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ABC CORDOBA 27-08-2018 página 12
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  • EdiciónABC, CORDOBA
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12 OPINIÓN VIDAS EJEMPLARES PUEBLA LUNES, 27 DE AGOSTO DE 2018 abc. es opinion ABC LUIS VENTOSO ¿LA CULPA? DEL ESTADO Nos resistimos a admitir que algunas cosas no pueden arreglarlas los gobiernos L OS europeos vivimos tan bien, gozamos de tanta seguridad y protección social, que tendemos a creer que en todo el planeta ocurre algo similar. Salir de cumbia y poder atravesar caminando el centro de Madrid o Londres a cualquier hora de la madrugada sin temor a que te asalten es una conquista enorme, algo que sucede en muy pocos lugares del mundo y que no siempre fue así. Pero se trata de un logro tan cotidiano que ni siquiera lo apreciamos. Si te tomas un café en una terraza de una ciudad española junto a un visitante de la América hispana percibirás que mientras tú reposas tu móvil en la mesa sin reparar en la acción, el hispanoamericano guardará el suyo cautelosamente. Incluso le llamará la atención tu irresponsabilidad, porque en su país la probabilidad de que irrumpa un mangui y te guinde el selular es alta. El resultado de nuestro fabuloso progreso es que los europeos, y muy acusadamente los españoles, hemos bajado la guardia de la responsabilidad personal, la autodefensa, la precaución. Nadie es responsable de nada a título particular y si pasa algo desgraciado, las quejas se dirigen al minuto contra el Estado. ¿Cómo no me avisó el Gobierno? ¿Dónde estaba el Gobierno? ¿Cómo no evitó el Gobierno que un maquinista imprudente, que además iba hablando por el móvil, tomase a 179 kilómetros por hora una curva de máximo 80, provocando un espantoso accidente ferroviario? ¿De quién fue la culpa? Huelga decirlo: del Gobierno. Si te pones hippy y te lanzas a recorrer la India más auténtica de mochilero es relativamente común pillarse una diarrea épica, o algo peor. Si te da el rapto cooperante y te marchas sin preparación alguna a hacer de voluntario en Afganistán, entra dentro de lo probable que tengas un disgustillo con los talibanes. Si eres un periodista en paro, sin un medio que te apoye, no es una gran idea ignorar todo consejo e irte de free- lance a tu aire a las zonas de Siria controladas por Daesh. Como contribuyente, me he preguntado alguna vez por qué los españoles no tenemos derecho a conocer los millones que ha pagado el Estado para rescatar a tan intrépidos... irresponsables (recibidos luego como héroes) Si en plena alerta meteorológica unos amantes de la montaña trepan a donde no deberían subir y acaba sacándolos del atolladero un helicóptero de rescate; ¿ha creado el Estado esa situación de peligro? Si a una turista alemana, como pasó hace un par de años en Galicia, le da el punto de hacer senderismo por el litoral más rocoso, batido y solitario de la Costa da Morte y se extravía; ¿tiene sentido que una vez rescatada acabe exigiendo responsabilidades a la Xunta por no señalizar los acantilados? El Estado está para lo que está: garantizar el orden público, el imperio de la ley, la estabilidad de las arcas nacionales y los elementales servicios sociales. Pero no está para cepillarnos los dientes, atarnos los cordones de los zapatos, regular nuestra vida de alcoba y fijar por ley cómo debemos interpretar la historia. EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA LA MANADA PORNOGRÁFICA Sorprende que los gobiernos no actúen contra la adicción a la pornografía, que destruye personas e inspira tantas atrocidades UNCA se comenta que actos sexuales como el que protagonizaron los bicharracos de La Manada son por completo extraños a una sexualidad viril. El hombre viril, cuando es rijosillo y concibe fantasías delirantes, tiende a imaginarse capaz de satisfacer él solito a todo un harén. La fantasía contraria (que sean muchos hombres los que yazgan con una sola mujer) además de apuntar tendencias homosexuales latentes, revela contaminaciones que sólo puede inspirar el consumo de pornografía. Sorprende que nadie se atreva a hacer una reflexión a partir de esta evidencia. Tal vez porque convenga a alguna ideología en boga demonizar a todos los hombres, para lo que necesita propalar que fantasías tan sórdidas son habituales en todos ellos. Tal vez porque expresar las consecuencias destructivas del consumo de pornografía se ha convertido en un tabú; pues, como a nadie se le escapa, tal consumo constituye un eficacísimo método de control y sometimiento social. La pornografía es hogaño el soma que alivia la vida mostrenca y bajuna de la chusma; y quienes apacientan a la chusma saben cuán importante es el acceso libre a la pornografía para garantizar su alienación. Saben que el instinto sexual, sometido a constantes estímulos, se adueña de la voluntad del hombre y lo induce a comportamientos que destru- N yen su vida y la de quienes le rodean. Porque el consumo de pornografía provoca, aunque no se quiera reconocer, adicción. Y la adicción acaba traduciéndose en graves problemas de conducta que devastan la vida afectiva y familiar. E, inevitablemente, el adicto a la pornografía necesita ir intensificando sus estímulos, necesita recurrir a materiales pornográficos cada vez más explícitos y perversos, para obtener la misma excitación sexual del principio. A medida que se produce esta escalada, sobreviene su insensibilización: las fantasías sexuales que antes percibía como repulsivas o monstruosas poco a poco se van convirtiendo en algo aceptable, cotidiano, gustoso. Las aberraciones que antes le producían un repeluzno excitan cada vez más su curiosidad, van siendo asimiladas, legitimadas por la conciencia, que para entonces es ya incapaz de guiarse por otro criterio que no sea la satisfacción de los apetitos (conciencia roussoniana, convertida en un puro instinto del alma El adicto a la pornografía siente la creciente necesidad de poner en práctica las aberraciones que ha conocido a través de la pornografía; y así termina en las garras de la promiscuidad más compulsiva, del intercambio de parejas o el sexo en grupo; también, por cierto, en garras de la pedofilia. Casi todos los pedófilos tienen a sus espaldas un largo historial de adicción a la pornografía, primero en formas convencionales, poco a poco en formas cada vez más extremas y abyectas. Sorprende que los gobiernos usen todo tipo de instrumentos coercitivos para luchar contra hábitos supuestamente perniciosos como, por ejemplo, el consumo de tabaco, y en cambio no actúen contra la adicción a la pornografía, que destruye a tantas personas e inspira tantas atrocidades. Sorprende también sobremanera que el feminismo no batalle contra la actual infestación pornográfica, que tanto ha contribuido a degradar a la mujer en el imaginario de los hombres que la consumen y tanto azuza conductas sexuales patológicas y violentas. Y es que a tales instancias de poder las calamidades que la pornografía provoca les parecen males menores... que garantizan el fin último que persiguen, que no es otro sino la disolución de la moralidad y afectividad y la destrucción de toda forma de vida familiar estable y fecunda.

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