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ABC CORDOBA 24-08-2018 página 13
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ABC CORDOBA 24-08-2018 página 13

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ABC VIERNES, 24 DE AGOSTO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA TIEMPO RECOBRADO PEDRO GARCÍA CUARTANGO CANCIONES TRISTES La música no necesita ser expresa. Simplemente nos llega al corazón porque apela a nuestra empatía L A niebla envolvía Bayona ayer por la mañana. El único sonido que podía escuchar era el de las gaviotas sobrevolando el tejado. No se veía ni siquiera la casa de enfrente, lo que suscitaba una sensación de agradable soledad, como si el mundo hubiera dejado de existir. Surgió de repente el recuerdo de mi infancia en Miranda cuando las espesas brumas en las orillas del Ebro sumían a la ciudad en un sueño invernal en el que el río parecía adormecido. Me pareció un buen momento para escuchar The First Time Ever I Saw Your Face, un tema de Roberta Flack de finales de los años 60 que no puedo oír sin sentir emoción. Al buscar la letra en internet, descubrí que esta canción había sido elegida por Spotify como la más triste de la música contemporánea. La paradoja es que la historia de la melodía de Roberta Flack versa sobre el deslumbramiento que siente una persona cuando se enamora, cuando besa a su ser amado por primera vez. No habla de la pérdida, ni tampoco del deterioro del amor. Sólo expresa un momento de plenitud. ¿Por qué entonces los seguidores de Spotify la habían votado como la canción más triste? La respuesta es simple: la balada está escrita en pasado, lo que sugiere que Flack está evocando a alguien que ha muerto o ha desaparecido de su vida. No lo dice, pero el oyente percibe que el tema, casi recitado, está dedicado a un ausente. Por eso, la ambigüedad confiere a esa canción un extraordinario aire de tristeza. La música no necesita ser expresa. Simplemente nos llega al corazón porque apela a nuestra empatía. Esto nos lleva a preguntarnos por qué nos atraen tanto las composiciones que identificamos con la nostalgia, los amores perdidos y los tiempos que no volverán. Dejo a cada lector que responda a este interrogante, que no es nimio porque si en la vida evitamos las situaciones que nos hagan sufrir, ¿por qué nos sentimos inclinados a recrearnos en esas canciones que evocan la pérdida y el paso del tiempo? Lo cierto es que la música tiene un poder de suscitar emociones que no poseen la lectura ni la pintura, aunque Dostoievski sufrió un ataque epiléptico al ver un cuadro del descendimiento de Jesucristo. Está demostrado científicamente que hay una zona del cerebro, apartada del lugar donde se ubica la inteligencia racional, que reacciona ante la música. Por ello, se han dado casos de autistas o personas con minusvalías psíquicas con una extraordinaria capacidad para memorizar las notas de una canción, mientras que leí hace tiempo que una mujer que había sido premio Nobel se sentía horrorizada al escuchar a Bach. La música es, como otras artes y la propia naturaleza, un gran misterio. Nunca podré averiguar por qué me emociona ese tema de Roberta Flack, aunque estoy seguro que tiene bastante que ver con que me recuerda la adolescencia. Muchas de las canciones que me siguen conmoviendo están vinculadas a aquella etapa en la que estaban de moda grupos como Los Bravos y Los Brincos y en la que sentía fascinación por los discos de Brel, Piaf y Brassens, que eran muy difíciles de conseguir. La ventaja de las canciones que nos gustan es que no tienen edad. Nunca envejecen ni dejan de conmovernos. Forman parte de nuestra vida. Son la expresión de nuestra historia personal y de nuestros sueños. Por ello, siempre nos quedará Roberta Flack y una mañana de niebla en algún sitio para sentir esa felicidad de ser desgraciados. IGNACIO CAMACHO EL RINCÓN El designio de ocupación del poder arrolla cualquier obstáculo. La nueva legitimidad autoatribuida no admite reparos L JM NIETO Fe de ratas A derecha política y social está estupefacta por la naturalidad cesarista con que Pedro Sánchez se ha instalado en el Gobierno, sin cortarse un pelo por haber entrado por la puerta de atrás y actuando con la desenvoltura de quien hereda un predio. El presidente ha nombrado unos seiscientos cargos, ha colocado a sus amigos en Paradores, el CIS, Salvamento Marítimo o Correos, ha veraneado en Doñana, asaltado RTVE y utilizado para irse de fiesta un avión del Ejército. Para soslayar su escaso respaldo parlamentario ha echado mano de los decretos, recurso en el que en sólo ochenta días ya ha superado a Rajoy y Zapatero. Pero sobre todo, ha decidido que se note que está dispuesto a manejar todos los resortes del poder sin ningún complejo. Se trata, por una parte, de que su electorado advierta que no ha tomado la Presidencia a préstamo sino con plena carta de naturaleza desde el primer momento. Y en segundo término, de arrinconar al centro- derecha con una estrategia relámpago de desalojo y hostigamiento. De provocar en la oposición un shock que le impida recuperar la iniciativa y la obligue a defenderse de un asedio. De convertir al primer partido del Congreso en una minoría cercada por los socialistas, los nacionalistas y Podemos. De establecer un marco de opinión pública que sedimente la idea de que la izquierda ha vuelto. En esa línea de resolución, que parte de un concepto de superioridad moral tan espontáneo como falso, la sedicente alianza progresista está dispuesta a laminar el papel del Senado, donde el PP ostenta una mayoría que podría servirle de refugio precario. Lo van a hacer por el método exprés de una filibustera reforma a matacaballo, sin el más mínimo remordimiento democrático, para dejar patente que su designio de ocupación pasa por encima de cualquier obstáculo. Si una de las dos Cámaras tiene poder de veto sobre el endeudamiento presupuestario, se le arrebata de un plumazo. El mensaje es claro: la nueva legitimidad autoconcedida no admite trabas ni retrasos. La derecha, cautiva y desarmada, no tiene otro papel que el de comparsa en la triunfal refundación fáctica del Estado. Al final ha sido Sánchez, y no Iglesias, el que ha tomado el cielo presidencial por asalto. Quizá aún no se hayan dado cuenta ni el neófito Casado ni el desdibujado Rivera, pero son el objetivo de una operación de largo alcance destinada a arrojarlos a la cuneta. Una nueva versión del cordón sanitario alrededor de cualquier atisbo de discrepancia que cuestione el dogma hegemónico de la izquierda. La anterior acabó fracasando porque la mitad del país supo agruparse en torno a un partido con un enérgico espíritu de resistencia pero ahora ese bloque social está dividido y menguado de fuerzas. La estructura misma del régimen constitucional depende, sin embargo, de que la competencia por el mismo voto no merme su capacidad de autodefensa.

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