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ABC CORDOBA 19-08-2018 página 17
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ABC CORDOBA 19-08-2018 página 17

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ABC DOMINGO, 19 DE AGOSTO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 17 VIC EL ESTILITA JAVIER TAFUR AGUILAR DE ALBA A mi antiguo profesor no puedo despedirlo mas que exclamando: ¡Oh capitán, mi capitán! abernos alumnos nos ayuda a no despreciarnos del todo. No podemos ser tan ínfimos si alguien dedicó su tiempo a enseñarnos. Sentirnos parte de una secuencia infinita de preguntas y respuestas que vuelven a ser preguntas es el único consuelo de nuestra miserable existencia. La vida es lo poco que nos sobra de la muerte reconocía Walt Whitman. Aunque sea breve y con frecuencia nos parezca absurda, debe tener un valor por sí misma. Buscándolo trasladamos a los que nos suceden la necesidad de encontrarlo. Es lo que hicieron con nosotros nuestros maestros. Singularizo entre ellos a Juan Carlos Aguilar de Alba. Lo recuerdo en las vísperas de la Navidad. Hacía poco que había llegado y ya le hablábamos de tú. Ahlzahir fue el primer colegio de Córdoba en que los profesores trataron a sus alumnos como iguales. Ahora lo hacen todos, pero al revés. Es decir, que los alumnos tratan a sus profesores como iguales. La diferencia es de matiz. Probablemente en ese matiz resida el efecto más pernicioso de la modernidad. Cierto es que cada generación tiene la suya. Pero también es cierto que no todas las generaciones mejoran la sociedad, algunas la empeoran, incluso la destruyen. La mía es la heredera de la generación de los adolescentes de la guerra, una especie de club de poetas muertos de hambre que tuvo la osadía de inventarse el desarrollismo a fuerza de creerse que en España empezaba a amanecer. La generación intermedia fue la de nuestros maestros, que hicieron posible la Transición y nos transmitieron la responsabilidad de consolidarla. La verdad os hace libres, dice la divisa del que fue mi colegio rememorando al apóstol San Juan. Y no hay enseñanza más digna. Somos muchas cosas y nos vienen de aquí y de allá. Pero las mejores solemos atribuirlas a la genética y al ejemplo de nuestros padres y al empeño de nuestros maestros. Respecto a aquellos somos necesariamente subjetivos, no así respecto a los segundos. Las cosas que fueron buenas son mejores en el recuerdo. Existe una objetividad esencial en reconocer a quienes nos proveyeron del arte de vivir mediante la funesta manía de pensar. Solo medra el engaño en la memoria del doctrinario, no del intelectual. Si das una consigna a un hombre, te seguirá un día; si lo enseñas a pensar, será libre toda su vida. Lo supe cuando Juan Carlos nos regaló El Principito. Ese libro puede leerse de niño, de adolescente, de joven, de maduro y de viejo. Cuando más aprovecha es de adolescente y de maduro. Son las dos etapas en que un hombre es capaz de preguntarse seriamente por su vida y responderse con la misma seriedad. Lo leí de nuevo esta semana, por la muerte de Juan Carlos. Pero estoy entrando en la vejez y solo me ha servido para recordar lo que un día pude ser. Las personas mayores son muy extrañas. No pueden ver un cordero dentro de una caja, ni percibir la rosa única del jardín. Juan Carlos pasó un poco como un príncipe por nuestras vidas. Si algo imperecedero nos dejó, fue la exquisita melancolía de los señores. Y yo no puedo despedirlo mas que subiéndome con dificultad al pupitre y exclamando: ¡Oh capitán, mi capitán! S PROVERBIOS MORALES JON JUARISTI FLASHMOB Fue inevitable: como hablaban en alemán, los tomaron por yihadistas E N la foto, es verdad, se parecen a los de la Manada, pero son predicadores, no predadores. Pueden sonar parecido, e incluso mucha gente no verá la diferencia, pero no son lo mismo. Nueve predicadores evangélicos alemanes en bermudas, camisetas, pesqueros y chanclas, como cualquier guiri en este verano antiguo. Resulta que los nueve predicadores se metieron en el metro de Valencia, que iba petado de peña disoluta, y empezaron a exhortarla al arrepentimiento. Como lo hacían en alemán, los tomaron por yihadistas. Alguien gritó: ¡Vamos a morir todos! y se montó el gran pollo. Total, que los nueve predicadores han pasado una semana en la trena, y, aunque ya están en la calle tras abonar una fianza de tres mil euros por cabeza, no se les permite salir de España. Es cierto que si salen va a ser tan difícil traerlos de vuelta como a Puigdemont, con lo que nos quieren los jueces en Alemania. Los nuestros deben andar rogando a Santa Rita que lo hagan cuanto antes, para no pasar por el bochorno internacional de un numerito que inevitablemente resucitaría el espantajo de la España Negra. El secretario de la federación española de Iglesias Evangélicas, que se apellida como el presidente de la Conferencia Episcopal, mira tú que es casualidad, ha visto en la detención de los predicadores y su procesamiento una prueba de la fobia antiprotestante de la judicatura. Exagera, creo yo, pero va a encontrar muchos medios evangélicos y no de todo el mundo dispuestos a comprarle la explicación. Esto, por si no hubiera suficiente marejada. Se recordará, por supuesto, a Atilano Coco, pastor evangélico de Salamanca y amigo muy querido de Unamuno, al que los franquistas fusilaron en octubre de 1936, último mártir de la Inquisición Española para cientos de millones de evangélicos. Hay todavía quien sostiene que, por lo menos, los predicadores han actuado con torpeza. No, la torpeza cae del lado de quien ha visto en su conducta indicios de delito. Los predicadores no han hecho nada diferente de los plastas y acordeonistas que amenizan los trayectos en cualquier línea de metro (recordemos que Toni Cantó, cuando todavía iba de candidato de UPyD, usó una técnica parecida para pedir el voto en los transportes públicos de Madrid) Si acaso, los predicadores han recurrido a algo más espectacular, el flashmob. La palabra significa masa relámpago y designa a un fenómeno parecido a las cristalizaciones de masa a que se refería Canetti: formación o precipitación espontánea de un grupo diferenciado dentro de una masa mayor. La diferencia está en que el flashmob no es espontáneo: se trata de la emergencia gradual de un grupo que, aparentemente, improvisa un espectáculo musical o coreográfico en un espacio público lleno de gente. Aparentemente, digo, porque, de improvisado, nada. Ha sido minuciosamente ensayado. La evangelización flashmob no es nueva. Yo la he visto un par de veces en el Metro de Madrid (además de un número mucho mayor de intervenciones individuales, más o menos elocuentes, de predicadores y, sobre todo, predicadoras) Supongo que forman parte del entrenamiento de los nuevos efectivos del gremio. Personalmente, no me molesta que me recuerden que soy un pecador de la pradera. Agradecería, sin embargo, un toque músico- vocal, con salmos como los que entonaban al entrar en batalla los soldados de Cromwell. Quienes se sintieran ofendidos podrían replicar con otros flashmobs en los que se cantara a grito pelado aquello de ¡Fuera, fuera protestantes, fuera de nuestra ciudad, que queremos ser amantes de la Santa Trinidad! En fin, que archiven el caso, por favor. Ya basta de hacer el ridículo.

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