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ABC CORDOBA 08-07-2018 página 65
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ABC DOMINGO, 8 DE JULIO DE 2018 abc. es cultura CULTURA 65 Los clásicos El misterio del fado MARTA PEREIRA DA COSTA Intérpretes: Marta Pereira da Costa (guitarra portuguesa) Miguel Amado (contrabajo) Alexandre Diniz (piano y acordeón) y André Sousa Machado (percusión) Lugar: Teatro Góngora. Fecha: 6 de julio de 2018. CELSO GARCÍA el Festival de la Guitarra de Córdoba VALERIO MERINO auditorios, en su mayor parte, herméticos y oscuros. Él mismo lo confirmó: el viernes se obró el milagro y su propuesta magnética se llenó de luz porque el formato de los conciertos de Drexler, con vocación de esponaneidad y apertura dentro de su gira Salvadidas de hielo agradece el cambio de tercio. El sueño de la noche de verano se extendió más de dos horas, durante las cuales el uruguayo demostró que, pese a las advertencias previas, el peso de la derrota futbolística sólo le sirvió de excusa para dar más hondura a sus (tal vez excesivamente) largos discursos ante el público. Bajo las estrellas que salpican la oscuridad del cielo de Córdoba, que es el mismo de Montevideo y de Moscú, este soldado enseñó que su ejército de músicos habrían ganado a Francia, a España, a Rusia y hasta a Brasil si el campeonato fuera de meter el dedo en la llaga, revolver pasados y anunciar futuros. Incluso descongelar glaciares. El seis de julio de 2018, Drexler vol- vió a Córdoba para cantar al amor sencillo (que no simple) y humano (y no por ello vulgar) ante más de un millar de personas que no descubrirían nada nuevo, pero se dejaron mecer, a cambio, por los vientos familiares de un artista encumbrado y abanderado de esa sencillez y humanidad que buscan quienes le buscan. El inevitable repaso a su último disco no evitó que el uruguayo discurriera por sus títulos de siempre Amar la trama puso de pie al teatro, como buen himno) en un concierto bien estructurado, con un acotamiento anímico anunciado y acotado que se agradece porque es mejor bailarlo todo de una vez y llorarlo todo también de a una, sin sorpresas, a pasearse en una montaña rusa emocional y salir mareado de tanta curva. La puesta de escena intimista, acorde a un proyecto musical discreto, pone el foco en la música, que es donde hay que ponerlo en un festival como éste en el que entre artificios se cuela a veces una apuesta verda- dera por la guitarra. Drexler se tomó el título del festival más en serio que cualquier comisión técnica que haya programado nunca la cita, y presentó al detalle a cada uno de los instrumentos de cuerda que había sobre las tablas con el cariño y la búsqueda de aceptación con el que uno presentaría al nuevo novio a un amigo. Cantó a Sabina, a su madre, a su hijo, al sexo, a un amor limpio y valiente que sólo existe en sus canciones, a las pasiones eternas y a las fugaces como prólogo a una noche de verano en la que se cobró para Uruguay la victoria que no tuvo su selección en el campo. La Axerquía abarrotada. La música, limpia. La comunión con el público, absoluta. Los corazones heridos se olvidaron por un rato de la pena y los rojos se prestaron a quebrarse un poco, que no viene mal de vez en cuando. Al fin y al cabo la propuesta de un hacedor de canciones como Drexler es esa: perderse en universos paralelos, como los de su canción, para olvidarse de uno mismo. Dicen que el fado alcanza su máxima expresión cuando refleja tristeza o frustración, que es la manifestación hecha música de la melancolía y el dolor fatalista. No parece que estas sean las consignas del quinteto de esta noche: liderado por el inconfundible sonido de la guitarra portuguesa de Marta Pereira, el grupo exhibe influencias que van más allá del folklore, con un toque moderno, fresco, nuevo y elegante que dista bastante del dolor nostálgico del fado de siempre. Bajo una cuidada imagen escenográfica y una luminotécnica que en ocasiones muestra los colores rojos y verdes de la bandera portuguesa, comienzan con varios temas propios de Pereira, que resaltan por su brillantez y buen humor, pareciendo programáticos a veces, haciendo que imaginemos paisajes luminosos de balanceo festivo y aromas de mar y sal. Son muy visibles las importantes influencias de temas de jazz que exhiben sin complejos; de hecho, casi parece que el quinteto desee trivializar sobre esa estética del típico fado de dolor y desaliento cuando exponen con gran lirismo la Canço Verdes Anos para ir sutilmente enlazándola con el Summertime de Gershwin, haciendo una mixtura tan imposible como divertida. Hasta el tema Alfonsina y el Mar que siempre se caracterizó por su dramatismo, se llena hoy de ritmo y color. A medida que el show avanza se van intercalando piezas del más puro jazz con otras populares portugueses al más puro estilo lisboeta y mediterráneo. Progresivamente Pereira va dando cada vez más rienda suelta al virtuosismo sobre las doce cuerdas de su guitarra portuguesa. El quinteto ofreció varios bises para satisfacer a un cuantioso y entregado público que aplaudió la música y las palabras que la intérprete iba ofreciendo en portugués. Realmente se trata de un espectáculo auténtico y original que no se aleja de la genuinidad folklórica de sus raíces portuguesas. Y es que ahí reside el misterio del fado, como decía Fernando Pessoa: El fado no es alegre ni triste, formó el alma portuguesa cuando no existía y deseaba todo sin tener fuerza para desearlo. Es la fatiga del alma fuerte

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