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ABC CORDOBA 06-07-2018 página 17
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ABC CORDOBA 06-07-2018 página 17

  • EdiciónABC, CORDOBA
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ABC VIERNES, 6 DE JULIO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 17 PUERTA GIRATORIA VIC NATI GAVIRA ¿QUÉ VENDRÁ DESPUÉS? La tecnología unifica, pero anuncia el riesgo de trastornar el orden de prioridades en la relación humana la era digital le tenemos que agradecer su capacidad de atravesar fronteras. Todos los lenguajes se han adaptado según sus exigencias y nadie desafía ya la obligación de estar donde están sus receptores: al otro lado de una pantalla. Es un mandato de los tiempos que no se puede desatender y que debería obligarnos también a revisar nuestro modo de comunicarnos. La tecnología unifica, nos iguala, pero anuncia el riesgo de trastornar el orden de prioridades en la relación humana. Ya sé que no soy la primera en advertir cómo las relaciones interpersonales están mediatizadas irremediablemente por el uso de la tecnología, y como éstas alimentan todo tipo de anhelo, suplantando la necesidad innata de la compañía y la comunicación. Si somos seres en permanente estado comunicante, lo somos ahora sin necesidad de interlocutor físico y eso nos daña. La tecnología dominante no nos señala los usos higiénicos de su lenguaje, por nuestra necesidad de comunicación, ha colonizado nuestras costumbres y las prioridades de todos han ido cambiado. Hasta hace unos años hacer un uso moderado del móvil se entendía como una postura correcta, ahora prima la híper conexión. El aislado, siquiera unos minutos, teme una suerte de penalización social: si no estás, no existes. La nueva manera de comunicarnos aísla a los mayores que no pueden entender el arrobo con que se acaricia la pantalla táctil de un móvil- -prueba de que su conversación ya no interesa- -y a los más pequeños, que comprueban como cualquier actividad puede ser interrumpida por sus padres para atender el teléfono o el mensaje. Y los imitarán. Ya es habitual el paisaje urbano de ciclistas leyendo la pantalla de un móvil y jóvenes y no tanto con paso inseguro para no tropezar mientras teclean a dos manos. Es fácil ver a personas hablándole al micrófono interior del móvil y otros gesticulando mientras, provistos de auriculares inalámbricos, arreglan el mundo. ¿Qué vendrá después? si consentimos relaciones humanas distorsionadas por aparatos, ¿cómo abordaremos la concatenación de revoluciones que nos asegura internet y sus aplicaciones? Dicen que estamos en un porcentaje mínimo de explotación de la red de redes, según las posibilidades de futuro. Hemos reconocido la incógnita de los tiempos pero más parece que tendremos que pararnos a reflexionar sobre como el prodigioso intercambio de datos puede acabar en modos de relación deshumanizados. Todo está en las redes, nos dicen, asumiendo el convencimiento de que las nuevas tecnologías hacen decrecer nuestra atención y nos distraen de quien tenemos enfrente, de sus necesidades. Las redes han conseguido modificar nuestras costumbres y acortar distancias; desafiar espacios y conectar lugares esquinados en el mapa, pero no pueden tener la última palabra cuando se trata de relaciones interpersonales. No hemos llegado hasta aquí para arriesgar lo esencial de la comunicación humana y sustituirla por iconos, frases lapidarias y conversaciones escritas que no dejan ver las tonalidades y la emoción de todo humano. A PERDONEN LAS MOLESTIAS ARISTÓTELES MORENO DELITO DE VERBORREA El error capital del señor Gómez fue su incontinencia verbal. Para navegar en los negocios hay que ser discretos A estas alturas de la película, ya sabemos que el error capital del señor Rafael Gómez no fue la vulneración de una decena de preceptos del código penal. Ahí, en ese terreno, rayó la perfección. Que sepamos, incurrió en casi todos los delitos posmodernos que abren los telediarios mientras usted almuerza patatas a lo pobre con huevos estrellados. Resumiendo: fraude fiscal, cohecho, falsedad, estafa, administración desleal, apropiación indebida, etcétera. El error capital del señor Gómez fue su incontinencia verbal. La primera regla para navegar en el submundo de los negocios es la discreción. La segunda, la reserva. La tercera, la invisibilidad. El constructor de Cañero las incumplió todas. Una detrás de otra y de manera persistente, tenaz y ostentosa. Convirtió sus manejos mercantiles en un escaparate público y se colocó en la diana del circo mediático nuestro de cada día. El señor Gómez ha sido un hombre de éxito construido a sí mismo. El triunfador emergido de la nada y contra los elementos. La victoria de un desclasado que se rebeló contra su destino y desafió el coto privado del establishment. Quizás, por eso, se lanzó a una carrera desaforada de sobreexposición y excesos. Necesitaba reivindicarse, ser aceptado en los márgenes del sistema, en un intento torpe e innecesario de blanquear su currículo y ennoblecer el barrio que le vio nacer. Aspiró a convertirse en un referente social. Precisamente él: un iletrado funcional, un deplorable comunicador que transmuta en chirigota todo lo que toca. No hace falta repasar aquí sus providenciales ruedas de prensa, ni sus estrambóticas declaraciones, ni sus delirantes intervenciones en el salón de plenos de aquella aventura municipal sin pies ni cabeza. Quiso ser líder social y acabó siendo víctima propiciatoria del pim pam pum nacional y las revistas de papel cuché. Su afán de notoriedad lo traicionó. Se abrió en canal y exhibió las vísceras de sus tejemanejes, desde las naves de Colecor a las pijotas fritas, desde la reforma del estadio al pelotazo de la Carrera del Caballo, desde la Operación Malaya a la compra de voluntades a diestro y siniestro. Nada escapó a su verborrea inoportuna, aún incluso cuando sus asesores le prescribieron silencio y retiro salesiano. No hizo caso. Sandokán se sintió una estrella rutilante bajo los focos y no perdió la oportunidad de hundirse un poco más en el fango. Hasta ahí el estilo Gómez. Antes de ayer supimos que la fiscalía de Málaga pide cuatro años y medio de cárcel para el presidente de Prasa. El ministerio público imputa al señor Romero por el supuesto pago de comisiones al Ayuntamiento de Estepona a cambio de la adquisición de suelo urbanizable para la construcción de 190 viviendas de lujo, locales comerciales, garajes y trasteros. Todo, lógicamente, en primera línea de playa. Se trata de dos convenios urbanísticos suscritos entre 2001 y 2003. Los años de vino y rosas en la Costa del Sol, cuando se ataban los perros con longaniza y los concejales de Urbanismo brindaban con champán con los promotores inmobiliarios de media España. La fiscalía considera probado que el señor Romero engrasó las negociaciones con dos entregas de 30.000 y 330.000 euros para financiar actividades culturales y gastos de personal. Nada que usted ya no sepa. Un turbio asunto que presuntamente incluía manipulación de tasaciones y distracción de fondos. Un clásico. Sobre el señor Romero gravitan dos supuestos delitos de fraude y falsedad documental castigados con 4 años y medio de prisión. Donde no lo cogerán es en el delito de verborrea. Y oiga, por lo visto, no es lo mismo.

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