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ABC CORDOBA 29-04-2018 página 19
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ABC CORDOBA 29-04-2018 página 19

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ABC DOMINGO, 29 DE ABRIL DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 17 VIC EL ESTILITA JAVIER TAFUR EL VEREDICTO DE LA PLEBE Hay temor a que se imponga el veredicto de la calle como poder judicial incuestionable E PRETÉRITO IMPERFECTO aplicado se aprobó en 1995, cuando era aún ministro de Justicia el socialista Juan Alberto Belloch. La interpretación de los hechos probados frente a las tipificaciones del citado código forman parte de la técnica y el oficio de unos jueces que han tirado también de jurisprudencia. Como sucederá en las vías de recurso posteriores a este primer pronunciamiento condenatorio. Y en este terreno están las líneas delgadas y difusas que pueden generar sorpresa, arrebato, indignación, crítica o un aséptico enjuiciamiento. Intimidación o no de cinco bestias fornidas y con un claro objetivo en un lugar cerrado a cal y canto frente a una chica de dieciocho años embriagada y en estado de shock, acorralada ante semejante encerrona... Violencia, consentimiento o no, coacción... No se trata de entrar ni en los detalles del escabroso relato que se desprende de la sentencia ni en un análisis jurídico sobre la manera de tipificar la causa que han tenido los jueces. No me corresponde. Ni tampoco sumarse a la fácil oleada de opinión que desde que se conoció el fallo viene asolando la actualidad informativa y que ha llegado a intimidar en plena calle al ministro de Justicia como si hubiera sido el responsable de la sentencia o el padre de algunos de estos prendas. En el empedrado no hay líneas delgadas ni zonas oscuras de interpretación. Hay cada vez más trazo grueso y poca asepsia, lo que por otro lado forma parte de lo lógica de los tiempos que vivimos. Y es aquí donde empieza a haber señales a tener en cuenta. Si el populismo se enfunda las togas, y los jueces se convierten en carne depresiva la erosión del sistema puede ser letal. Aunque los juicios paralelos siempre existan, como las sentencias que nos parecen injustas y se firman todos los días. Si queremos legislar en caliente para aquellas situaciones favorables a nuestro postulado ideológico y no para otras que podrían merecer la misma turba callejera, arruinaremos toda garantía procesal. Y un día nos podrá tocar a cualquiera de nosotros. Si entendemos que hay que endurecer las penas, definir mejor los tipos ilícitos del abuso y la agresión sexual, apunten al legislador en todos los casos y siglas. La ley parte de la calle y la Justicia la devuelve a ésta. Diana Quer y Marta del Castillo, entre otras, están muertas, y no merecieron una tarde de ira. En algún caso, el desprecio de quienes ahora braman por la ley del talión. ¿Justicia o calle... Elijan. FRANCISCO J. POYATO JUSTICIA O CALLE Los jueces del aberrante caso de La Manada tardaron cinco meses en dictar sentencia; la calle, apenas una tarde L os jueces de la Audiencia Provincial de Navarra han tardado cinco meses en dictar sentencia sobre las atroces fechorías de La Manada contra una chica madrileña de dieciocho años. La calle tardó una tarde al son del cornetín tuitero en hacer lo propio. Unos lo explican en trescientos folios. Otros, en una sola y escueta frase: Es violación apostillada por la negativa ya famosa en la jerga del líder de la oposición, el socialista Pedro Sánchez: No es no Los tres magistrados de la Sección Segunda de la instancia superior pamplonesa (así como las diferentes partes) han accedido a todos los testimonios, pruebas periciales, vídeos e informes que han engrosado el extenso sumario y las diligencias previas policiales de este aberrante caso. La calle se ha alimentado de primeros flashes informativos con el nudo gordiano de la noticia, recuerdos de lo contado (y mal contado o deformado) desde el día de autos y un ajuar de ideas muy prefijadas en los últimos tiempos sobre el problema de la igualdad y el acoso machista que vivimos en este país. Resonando, aún, los ecos de una exitosa y necesaria reivindicación el pasado 8- M en las calles españolas en defensa de la mujer. Para los tres togados ha habido sobre la mesa un vasto instrumental legal, jurisprudencial y de técnica procesal. A la opinión pública le basta el sentido común o la supuesta idea de justicia que todos llevamos dentro envuelta en nuestras vísceras y experiencias personales. Prejuicios aparte. El Código Penal l ministro había venido al Colegio de Abogados de Córdoba a clausurar unas jornadas sobre el futuro del poder judicial lo cual ya era premonitorio. La manifestación de la manada antimanada que fluía por el bulevar de Gran Capitan se desplazó con naturalidad por la calle Morería cuando se enteró de que andaba por allí cerca Catalá, o más probablemente porque lo sabía de antemano. Así que se dispuso, con la campechanía habitual de estos eventos, a poner verde al miembro del Gobierno que supuestamente les venía al pelo. Sin considerar que ese Gobierno, en todo caso, solo nombra al jefe de los fiscales, esos que sí forman parte de un cuerpo jerárquico y que son precisamente los que pedían 22 años de condena para la manada linchable. La protesta era, sin embargo, por la menguada sentencia de 9 años que han dictado los jueces, esos que no nombra el Gobierno porque pertenecen a un negociado independiente en un estado de derecho, aunque a nadie parece importarle este matiz. Todo muy coherente, como es habitual también en las actividades propias de la manada antimanada. Lo que además explica de modo natural que en este caso la manada linchadora fuera encabezada por la alcaldesa de la ciudad, reconocida sobre todo por ser iletrada. No sé si al ministro, contemplando a la turba amenazante, se le ocurrió convertir su conferencia en un caso práctico e invitar a los togados asistentes a asomarse a la ventana para decirles he aquí el futuro del poder judicial: los tribunales populares. Al cabo, sin duda por prudencia, no lo hizo, pero sí invitó a los partidos políticos a que se pusieran de acuerdo e hicieran de la justicia lo que les viniera en gana. O sea, que se lavó las manos y admitió implícitamente lo que muchos tememos que suceda, que la democracia, la separación de poderes y el sentido común se vayan al carajo; y se imponga, a no muy largo plazo, la asunción del veredicto de la plebe como poder judicial incuestionable. Es decir, que la calle siempre tiene razón, que es la perversión última de otro axioma más democrático, aunque no necesariamente indiscutible, el de que los votos siempre tienen razón. La razón, en cualquier caso, se pierde cuando se impone sobre los demás sin garantías jurídicas. Por eso el debate al cabo no girará sobre la suerte de los culpables- -la manada linchable solo es un instrumento estratégico y puede que pronto incluso se convierta en el Barrabás de turno- sino sobre la persecución del justo. Lo que de verdad interesa es la cabeza de Ricardo González, que con sus doscientos y pico folios de argumentación fundamentada ha dejado en ridículo la tesis inane de la manada linchadora. Me temo que la conseguirán sin que nadie mueva un dedo. Y tardaremos mucho tiempo en darnos cuenta de que ese hombre justo se sacrificó por todos nosotros. Y acaso nos quede esa sensación extraña que parece haberse convertido en la divisa de nuestro tiempo: al final, hagas lo que hagas, te bajas las bragas.

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