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ABC CORDOBA 10-05-2018 página 14
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14 OPINIÓN TIEMPO RECOBRADO PUEBLA JUEVES, 10 DE MAYO DE 2018 abc. es opinion ABC PEDRO CUARTANGO EL DESPLOME La burocracia y la inercia pesan demasiado en las dos grandes formaciones A encuesta del CIS refleja la profunda mutación que ha sufrido el mapa político en nuestro país, que se puede constatar en una simple comparación. PP y PSOE obtuvieron el 84 de los votos en las elecciones generales de 2008. En este último sondeo, suman el 46 es decir, han perdido 38 puntos desde entonces. Los dos beneficiarios de ese declive han sido Ciudadanos y Podemos, que tendrían una intención de voto del 42 según el trabajo del CIS. Anteayer escuché a Martínez- Maillo jactarse de que el PP sigue siendo el partido con más apoyo electoral. Y es verdad. Pero no dice que, si extrapolamos esos datos, la formación de Génova habría perdido casi cinco millones de sufragios desde las elecciones de 2008. Y el PSOE una cifra todavía mayor. La pregunta es por qué el bipartidismo se ha derrumbado de una forma tan estrepitosa. Hay diversas causas que han provocado el desplome y no es éste el lugar ni el momento para entrar en una cuestión tan compleja, pero sí podemos observar que los dos grandes partidos se han quedado sin relato. Dicho de otra forma, no son capaces de ofrecer alternativas ilusionantes a sus bases electorales. El obispo anglicano Berkeley, un curioso personaje que emigró de Irlanda a EE. UU. para predicar el Evangelio en las plantaciones, dijo una frase que ilustra muy bien lo que les está pasando a los dos grandes partidos: esse est percipi (ser es ser percibido) Pues bien, la percepción del PP y del PSOE se ha vuelto negativa para ese 38 de ciudadanos que han dejado de votarles. No es sólo que ambos partidos antaño mayoritarios carezcan de relato, sino que además son percibidos, siguiendo los términos de Berkeley, como fuerzas políticas ancladas en el pasado y sin soluciones para los nuevos problemas de un entorno en una transformación acelerada. Berkeley refutaba la validez de las nociones abstractas y sostenía que el mundo se reduce a lo que percibimos a través de nuestros sentidos. Esta afirmación podría ser considerada premonitoria en una sociedad donde priman el espectáculo y las redes sociales. Hoy el ser se reduce a pura apariencia y, en este sentido, podríamos de decir que el PP y el PSOE tienen un serio problema en cómo son percibidos en los medios de comunicación y en las redes, donde Ciudadanos y Podemos se manejan con mucha más habilidad. No quiero decir con esto que el declive de ambos partidos se deba a sus dificultades para transmitir sus mensajes. No, eso sería una explicación demasiado simplista. Por el contrario, el deterioro de su credibilidad obedece a razones mucho más complejas. Por ejemplo, a su incapacidad de regenerarse y ofrecer alternativas que respondan a la complejidad del momento. La burocracia y la inercia pesan demasiado en las dos grandes formaciones, que siguen mostrando una inquietante lentitud para reaccionar ante la corrupción, especialmente el PP. Si no asumen una terapia de choque, están condenados a una irrelevancia que acabará por consumirlos. L CAMBIO DE GUARDIA GABRIEL ALBIAC LOS TEÓLOGOS Decir izquierda o decir derecha tenía la misma gravedad sagrada que pudo tener decirse cátaro o papista en el siglo XIII N ADIE verá la escena hasta el próximo 16 de mayo. O casi nadie: sólo los invitados en Cannes a su preestreno. La secuencia transcurre en una cafetería de Fráncfort. Ante la mesa, dos sexagenarios discuten. Acaloradamente. Plano medio. Se podría deducir que están trayéndose entre manos una crucial cuestión de teología y de poder político. Uno es por completo canoso. Inmune al tiempo, el otro. Su refriega va subiendo de tono, entre cultismo y jerigonza deslenguada. Parecen estar planificando un polémico rodaje. El Palacio del Elíseo sentencia el que aparenta menos viejo, es un lugar sacral, el centro del poder. Si hago una imagen de ti en el Elíseo, tú serás parte del poder. En el Elíseo estás en una posición de reverencia El bajito del pelo blanco larga un par de cuidadas blasfemias: ¡Eres un gilipollas! concluye. La cámara retrocede entonces, ampliando el plano. Absorbe en el encuadre a un tercer hombre: un ejecutivo pulcro, sentado jovialmente frente a los dos jubilados. Lo que deberíais hacer es reuniros con él en un café sugiere a los disputantes el joven presidente de la República Francesa. No sería ninguna tontería Daniel Cohn- Bendit y Romain Goupil perciben quizá que su tiempo ha pasado. Uno incendió Nanterre. El otro puso en pie de guerra a los liceos. Pero eso fue hace ahora, con exac- titud, medio siglo. Y este atildado Emmanuel Macron les gana la partida. Goupil cuenta haber apalabrado la secuencia en el Elíseo. Sobre un billete de metro usado: Firma aquí, Emmanuel Macron habría preguntado: ¿En blanco? En blanco habría replicado el viejo trotskista. Fue el pacto del que salió esta escena. Tal vez no haya mejor metáfora de lo que fue el 68: todo. Todo. Lo presente. Cuando, hace ahora diez años, Nicolas Sarkozy arremetió contra aquel mayo que no había servido para nada su brillante consejero André Glucksmann, maoísta histórico, escribió un libro: El 68 explicado a Nicolas Sarkozy. Su tesis era sencilla: Mayo sirvió, entre otras cosas, para que usted pudiera ser presidente. ¿O es que se cree que un inmigrante de segunda generación y ajeno a la casta consagrada hubiera podido ser presidente de la República Francesa antes de 1968? Emmanuel Macron es demasiado inteligente para no saber eso: que él es, en este nuevo siglo, el heredero del estallido que borró, hace cincuenta años, las viejas identidades. Que borró, sobre todo, la estructura eclesial que hacía de siglas y partidos políticos suplencias incuestionables de añoradas religiones salvadoras. En un mundo que se suponía laico, decir izquierda o decir derecha tenía la misma gravedad sagrada que pudo tener decirse cátaro o papista en el siglo XIII. E idéntica eficacia. ¿Qué significaba izquierda qué derecha Nada que vehiculase contenido alguno en la realidad social del siglo XX. Pero ese anacronismo generaba servidumbres satisfechas. Ser de izquierda o de derecha era pertenecer a una comunidad marcada por el sello redentor del porvenir. Era también saber que aquel que no lo era pertenecía a la aniquilable secta de los sacrílegos. También con eso acabó el 68. Como con tantas cosas. Bajo máscara de izquierda la dictadura soviética había asesinado a demasiados millones de herejes Bajo máscara de izquierda fue apuntalada su tiranía por organizaciones que se decían obreras en occidente. En 1968, las máscaras cayeron. Y las viejas palabras quedaron en lo que eran: cascarón litúrgico. Puede ser que Macron lo haya entendido.

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