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ABC CORDOBA 08-03-2018 página 17
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ABC CORDOBA 08-03-2018 página 17

  • EdiciónABC, CORDOBA
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ABC JUEVES, 8 DE MARZO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 17 VIC CRÓNICAS DE PEGOLAND RAFAEL RUIZ EL FEMINISTA De negro negrísimo, era un día para la lucha decisiva OMO cada mañana al salir de la cama, prendió la radio para estar al tanto de las noticias del día. Ocho de marzo, huelga feminista. Camino de la ducha, sonrió para sí. Se dijo que esta era una jornada histórica, decisiva casi, en el transcurso de la gran batalla, la determinante, que no es de clases sino de sexos. Géneros apostilló en voz alta sobre la locución del tiempo de la jornada y el anuncio de los grandes almacenes. El futuro será mujer o no será, pensó como primera frase del día. Mientras se secaba con la toalla, el vapor del agua de la ducha dejaba gotas de sudor limpio en la piel, pidió a su esposa que le trajese el jersey negro de cuello de cisne para no desentonar en la jornada histórica. Al repasar su planta, maldijo la escasa maña con la plancha de la señora que trabajaba cuatro horas a la semana ayudando a su mujer con las cosas de casa. Antes del trabajo, se pasó por la cafetería de la esquina. Un grupo de conocidas de su departamento compartían cafés y confidencias, esas conversaciones nimias que se tienen antes de cada jornada laboral. Las felicitó vivamente, a voz en cuello, por el día de la mujer trabajadora. Tuvo la tentación de levantar el brazo aunque las miradas de cautela de la parroquia le convencieron de que no era procedente. Como quiera que tenía ganas de escuchar un rato, les repartió vivos consejos sobre la lucha. El patriarcado, afirmó mientras esperaba la media con jamón, estaba herido de muerte. Encabezó cada frase con una exhortación a la acción y una descripción concreta de las tácticas a seguir. En lo que dura un desayuno, había escrito un tratado de teoría y práctica de hitos ineludibles, necesarios. Fue una jornada laboral como todas las demás aunque contagiado por el ánimo de las conquistas sociales, reprendió a su secretaria por haberse presentado a trabajar en un día tan señalado. Ya que estás, trae café le dijo mientras ojeaba en el periódico un artículo sobre las nuevas masculinidades. Concluida la lectura y la remisión de asuntos ordinarios, miró el despacho amplio y soleado de la nueva gerente de su empresa. Una mujer brillante e influyente. Directa en sus planteamientos. Había que reconocer que tenía buenas ideas y que le gustaba trabajar en equipo. Pero es parte de la cuota le susurró en voz baja a un compañero de trabajo en el ascensor mientras se encogía de hombros. Al salir de la oficina, se dirigió, de negro negrísimo, a la manifestación del ocho de marzo. Se aseguró que llevaba batería en el móvil porque iba a ser una jornada para inmortalizar. Al alcanzar la pancarta, se tomó una foto con dos diputadas- -de izquierdas, por supuesto- -y una vieja amiga, pionera en la defensa de las mujeres maltratadas. Abrió su cuenta de Twitter y adjuntó varias imágenes. Escribió: Con ellas, que son el presente y el futuro Satisfecho, pulsó el botón de enviar. Notó con agrado cómo vibraba el teléfono cada vez que alguien halagaba su compromiso y guiñó un ojo a una joven alta, con un gran escote, de piernas siderales. Lo que se dice un pibón. C VERSO SUELTO LUIS MIRANDA LA PALMA FEMINISTA DEL MARTIRIO Las que esta tarde se harán fotos con lazos y bufandas apenas han sufrido discriminación S EGURO que en Córdoba hay mujeres que hoy tendrían que ponerse en huelga para que el mundo se detenga y repare en su vida, pero no serán las que estén a la cabeza de las manifestaciones que esta tarde llenarán las calles de consignas con rima y premio. Hay algo peor que anclarse en la rueda de hámster del victimismo cuando a alguien le pasa una desgracia, y es que se ponga la clámide de agraviado quien nunca la recibió pero quiere sacar tajada apropiándose de los dramas de los demás. O de las demás. Hay que decirlo claro: las que esta tarde se harán fotos con lazos, pines, bufandas y prendas corporativas apenas han sufrido en carne propia discriminaciones. Las que ahora están, como yo, por los cuarenta y tantos años, y mucho menos algunas jóvenes que hablan como si se hubieran tenido que sacudir un burka de encima, no se enfrentaron a nadie que les negara el derecho a estudiar una carrera, votaron con toda naturalidad y cuando ganaron dinero lo ingresaron en una cuenta corriente que no necesitaba permiso de varón. La mayor parte de estas que ahora se tapan con la manta de las víctimas, si tuvieron problemas con algún varón algo pasado de vueltas los debieron de resolver como tantas mujeres que estos días han manifestado su libertad para disentir del disparate: con carácter, determinación y la ayuda de quienes están para eso. Políticas, altas funcionarias, sindicalistas, profesionales que se fajan con mil dificultades no van a temblar ante el primer mamarracho que venga con un ojos negros tienes más alto de lo tolerable. Con todo, nunca admitirán lo que tantas mujeres que han trabajado por sí mismas durante estos años han contado: que en toda su vida no padecieron por ser mujeres trato distinto al de sus compañeros, rechazo sexista ni actitud de desprecio, y si ahora dicen que les han maltratado es por el secreto agrado de poder posar con la actitud de la afrentada, por el aura pseudopoética de la víctima que lucha. Aunque estén, como Don Quijote pero cuerdas y conscientes, agujereando cueros de vino tinto. En algo pueden tener razón y es en el trato de mascotas humanas que a veces recibieron de los que consideraban que el elemento femenino era imprescindible sobre todo para dar un poco de alegría y color a la gris oficina que dirigían los hombres. Esa condescendencia paternalista, sin embargo, es tan cierta como que hay muchas que supieron utilizar sus armas de inteligencia emocional para meterse por aquella gatera y cruzar delante de hombres o mujeres que doblaban la espalda para trabajar en vez de tocar las castañuelas. Estas que gritarán como si todas las mujeres pensasen igual y fuesen de izquierdas, estas que enseñarán el símbolo de Venus en las pancartas, podrían, si fueran sinceras, firmar los manifiestos de otras que insisten en que no nacen víctimas, pero no van a renunciar a la palma victoriosa del martirio que corresponde a aquellas agarradas a empleos precarios y sin seguro, tantas en una ciudad sin industria como Córdoba, que no se darán el lujo de ponerse en huelga. No escucharon a Krahe, que en una canción se lamentaba de no poder sumarse a la frustración de mujeres, artistas, zurdos y cristianos de base y que no quería ofrecer su adhesión por ser paternalista. En este caso, no sé si decir maternalista por no ofender a las que claman a gritos su derecho a no tener hijos.

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