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ABC CORDOBA 25-06-2018 página 15
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ABC CORDOBA 25-06-2018 página 15

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ABC LUNES, 25 DE JUNIO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 15 EL CONTRAPUNTO UNA RAYA EN EL AGUA ISABEL SAN SEBASTIÁN GUARDAR Y HACER GUARDAR LA CONSTITUCIÓN Se avizora una reforma de la Carta Magna destinada a hurtar al pueblo español su soberanía P ARA ocupar cualquier cargo público de responsabilidad en España es preciso asumir previamente un compromiso solemne: guardar y hacer guardar la Constitución. Aunque desde hace demasiado tiempo se consiente que esa promesa o juramento se vea acompañado de coletillas tipo por imperativo legal la esencia de la fórmula no cambia. Quien acepta un escaño, una cartera ministerial, la presidencia de una comunidad autónoma o no digamos la del Gobierno, debe estar determinado a cumplir y hacer cumplir el marco legal democrático al que debe su posición. ¿En qué se convertiría cualquiera de esas plataformas de poder si quien fuese aupado hasta ella abdicara de esa obligación? En un instrumento obtenido merced a la voluntad ciudadana empleado de manera espuria para volverse en contra de ella. Ni más ni menos. Guardar y hacer guardar la Constitución significa atenerse a sus normas. Significa ceñirse a los cauces que ella misma establece si lo que se pretende es cambiarla, sin trampas, atajos o engaños. Significa acatar las sentencias del Tribunal Constitucional, encargado de dirimir cualquier discrepancia en su interpretación. Significa, en definitiva, respetar el sistema que nos hemos dado para regir nuestra convivencia. Si la conducta de los de a pie ha de encuadrarse en el marco establecido por ese sistema, con mayor motivo han de atener- se a él quienes cobran de nuestros impuestos. Viene esta introducción a cuenta de lo que empieza a otearse en el aire en relación a Cataluña y a ese diálogo ofertado nuevamente por Pedro Sánchez como respuesta al desafío planteado por el independentismo. Si ya resulta escandaloso que el presidente de la Generalitat, Quim Torra, y el del Parlamento autonómico, Roger Torrent, se dediquen día sí día también a utilizar sus cargos y el dinero público para ofender al Rey y redoblar su apuesta soberanista, la cesión al chantaje por parte del Ejecutivo español resulta directamente intolerable. Y eso es precisamente lo que se deduce de la propuesta planteada por el actual inquilino de La Moncloa: regresar al estatuto recortado por el Constitucional en 2010. O sea, pasarse a dicho tribunal por el arco de su inconsistencia. El texto revisado por dicho órgano fue objeto de modificaciones sencillamente porque no se ajustaba a los preceptos establecidos en nuestra Ley de leyes. Entre otras barbaridades, pretendía instaurar un poder judicial catalán independiente del español; es decir, soberano con respecto al que nos tutela a todos. ¿Está dispuesto el líder socialista a conceder tal prebenda a los separatistas con tal de apaciguarlos? ¿También a los vascos, que no tardarían ni un segundo en reclamar idéntico trato? ¿Y qué vendría después? Lo que se avizora en realidad es una reforma constitucional en toda regla, destinada a hurtar al pueblo español la soberanía de la que es titular según los términos de la Carta Magna aprobada en el 78. Una reforma que se presentará como un avance progresista destinado a resolver el conflicto y lograr una convivencia armoniosa con quienes, lejos de ansiar tal cosa, abogan por la secesión. Una reforma que obtendrá sin lugar a dudas el respaldo de todos los grupos y grupúsculos que apoyaron la reciente moción de censura providencial para Sánchez. Él juró hace menos de un mes guardar y hacer guardar la Constitución cosa a la cual ya no parece tan dispuesto. Los candidatos a dirigir el PP harían bien en tomar una posición meridianamente clara respecto de esta cuestión crucial, porque no tardará en plantearse. Ese será el debate que ocupe los próximos meses y cada cual estará llamado a responder de la palabra dada. IGNACIO CAMACHO PRIMARIAS FULANISTAS El debate de ideas, la reconstrucción de un proyecto de sociedad y de nación, es el gran reto de fondo de la derecha ODAVÍA no se oído ninguna idea relevante en el incipiente debate. Las primarias del PP están centradas en la búsqueda más bien precipitada de un candidato para ganar a Pedro Sánchez. Hipótesis con alta dosis de voluntarismo porque cuando se cierra un ciclo, como ha sucedido con el marianismo tras la traumática salida del poder, la reconstrucción del liderazgo social no resulta nada fácil. Sobre todo si falta una arquitectura ideológica, una estructura de principios definidos y reconocibles que incluso en la volátil política posmoderna sigue siendo lo más importante. El gran problema de fondo de la derecha española ha sido su progresivo desarme, la ausencia o la pérdida de un proyecto de sociedad y de nación que fuese más allá de la simple cuadratura de los balances. La larga etapa de Rajoy mantuvo a la organización cohesionada pero sin que más allá del ejercicio del poder existiese una referencia clara. La lucha contra la recesión, su mayor éxito, fue planteada desde parámetros propios de la socialdemocracia: una presión fiscal confiscatoria y una Administración sobredimensionada. En el conflicto de Cataluña, su actitud timorata permitió que Ciudadanos le arrebatara la bandera esencial de la defensa de España. Este punto, junto a la corrupción, resultó a la postre crucial porque desembocó en la fractura de aquella casa común de Aznar en la que centristas, liberales y conservadores convivían bajo una gran marca unitaria. Esa división del centro- derecha amenaza con desplazar al PP a una posición alejada de las clases urbanas más dinámicas, con una base electoral constituida por habitantes de las provincias rurales y franjas de población de edad avanzada. Esos valores del PP que manejan de forma abstracta los aspirantes no es que se hayan perdido: es que ya no se sabe cuáles son porque han quedado disueltos en un confuso pragmatismo. Distanciada la FAES aznarista, no existe nada parecido a una intelectualidad orgánica que articule el pensamiento del partido. Tampoco se atisba ningún relato autocrítico. Y ahora no basta con no ser el PSOE porque en medio hay otra formación que disputa la herencia del liberalismo con una propuesta más fresca, una estética más moderna y un aire más limpio. El all catch party, el ómnibus electoral que va recogiendo gente a ambos lados del camino, no es posible en el paisaje de la fragmentación del bipartidismo. La elección de un nuevo líder servirá de poco si ninguno de los contendientes se atreve a decir cómo entiende la relación entre los ciudadanos y el Estado, incluido ese modelo territorial que está a punto de sufrir un colapso. Eso, por ahora, no se ha escuchado. Y si además el proceso sufre una baja participación, como parece probable, el vencedor partirá con un déficit de legitimidad muy acusado. Pero en un mero debate fulanista no cabe esperar grandes dosis de entusiasmo. T JM NIETO Fe de ratas

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