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ABC CORDOBA 11-05-2018 página 17
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ABC CORDOBA 11-05-2018 página 17

  • EdiciónABC, CORDOBA
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ABC VIERNES, 11 DE MAYO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 17 PUERTA GIRATORIA VIC NATI GAVIRA PRECARIEDAD CONTROLADA Dice la alcaldesa que el año que viene cambiará la remuneración de los controladores de Patios. Será año electoral, todo es posible L PERDONEN LAS MOLESTIAS diciones del contrato, según un testimonio recogido por Cordópolis. Se requiere titulación (da igual la que sea) indicaba, al parecer, una de las cláusulas de la oferta de empleo de la Señorita Pepis. Este es el mundo laboral que se abre paso inexorable en el siglo de las leyes, los convenios, las normativas, los tratados, los códigos, los preceptos y etcétera. Un mundo chiripitifláutico en el que los trabajadores (o lo que sea) reciben las ofertas de empleo por mensajería móvil, en el mejor de los casos. De tal modo que muchos de los controladores prestaban su servicio el primer día de Patios sin haber estampado aún su firma en el contrato ni conocer, por tanto, las condiciones de trabajo. Para qué. Este tipo de seudocontratación basura se produce, para nuestra mayor tranquilidad, al amparo de una administración pública. O sea. Lo cual qué quieren qué les diga. Por lo visto, la Ley de Contratación Pública obliga a los ayuntamientos a aceptar la oferta más barata y, consecuentemente, la más canalla para el eslabón más débil de todo este tinglado. Porque, amigos míos, todo este chiringuito funciona así: los señores parlamentarios se suben a la tribuna de oradores para legislar en beneficio de unas condiciones dignas de trabajo y luego promueven leyes que estimulan las condiciones indignas de trabajo. Y cinco euros la hora es una retribución indigna de trabajo. Se trate de un auxiliar de técnico de seguridad o de un ayudante del asistente del subalterno del ministro de turno que ha engendrado esta infamia. El Ayuntamiento de Córdoba se excusa en que está obligado a aplicar una ley perversa Y anuncia que el año que viene buscará fórmulas para impedir esta cutrez del nuevo feudalismo nuestro de cada día. El año que viene. Este, por lo visto, ya vamos tarde. Cinco euros la hora es una indecencia. Pero una indecencia legal. Pagamos por convenio declaró el empresario sin alterar un músculo de la cara. Y es una verdad verdadera. Todas las más impúdicas tropelías de la historia se han perpetrado en el más estricto cumplimiento de la legislación vigente. Desde el derecho de pernada a la esclavitud, pasando por los contratos cero que hacen furor en la City de Londres. Y disfruten de los Patios. Ese incomparable Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. ARISTÓTELES MORENO CINCO EUROS LA HORA Esta es la cantidad que cobran los controladores de los Patios, ese incomparable Patrimonio Inmaterial de la Humanidad C INCO euros la hora, siete horas al día, suman 35 euros la jornada. Si esa cantidad se multiplica por cinco días se obtiene una cifra redonda de 175 euros semanales. Es decir, 700 euros al mes. 770 euros, para ser más exactos, teniendo en cuenta que cada mes contabiliza 22 días laborables. Pues bien: ese es el salario que perciben los controladores de los Patios de Córdoba, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Inmaterial, desde luego. Los controladores han sido contratados por una empresa intermediaria con la categoría de auxiliares de técnico de seguridad. Una de tantas empresas oportunistas que florecen como champiñones y pescan en río revuelto de este océano laboral que cada vez más nos recuerda a la Inglaterra victoriana de Charles Dickens. La firma, por lo visto, percibe 14 euros por hora. Y esa suma, en un proceso sorprendente de decantación de líquidos, acaba convertida en 5 euros en manos de los currantes de toda la vida. Por el camino, al parecer, se va destilando el IVA, los seguros sociales, los gastos generales y, naturalmente, el beneficio industrial. Auxiliar de técnico de seguridad es una categoría increíble para unos jóvenes a quienes se les exige cierto manejo de idiomas y una mínima capacidad para organizar un grupo de turistas haciendo cola. A una de las víctimas (porque son víctimas, ¿no? le llegó un mensaje de Whatsapps con las con- a precariedad de muchos puestos de trabajo tiene un componente seductivo sobre quien la padece, en justa correspondencia a quien la proporciona, aunque se sepa su ruindad. Un síndrome de Estocolmo más o menos acusado que inmoviliza. Eso explica cómo parte de la juventud ha sublimado su situación laboral precaria para entenderla como una contraprestación necesaria para su desarrollo profesional. En la órbita del trabajo juvenil hace algún tiempo que el salario está apartado en una contemplación distinta, ya sea por menesteroso e inexplicable o porque el interesado sabe que se acabaría quedando solo en sus reivindicaciones. La precariedad laboral en la juventud se supera con cierta dosis de irrealidad y de ilusión, pocas cargas familiares y algo de inconsciencia. A los controladores de patios nadie los engañó. Ni empresa contratante, ni ayuntamiento, pero trabajar siete horas por treinta y cinco euros haciendo uso de habilidades idiomáticas, sociales y demás exigencias del contrato no es un problema de veracidad, sino de moral y de decencia de quienes son capaces de poner al servicio de la causa de los patios todos los recursos ante la Unesco y éstos acaben siendo Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y no atienden los mandatos mínimos de remuneración para quienes son agentes eficaces de la celebración. Los controladores de patios aceptan sus condiciones porque anteponen la ganancia de la experiencia, pero eso no exime a los responsables de sus pagos de ofrecer una posición mercantilista del trabajo que realizan, en busca de dividendos. Hay precariedades consentidas por la ley. Dice la alcaldesa que el año que viene se cambiará la remuneración de los controladores. Será año electoral, cualquier cosa es posible. Mientras, los propietarios de los patios se siguen desprendiendo de su tiempo por el amor a sus tradiciones, por el solo placer de sentirse hospitalarios y generosos, por haber cuidado durante un año sus flores y plantas y compartir el fruto de sus colores. Algunos distorsionan este clima de donación sin retorno que significa abrir un patio: se retratan con la emisión de exiguas nóminas. Cuando se acepta convivir con la precariedad parece que no se renuncia a nada. Ganamos con la práctica, porque para la juventud el tiempo es una dimensión elástica, inacabable en su horizonte. Después descubres que de tus ganas de aprender y sumarte a la pasarela de los visibles para el mercado laboral otros salen muy favorecidos, tantos como los que componemos esta ciudad que vive del sector servicio. Del trato, de la explicación y de la fluidez del idioma que los controladores de patios ofrecen depende nuestra imagen externa, a la módica cantidad de cinco euros la hora. De su influencia positiva podrían abastecerse varias generaciones de taberneros. La precariedad puede ser legal y aceptada, pero aceptemos nosotros que de un trabajo precario depende nuestra imagen exterior, tan costeada para otros casos.

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