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ABC CORDOBA 12-06-2018 página 63
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ABC MARTES, 12 DE JUNIO DE 2018 abc. es cultura CULTURA 63 Eslava, vencedor Además de Blas de Lezo, en la victoria de 1741 fue determinante el virrey Eslava. Lo que no dijo Jorge II Contra la creencia popular, el rey inglés no prohibió hablar de la derrota de Cartagena de Indias ni ordenó retirar las medallas en las que se podía ver a Blas de Lezo arrodillado ante Vernon. JESÚS GARCÍA CALERO LA MURALLA DE LOS HECHOS La exagerada vida de Blas de Lezo pedía rigor, una vuelta a las fuentes originales, contraste B tiendo en la Guerra de Sucesión. La realidad, en cambio, es que fue en el Pacífico. El mismo Blas de Lezo lo dejó escrito en una carta en la que solicitaba regresar a España porque estaba muy quebrantado de la vista y había perdido la visión de uno de sus ojos. Posteriormente, sus hijos explicaron que la tragedia había ocurrido mientras se enfrentaba a un corsario francés añade Aguado. Lo mismo ha sucedido con su participación en el asalto sobre Barcelona en 1714. Se le ha acusado de bombardear la ciudad, pero por entonces no tenía potestad para tomar esa decisión desvela la autora. Cartagena No obstante, la mayode Blas de Lezo ría de las mentiras que Figura olvidada Mariela Beltrán se han extendido sobre García- Echániz y La idea de que Eslaeste personaje giran en Carolina Aguado va era un militar pétorno a la victoria esSerrano; Edaf; 584 pañola en Cartagena de simo es mentira. Tepáginas; 30 euros Indias. Una contienda nía una hoja de servicios envidiable y acaecida en 1741 en la que, atendiendo al mito, modernizó, usando Blas de Lezo logró defender la ciudad como base las innovaciones de Lezo, de la segunda mayor flota de la histo- las defensas del castillo de San Felipe ria con apenas unos pocos hombres y (clave en la contienda) destaca Belmedia docena de bajeles. Los núme- trán. De hecho, este personaje fue el ros son reales, pero no la comparación. que ordenó crear un hornabeque alre Hay otras armadas en la historia que dedor de la fortificación que, a la posfueron mucho más grandes, por ejem- tre, impidió a los ingleses asaltarla. La plo, la de Orange señala Aguado. realidad choca de nuevo con el mito Otro tanto ocurre con las famosas ya que, hasta ahora, se creía que el armonedas conmemorativas que, tífice de la defensa había sido el vassegún se creía hasta aho- co. ra, ordenó acuñar InglaCon todo, lo que sí es real es que Esterra después de que lava hizo la vida imposible al Meel almirante Ed- diohombre y, mediante artimañas poward Vernon (al líticas, le denunció falsamente ante el mando de la flo- monarca. Si no hubiese muerto, Blas ta invasora) de Lezo tendría que haber sido juzgaenviara un do y rendido cuentas en España fimensajero a naliza Aguado. la pérfida Albión para informar a sus superiores de que tenía la victoria al alcance de la mano. No las mandó hacer el gobierno de manera oficial. Fueron un recuerdo elaborado para ganar algo de dinero por unos artesanos británicos al margen de la Casa de la Moneda desvela Beltrán. A su vez, las autoras desempolvan en su obra una figura clave en la batalla de Cartagena de Indias: la del virrey Sebastián de Eslava. Un personaje olvidado que, allá por 1741, era la máxima autoridad de la ciudad (además del superior del Mediohombre y sobre el que recayó la responsabilidad de defender la plaza cuando los británicos superaron a los bajeles del marino y desembarLa última batalla caron en la bahía. las de Lezo, el célebre Mediohombre es el síntoma para muchos españoles de la recuperación de una historia medio olvidada y mal valorada. En pocos años pasó de ser el héroe desconocido, que ni se estudia en los colegios ni está en la memoria colectiva (en Colombia ya era un héroe acrisolado) a convertirse en epítome del valor y la entrega, del orgullo por la historia, al que ahora se dedican cómics y estatuas en la vía pública. Pero digo síntoma porque siempre hubo algo patológicamente hiperbólico alrededor de la reivindicación de su figura: que si la mayor armada inglesa jamás derrotada, que si frases de desprecio que pedían mármol... Muchos se entusiasmaron tanto al descubrir tanta grandeza que no les importó que se mezclaran hechos y mitos. La exagerada vida de Blas de Lezo, sentimentalmente aceptada, pedía rigor, una vuelta a las fuentes, contraste. Y eso es lo que nos aportan Carolina Aguado y Mariela Beltrán con este libro. Ellas saben de qué hablamos. No en vano fueron comisarias de la gran exposición que dio a conocer al marino desde el Museo Naval de Madrid. Escucharlas ahora cuando relatan sus avances en el rastreo de documentos originales por los archivos de España, América, Londres y París, además de una lección de tesón, de táctica y estrategia, es algo que produce un sincero entusiasmo. Como don Blas, ellas dos han luchado contra un enemigo innúmero, de apariencia invencible, con los medios modestos pero contundentes, pulidos, de la ciencia. Da igual el número de mitos y patrañas replicadas en mil libros que lleguen a mezclarse con la verdad. Los viejos legajos forman una muralla invencible que decanta la verdad comprobable, la única que importa. No empequeñece la historia de Blas de Lezo esta investigación, sino que la hace más grande y compleja. El contexto sobre la guerra es la fortaleza del libro. ¿Una oreja? ¡La pugna por el monopolio comercial está en el origen del asalto que Blas de Lezo, junto a Eslava, lograron parar! Los dos, odiándose cordialmente, hicieron más grande nuestra historia, codo con codo, o codo con muñón.

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