ABC CORDOBA 03-08-2018 página 5

ABC VIERNES, 3 DE AGOSTO DE 2018 abc. es ENFOQUE 5 El Papa, ayer, en la audiencia general que cada semana tiene lugar en el aula Pablo VI del Vaticano EFE Roma rechaza la pena capital Vive y deja vivir JESÚS LILLO Consciente de sus limitaciones y de la tarea que tiene encomendada, el Papa Francisco no se mete en honduras teológicas. Doctores tiene la Iglesia, alguno sin título oficial, como Benedicto XVI, pero con los estudios terminados. El Obispo emérito de Roma reflexionó durante su pontificado sobre las dimensiones físicas de la vida eterna, como antes hizo Juan Pablo II, con una elevación que a menudo le impedía tocar el suelo. El Papa del Evangelio, en cambio, no se anda por las ramas. El Vaticano anunció ayer la modificación del artículo 2.267 del Catecismo, que hasta ahora admitía la pena de muerte. A partir de ahora, ejecutar a un condenado resulta inadmisible por graves que sean sus crímenes. Hay maneras y maneras. Desde el mismo Génesis El hombre deberá responder de la sangre de cualquier hombre, hermano suyo. Quien derrame sangre del hombre, su sangre será también derramada por el hombre el Antiguo Testamento legitima este ajuste de cuentas extremo a través de numerosas sentencias de muerte. En el Evangelio, en cambio, Jesús salva la vida de la adúltera que iba a ser lapidada. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Todos somos culpables, incluso el Papa Francisco, pecador confeso y lector de un Evangelio que dicta un nuevo y casi único mandamiento, el del amor, forma radical de civilización en la que ya no cabe la barbarie del Levítico. No es Francisco el que revoluciona la Iglesia, sino Jesús el que trastorna las normas. No es teología, sino praxis, a ras del suelo. La pena capital es una anomalía moral en un mundo que se dice desarrollado y que reconsidera, cuando no desprecia, el valor supremo de la vida humana, ya sea a través del asesinato de inocentes, con el aborto; culpables, con la ejecución, o inservibles, con la eutanasia. Todos estorban. Todo o nada. El relativismo moral, lo repetía Benedicto XVI, es el cáncer de la sociedad actual. Hay países mucho más jóvenes que la Iglesia, institución con miles de años y debates éticos a sus espaldas, que aún viven en un Antiguo Testamento traducido a la lengua de su egoísmo. La frontera que delimita y dibuja este vasto territorio de la venganza es el marcapáginas que en la Biblia separa sus dos grandes libros. El Papa del Evangelio sabe leer un Nuevo Testamento que no enseña tanto a castigar como a vivir y dejar vivir. SOCIEDAD