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ABC CORDOBA 06-05-2018 página 14
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ABC CORDOBA 06-05-2018 página 14

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14 OPINIÓN MONTECASSINO PUEBLA DOMINGO, 6 DE MAYO DE 2018 abc. es opinion ABC HERMANN PUTSCHBERG EN EL HOTEL PALACE De cómo se fragua en Madrid el derrocamiento de una Merkel nonagenaria MAGINEN que este fin de semana, mientras Carles Puigdemont recibe a sus golpistas en Berlín, se celebrara en el Hotel Palace de Madrid una convención del Partido del Socialismo Germano, gran formación nacionalsocialista alemana, surgida de la fusión del viejo partido nazi con la ultraizquierda del Bloque Negro, cuyos estatutos establecen como principal objetivo la destrucción de la República Federal de Alemania y la creación de una amplia federación nacionalsocialista en los estados federados del este y del sur. Con demandas territoriales también para un poder totalitario hitleriano en regiones de Polonia, Chequia, Eslovaquia, Austria y Hungría. Imaginen que esa convención ha sido convocada oficial y públicamente por el líder del PSG, Karl Putschberg, que está en busca y captura en Alemania acusado de alta traición (Hochverrat) Imaginen que España es un aliado leal de Alemania en la OTAN, en la UE y en decenas de organizaciones de cooperación política, económica, policial, judicial y criminal. Putschberg se ha instalado en Madrid. Y el gobierno español, después de recibir la solicitud de entrega de este peligroso delincuente que supone una amenaza directa, permanente e inminente para la seguridad, integridad y convivencia pacífica en Alemania, decide que ni tanto ni tan calvo. Y deja la decisión en manos de un juez de Leganés. Este juez, aficionado a la historia, se plantea que, con lo enfadados que están en Berlín con Putschberg y conociendo la historia de Alemania del siglo pasado, esos son capaces de darle matarile. Sabe el juez que no hay peor fascista que el antifascista. Pero además, Putschberg ha empezado a salir en revistas y acude a tertulias con su español primitivo, pero simpático. La prensa española ya especula sobre los beneficios, desaparecida la UE, de que haya no una ni dos sino varias Alemanias y enfrentadas entre sí. Con la acusación de Hochverrat, Putschberg es prófugo por un delito castigado con la mayor pena existente en Alemania, prevista en el artículo 81 del código penal. Quien se proponga con violencia o amenaza de violencia modificar la integridad de la República Federal de Alemania o cambiar el Orden constitucional basado en la Ley Fundamental de la República Federal de Alemania será castigado con una pena de privación de libertad de por vida (lebenslang cadena perpetua) o con una pena de privación de libertad no inferior a diez años El final del cuento lo dejo a libre elección del lector. Putschberg podría ser entregado en contra de la opinión del juez de Leganés. Sacado a rastras del Palace y entregado a Berlín. Y Alemania y España podrían renovarse con gobiernos capaces que defiendan los intereses comunes de las dos casas de Carlos I. Pero Putschberg también podría finalmente orquestar con éxito desde el Palace el derrocamiento de Angela Merkel, ya nonagenaria, ciega y sorda, en su décima legislatura de gobierno del partido llamado GrosseKoalition, único partido parlamentario en Alemania desde la conversión de la socialdemocracia en religión de Estado. I LA FERIA DE LAS VANIDADES FRANCISCO ROBLES HISTORIA DE UNA VÍCTIMA Era la hora del telediario. En la pantalla vio a su padre llevando el féretro. Vio la fotografía del padrino. Me vio a mí llorando y abrazada a la madrina. Desde entonces... P ONGAMOS que se llamaba Julio, y que le decían Julito. Un niño distraído, tirando a abstraído. El maestro se dio cuenta de que así no podía seguir la cosa, y llamó a la madre. Una cita en el colegio como tantas otras. Martes a las cuatro y media de la tarde. Un sol cansado de otoño entraba por una ventana que daba a un patio silencioso. La señora llega puntual. El maestro le cuenta la historia tantas veces repetida. Que si Julito no atiende en clase, que si está en su mundo, que si se dedica a mirar las musarañas. La madre calla. Observa. Y espera su turno. -Julito era un niño muy despierto, muy espabilado. Vivíamos en Barcelona, en un barrio tranquilo lleno de andaluces y murcianos. Mi marido era policía nacional. Trabamos amistad con la familia de su compañero de patrulla. Bautizamos a nuestros hijos, fuimos padrinos y madrinas, éramos compadres y comadres. Cuando podíamos, nos íbamos las dos familias a la playa si era verano, o al campo para que los niños tomaran el sol en invierno. Hasta que llegó aquella mañana... El maestro calla, observa, atiende, no se pierde ni una palabra del relato. La mujer lo mira de frente. No quiere que se escape ni un matiz. -Mi marido y nuestro amigo del alma estaban patrullando. De pronto, una moto que se detiene junto al coche. Disparos. Mi marido puede ocultarse y llega a repeler la agresión. Pero el padrino de Julito cae en el acto. Una bala le atraviesa la cabeza, y otra le rompe el corazón. Al día siguiente fue el entierro. No teníamos con quién dejar a Julito. Además, estábamos bloqueados. Imagínese. Se quedó solo en casa. Con la mala suerte de que puso la televisión. Era la hora del telediario. En la pantalla vio a su padre llevando el féretro. Vio la fotografía del padrino. Me vio a mí llorando y abrazada a la madrina. Desde entonces... El maestro recompone la escena, recoge los cristales rotos del coche de policía, las imágenes de la televisión, los llantos y las ausencias, la playa que ya no pisaría jamás aquel niño que sigue llevando, como una losa vacía, el hueco que le dejó su padrino. Sus primos, porque así los llamaba aunque no tuvieran su sangre, superaron la pérdida del padre mejor que él la de su padrino. Cosas de la edad, de los sentimientos, del carácter de cada uno. -Desde entonces, Julito es otro. Mi marido sufrió una depresión que estuvo a punto de llevárselo por delante. Yo no tengo ganas de vivir. Volvimos a nuestro barrio de siempre. Al menos, aquí nos quieren. Pero esto no es vida. Y ya le digo que desde entonces, Julito es otro. A veces no lo reconozco... El maestro se levanta, despide a la mujer con un apretón de manos, querría darle un abrazo, pero no es la costumbre. Cuando se queda solo en el aula vacía, mira el pupitre donde se sienta Julito, el adolescente al que verá, a partir de ahora, como un héroe. Porque Julito sigue yendo al colegio, sigue esforzándose en olvidar el golpe que le arrancó de cuajo la infancia y que lo sumió en una incertidumbre de la que no sabe cómo salir. El maestro sabe que pasará el tiempo, veinte años o más, y que llegará la hora en que la banda terrorista deje de matar. Y que cuando eso suceda, tendrá que escribir la historia de este héroe anónimo del que no se acordará nadie.

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