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ABC CORDOBA 26-07-2018 página 48
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6 Mundo Friends of Father Pedro Charity jueves, 26 de julio de 2018 Cuando vio la escena se quedó sin palabras. Mudo de pavor. Más de 1.000 niños peleaban por la basura con perros y cerdos en el corazón de un inmenso vertedero. Esa noche, sin poder dormir, levantó las manos al cielo e imploró a Dios poder ayudar a aquella gente. Fue así como dio inicio una obra que sacó a más de 500.000 personas de la pobreza extrema en Madagascar. A 30 años de su ingreso en ese basural, el misionero Pedro Opeka no tiene dudas: ¡Hay que rebelarse contra la injusticia! Porque la pobreza extrema mata el alma y la dignidad clama Andrés Beltramo Álvarez Ciudad del Vaticano A cinco décadas de haber dejado su Argentina natal, para cumplir el sueño de ser misionero, este sacerdote de la Comunidad de San Vicente de Paúl acaba de publicar en español su libro Rebelarse por amor, que resume 48 años de vida entre los miserables de la isla africana. Para el año que viene el Papa tiene previsto un viaje a Madagascar. Todavía no es oficial pero está previsto revela en entrevista con Alfa y Omega. Yo me rebelo contra todo discurso vacío sobre la justicia y el desarrollo. Soy el enemigo de los expertos, de quienes hablan y no hacen, de los políticos que engañan a su propio pueblo, de los presidentes que son elegidos para sacar a sus pueblos de la pobreza y los dejan peor, ilusionándolos con palabras vacías, mientras ellos se están muriendo a fuego lento. Esa injusticia me hace rebelarme a cada instante. No busco la violencia, pero la siento y me hacen reaccionar. Por eso no puedo hablar con paz, porque cuando lo hago, grito y me rebelo confiesa. Mientras pronuncia estas palabras, su rostro hasta hace pocos minutos afable se endurece. Su voz se torna firme y cobra autoridad, detrás de una copiosa barba blanca y unos ojos claros de ascendencia eslovena. Pasó ya mucho tiempo desde su llegada a Madagascar, en 1970, siendo seminarista. Atrás dejó una Argentina donde no había hambre y apenas el tres por ciento de la población sufría la pobreza. Paradojas de la vida, hoy la padece el 30 por ciento. A los 22 años quiso seguir los pasos de san Vicente, fundador de los padres paúles, que en 1648 mandó los prime- El padre Pedro Opeka, con un grupo de niños, en un basurero en Antananarivo, Madagascar Un rebelde en Madagascar. La pobreza mata ros misioneros a la isla africana. Entonces tardaban un año en llegar, casi todos morían de malaria o paludismo. Pasó 24 meses allí como joven trabajador, construyendo dispensarios y capillas, aprendiendo las costumbres del pueblo malgache. Decidió que ese sería su lugar en el mundo. Regresó en 1976, para no irse nunca más. Primero vivió 15 años en el sureste de un país más grande que España, de casi 600.000 kilómetros cuadrados y 25 millones de habitantes. Luego se fue a la capital, Antananarivo, donde chocó con el individualismo y la falta de solidaridad. La extrema pobreza mata la cultura, mata el alma y la dignidad de un pueblo, de las personas. Vi que los pobres de la capital habían perdido el alma. Eran malgaches pero sin raíces sigue. Empezó por el vertedero local. Allí asistió a la escena de los niños con los cerdos y pensó: Acá no tengo derecho a hablar Aquella noche se arrodilló junto a su cama e imploró la inspiración para ayudar. Al día siguiente volvió al basural y buscó a uno de los jefes. Blanco, ¿qué quieres? le preguntó uno de ellos. Hablar con usted replicó él en malgache. Así, terminó ofreciendo su ayuda a un grupo de jefes tribales sentado dentro de una casucha de 1,3 metros de altura. Ese fue el inicio del movimiento Akamasoa (Los buenos amigos)

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