hoy se enfrentan en las urnas el populismo de derecha de Bolsonaro y el de izquierda de Haddad N qué se parecen y en qué se diferencian los populismos de izquierda y derecha? En común tienen la noción de que las leyes son una plastilina que el líder estruja para corregir y castigar injusticias en nombre de las víctimas, que pueden ser los pobres, la nación u otra colectividad cuya representación se arroga. Las cosas que uno asocia con populismo expropiaciones, proteccionismo, dirigismo, endeudamiento o militarismo, según el caso son criaturas de la placenta populista. ¿En qué se diferencian? Para el populismo de izquierda, la pobreza es culpa de la empresa privada y el desorden, de las oligarquías; por tanto, pone el énfasis en la punición redistributiva. Para él, la corrupción está bien si es bajo políticas que traen justi- ¿E cia social. El populismo de derecha cree que la decadencia moral y económica de la nación es culpa de una conspiración de élites nacionales y extranjeras penetradas por el comunismo y alentadas por un liberalismo ingenuo. Propugna, pues, la protección comercial, un dirigismo que fomente la industria local, un Estado- policía y acabar con las mariconadas. Hoy se enfrentan en las urnas en Brasil los dos populismos. Jair Bolsonaro, el ex capitán que encabeza las encuestas, es el populista de derecha; Fernando Haddad, el que remplazó al presidiario Lula da Silva tras su inhabilitación, es el populista de izquierda. Los demás no tienen, según todas las encuestas, opción de triunfar. Bolsonaro se ha disparado (ayudado en parte por el navajazo con que un loquito de izquierda tra- tó de matarlo) pero Haddad, que posee la maquinaria del Partido de los Trabajadores y el soplo de Lula, no está lejos. Como es improbable que Bolsonaro gane en primera vuelta, es previsible una segunda vuelta entre ambos populismos. La otra parte de Brasil, incluyendo partidos como el de Fernando Henrique Cardoso o el del actual presidente, Michel Temer, observa esto desde la impotencia. El Brasil lúcido, el que entiende que hay que acelerar la reforma del Estado pre- moderno que sofoca a los brasileños (culpable de un déficit fiscal equivalente a 8 por ciento del PIB y una deuda federal que roza el 90 por ciento del tamaño de la economía) no sabe qué es mejor. Cree que Bolsonaro, a pesar de sus pulsiones homofóbicas y misóginas, y sus desplantes contra la democracia, será un perro que muerda menos de lo que ladra, y que, por contar con Paulo Guedes, el tecnócrata graduado de la Universidad de Chicago, como asesor principal, pondrá algo de orden en el caos financiero heredado de los delirantes años zurdos. Pero Jair Bolsonaro también sabe que un populista de derecha es capaz de cualquier cosa, como uno de izquierda, y que podría, para evitar la impopularidad, agravar los desequilibrios y renunciar a sus planes de privatización y desburocratización en un santiamén. Para no mencionar la amenaza, propia de su estirpe, de que Bolsonaro erosione el Estado de Derecho en nombre del orden público. Ese Brasil se inclina un poco más por Bolsonaro que por Haddad, pero con angustiosas dudas. Cabe la posibilidad, en vista del miedo al populismo de derecha, de que en el ballotage el populismo de izquierda que arruinó al país financiera y moralmente retorne al poder. Además de la amenaza que ello implica para la economía brasileña, está la otra, que apunta también al Estado de Derecho. El partido de Lula da Silva es responsable de la corrupción miliunanochesca de los últimos años, que tanto ha hecho por destruir la confianza en los partidos moderados; tendrá, pues, la tentación de revertir la admirable independencia de los jueces y fiscales del país. Entre Escila y Caribdis, los brasileños navegan hoy hacia el populismo.

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