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ABC CORDOBA 03-06-2018 página 76
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  • EdiciónABC, CORDOBA
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76 SOCIEDAD DOMINGO, 3 DE JUNIO DE 2018 abc. es conocer ABC La soledad, enfermedad del siglo XXI Decimocuarto reportaje de la serie que la periodista y escritora Mari Pau Domínguez publica cada domingo y en la Soledades compartidas Llegó la noche, y no encontré un asilo, ¡y tuve sed! Mis lágrimas bebí. ¡Y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos cerré para morir! GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER Rima LXV A veces tomamos decisiones en la vida que nos trasladan a la orilla en la que aguarda aquello de lo que pretendíamos huir. Pero como no podemos adivinarlo nos sentimos momentáneamente aliviados al dar el paso. Cuando Dolores no pudo soportar por más tiempo su soledad en el pueblo y decidió trasladarse a vivir con su hijo a la población de Cataluña en la que trabajaba, no imaginó que su destino no iba a ser estar más acompañada sino compartir con él la soledad. Como tantos miles de andaluces, extremeños, murcianos... a principios de los años sesenta Dolores emigró desde Extremadura a Cataluña junto a su marido en busca de un futuro mejor. Se establecieron en un pequeño pueblo de la provincia de Barcelona, en el que nació Alfredo, su único hijo, y donde pudieron salir adelante, aunque con gran esfuerzo y dificultad. Al quedarse viuda decidió regresar a su lugar de origen; el mismo en el que las cosas ya no eran como antes, pesaba demasiado la ausencia de su Aurelio con el que había compartido todo desde niños. Recién cumplidos los 70 años, volvió, de nuevo, con su hijo a Barcelona... El alzhéimer invadió las vidas de ambos lo despejado. Él seguiría siendo el sol de su vida eternamente. Alfredo siempre fue un niño retraído y apegado a su madre, tal vez en exceso. Vivir de nuevo con ella le resultó un alivio. Iba a poder crear un universo propio y confortable confinado entre las paredes de su humilde hogar de cuarenta metros cuadrados, en el que sentirse protegido aunque alejado del mundo exterior. O tal vez fuera por eso la protección. Volver a vivir con mamá le supuso poco menos que una regresión a la infancia y se sintió feliz. Dolores y Alfredo apenas tenían trato con los vecinos ni salían de casa más que para comprar lo estrictamente necesario. Su vida cotidiana era cansina, aburrida y austera, pero les bastaba para no traspasar los límites de una razonable supervivencia. Hasta que seis años más tarde a Dolores se le empezó a ir la cabeza. Al principio fueron pequeñas lagunas mentales, olvidos sin aparente importancia. ¡Aurelio! Ven a la cama, cariño, que ya es tarde le dijo una noche a su hijo, tomándolo por su marido Toda la vida igual, te acuestas demasiado tarde. Ya voy... respondió Alfredo y siguió anclado en el sofá viendo su serie favorita. La amenaza de una enfermedad terrorífica y devastadora cabalgó lentamente hasta apoderarse del cuerpo y la mente de Dolores. Le diagnosticaron un cuadro claro de alzhéimer que invadió, como una oscura nebulosa, las vidas de ambos. Alfredo rechazó las ayudas que la asistencia social le ofrecía, para entregarse al cuidado diario de su madre. La acompañaba al médico en su silla de ruedas (tardaban horas porque él, debido a su dolencia de espalda, se movía también con dificultad) la bañaba, le daba de comer, le peinaba con paciencia su larga cabellera que ella no consentía en cortar... Alfredo se enfrentó a los estragos de una enfermedad en la que lo más conocido de la misma, el olvido de los recuerdos, el del presente e incluso el de la propia identidad, acaba siendo el mal menor comparado con otros efectos como la agresividad hacia los seres queridos, la pérdida de movilidad física, la dificultad para ingerir alimentos, la merma del control del cuerpo hasta para hacer sus necesidades... Y el silencio... El silencio y la oscuridad, en la mente del enfermo. La impotencia y el dolor, en el ánimo de quien lo cuida. Tú no te preocupes, mamá, que yo estaré siempre contigo. Siempre. Dolores le acarició la cara y le regaló una sonrisa. Era toda la muestra de agradecimiento de la que podía ser capaz. El tiempo transcurría por el mero Estamos juntos Se encontró con que Alfredo, tras haber pasado por una delicada operación de espalda, tenía concedida una invalidez permanente que le obligó a dejar de trabajar, de modo que los recursos para salir adelante eran escasos. Al menos estamos juntos consideró Dolores como lo fundamental. Sacó de la maleta una foto de su boda, la besó y después la depositó en su mesilla de noche, dejando que los recuerdos de su matrimonio con Aurelio volaran como una nube en un cie- Alzhéimer El silencio y la oscuridad, en la mente del enfermo. La impotencia y el dolor, en el ánimo de quien lo cuida

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