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ABC CORDOBA 30-03-2018 página 13
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ABC CORDOBA 30-03-2018 página 13

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ABC VIERNES, 30 DE MARZO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 13 HORIZONTE UNA RAYA EN EL AGUA RAMÓN PÉREZ- MAURA DE LAS CACERÍAS DE SERES HUMANOS La preocupación por los derechos de los animales debería equiparase con los derechos de los seres humanos D EBERÍA ser obligatorio leer en las muchas facultades de Comunicación que hay en España demasiadas el libro que acaba de publicar Arcadi Espada: Un buen tío. Cómo el populismo y la posverdad liquidan a los hombres (Ariel. Barcelona, 2018) El libro narra con detalle el acoso y derribo al que fue sometido el que fuera presidente de la Generalidad valenciana, Francisco Camps. Uno de los casos más flagrantes de destrucción de una persona por nada. Literalmente. Espada parte de una premisa con la que me siento identificado porque describe una circunstancia de la que yo mismo era culpable hasta que he leído este libro: identificar a Camps como epítome de la corrupción en España. Porque ésa es la imagen que ha quedado de él aún después de haber sido declarado inocente en la causa de los trajes, una verdadera cacería humana perpetrada principalmente por un diario que se las da de ejercer como medio de comunicación de referencia en España: El País Pero Camps fue declarado inocente por un juzgado popular en la Comunidad Valenciana, y posteriormente por el Tribunal Supremo cuando ya sólo era un cadáver político como bien apunta Espada. Antes de que el caso fuera cerrado y a lo largo de tres años, El País se refirió al asunto de los trajes de Camps en su portada en 169 ocasiones. El libro reproduce y desmenuza 120 de ellas. Lo que ahí puede verse es verdaderamente descorazonador respecto a lo que es el periodismo en España. El monto del delito a lo largo de esos tres años oscila en las informaciones de manera drástica. El periódico ofrece hasta 18 cifras diferentes, que varían entre un máximo de 30.000 euros y un mínimo de 1.400, que sin duda es la cifra que mejor refleja el fondo del asunto. El escándalo trataba de un supuesto regalo de tres trajes de la afamada firma Milano, en la que cada vestido completo costaba poco más de 400 euros. Y sobre un asunto así se estableció una campaña para destruir la vida de una persona. Tres trajes de Milano. Que, encima, el Tribunal Supremo tampoco considero que le hubieran sido regalados a Camps. Uno de los graves problema del periodismo en nuestros días es cómo se van descapitalizando las redacciones de periodistas veteranos y se sustituyen por becarios necesariamente inexpertos. La crisis obliga a contratar mano de obra más barata. Pero el libro de Espada es, involuntariamente, un alegato en favor de los becarios. Las 169 informaciones sobre Camps que merecieron portada fueron escritas por redactores veteranos, con una carrera profesional muy relevante, que podrían haber cuestionado una orden de sus jefes con alguna autoridad. Si lo hicieron, el resultado fue igualmente devastador para la verdad. El libro va desmontando noticia a noticia la tergiversación de la realidad que hace el periódico, desde la supuesta íntima amistad de Francisco Camps con el presidente del Tribunal Superior de la Comunidad Valenciana, hasta los imaginados enfrentamientos de Camps con Rajoy. Y según lo va haciendo, es incontestable que en estos tiempos en que tan extendida está la preocupación por los derechos de los animales, no hay un interés de la misma intensidad por los derechos de los seres humanos. Espada explica en la introducción del libro que intentó obtener la versión de estos hechos de quien era entonces el director de El País Javier Moreno. Su petición no fue contestada. Quien dirigía el diario en medio de este descalabro periodístico es hoy el director de la Escuela de Periodismo de El País ¿Qué les dirá a aquellos de sus alumnos que hayan leído el libro? IGNACIO CAMACHO EL NÚCLEO Y LA APARIENCIA La cultura posmoderna aproxima la Semana Santa a la hueca mixtificación propia de un espectáculo de masas XISTE desde hace tiempo un debate sobre la trivialización de la Semana Santa, más intenso en las ciudades donde el mundo cofrade ha adquirido mayor relevancia. No se trata sólo del menoscabo de su sentido religioso que denunciaba el maestro Burgos en estas páginas, ni de la conversión de la fiesta en un puente turístico de campo y playa. Es un fenómeno que habita dentro de la propia celebración como corolario de sus dimensiones cada vez más multitudinarias, y que consiste en un ciclo, acaso inevitable, de manierismo hueco, de achabacanamiento formal, de banalización espiritual, de pérdida del canon; un cierto declive que vulgariza sus sofisticados ritos y los convierte en un conjunto de significantes vacíos propios de cualquier espectáculo de masas. En realidad, esta mixtificación no es más que otra vertiente de la cultura posmoderna. La que ha convertido a las sociedades en meros públicos consumidores de experiencias. La que nos lleva a mirar cualquier escena un paisaje, una representación dramática, una competición deportiva, un viaje- -a través de la pantalla del móvil para dejar inmediata constancia en las redes sociales de nuestra presencia en ella. La que transforma al participante en espectador y cambia la esencia por la apariencia. En el caso de la Semana Santa, este proceso lo favorece su condición natural de fiesta abierta, accesible desde muchos planos que van desde la penitencia, la piedad o la devoción a la simple contemplación estética. La cuestión es que esa apertura está desembocando en una desnaturalización, en una pérdida de proporciones, respeto y equilibrio que amenaza con reducir su profundo simbolismo litúrgico a una masificada amalgama de expresiones huecas. La Semana Santa no es sólo un hecho religioso, pero no se entiende sin la fe de ninguna manera. La religión es su origen, su hilo conductor, el núcleo de su esquema, desde el que se articula como un acontecimiento social, artístico o antropológico de magnitudes complejas. Todo funciona a partir de la simbología de la Pasión, y sólo a partir de ahí es posible abordarla en el plano individual de la memoria o la conciencia. El problema, sin embargo, no está tanto en la posibilidad de una fiesta sin Dios, porque la representación figurativa del Cristo es manifiesta, sino en el modo en que un crecimiento desordenado y superficial se escapa de las manos de la propia comunidad cofradiera y se desliza hacia el populismo, la bagatela, el narcisismo y la intrascendencia. De las procesiones no se puede quitar al Nazareno crucificado o con el madero a cuestas, ni a la Virgen con el rostro surcado de lágrimas. Por ahí no es posible una interpretación laica. El riesgo está en que la propia fiesta religiosa diluya en mero efectismo autocomplaciente sus pautas sagradas. Aunque el arraigo de la fiesta es tan potente que ni siquiera desde dentro resulte fácil degradarla. E JM NIETO Fe de ratas

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