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ABC CORDOBA 02-02-2018 página 17
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ABC CORDOBA 02-02-2018 página 17

  • EdiciónABC, CORDOBA
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ABC VIERNES, 2 DE FEBRERO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 17 PUERTA GIRATORIA VIC NATI GAVIRA VIDAS SALVAJES Me pregunto si hay un protocolo para insuflar aire fresco en los penosos circuitos de información de las administraciones E PERDONEN LAS MOLESTIAS concepto de salario. Un alquiler medio en Córdoba se sitúa en 650 euros. Menos de la mitad de lo que el señor Algar recibe para pagar su alojamiento en Córdoba. Con 1.357 euros al mes, se accede a un rango residencial variable. Un chalé con piscina en las afueras. Una casa adosada en zona noble. Un dúplex con vistas en el centro urbano. Un piso VIP con jardín privado y pista de tenis. Lo cual no está ni bien ni mal sino todo lo contrario. Simplemente está. La frialdad de los números y las cifras tienen lo que tienen. Que se colocan bien ordenaditas encima de la mesa y cada cual saca sus propias conclusiones. La conclusión del señor Algar, a pregunta de los periodistas, es que no va a hacer una valoración subjetiva sobre el asunto. Subjetiva dijo. Es la normativa señaló lacónico sobre la vida en general y el caso en particular que le afecta. Tampoco quiso entrar a considerar (porque no es su obligación) la previsible indignación de miles de ciudadanos que cotejan las cifras y se les cae los palos del sombrajo. El suyo no es el único caso entre los delegados y cargos públicos de la provincia. Sí el más flagrante. La mayoría de ellos renunciaron a la regalía que le concede la normativa. El señor Algar no. Interpelado sobre esta circunstancia, declaró: No voy a entrar en valoraciones subjetivas Subjetivas dijo. De acuerdo, señor delegado. La de la dieta por vivienda es una artimaña muy común entre parlamentarios y representantes de la cosa. En el Congreso de los Diputados, sin ir más lejos, aún se atrincheran 40 señorías cobrando 1.823 euros por alojamiento pese a tener casa propia en Madrid. La España del Buscón que se resiste a morir. Y eso que en el hemiciclo anterior el número de pícaros legisladores ascendía a 62. Que ya es decir. Otro día hablamos de las dietas por desplazamiento que perciben los señores parlamentarios esté la Cámara andaluza abierta o la persiana echada. Que eso es harina de otro costal. Después de todo, las cifras y los números que acabamos de exponerle más arriba se encuentran detallados en el Portal de Transparencia de la Junta de Andalucía. Que de estética no andamos sobrados pero en transparencia, según se ve, tenemos un máster por la Sorbona. Y eso se agradece. ARISTÓTELES MORENO EL PISITO El señor delegado percibe 1.357 euros en concepto de vivienda, aparte salario. Lo cual no está ni bien ni mal sino todo lo contrario L A Junta de Andalucía presta cada mes una ayuda por vivienda al delegado de Medio Ambiente de 1.357 euros. El señor Algar es natural de Lucena y su puesto de trabajo como representante del Gobierno andaluz se encuentra a 75,3 kilómetros, razón por la cual solicitó la compensación por alojamiento correspondiente. Un delegado de la Junta cobra 46.530 euros al año. Casi tres veces más que el salario medio en Andalucía, situado en 18.101 euros. Y casi cinco veces más que el salario mínimo interprofesional, fijado para 2017 en 9.906,40 euros. El señor Algar percibe un sueldo digno. Ni alto ni bajo sino todo lo contrario. Un salario acorde con la honorabilidad del cargo que ostenta en representación de la administración autonómica. Forma parte de un cuerpo político sometido a un acusado desgaste de legitimidad en los últimos años por sus, a menudo, sonrojantes privilegios y su creciente alejamiento de la realidad ciudadana. Debe, por lo tanto, extremar su prudencia para no agravar el deterioro de la imagen pública de la administración y despeñar la democracia por el acantilado de la desafección. El delegado de Medio Ambiente se ha acogido a la cuantía máxima prevista en la normativa como dieta complementaria por vivienda. 1.357 euros. Lo que en términos anuales representa 16.284 euros, que hay que sumar a los 46.530 que ingresa en n Vidas Salvajes Ricardo Darín termina volando el depósito de vehículos del barrio de Buenos Aires donde acabó el suyo. Lo hizo premeditadamente, teniendo en cuenta el perímetro de alcance de la explosión para que nadie resultara herido y tras quedarse sin trabajo por haber agredido a un funcionario con un extintor. En repetidas ocasiones había intentado demostrar ante el servicio de sanciones municipal que su coche no estaba mal aparcado sino que era la señalización incorrecta la que había provocado la retirada por la grúa. El trabajador municipal solo exigía el abono de la multa, era el papel asignado y nada quería saber de tramos despintados en las aceras. Los argumentos de Darín quizás fueron distintos pero tras la ventanilla, aplicaban protocolo sancionador. Y punto. El personaje, un reputado ingeniero empleado en una empresa de voladura de edificios ve como su altercado precipita su divorcio, porque todo ocurre mientras su hija espera que le lleve la tarta con la que celebrar su cumpleaños. Este es un relato extremo, un retrato de impotencia en el que todos nos sentimos interpelados. Es la hipérbole de una inadaptación a las normas que parece anidar en cada uno de nosotros, una realidad aumentada por el paso del estrés y la ansiedad por nuestras vidas. ¿Cómo actuar sin perder la razón y obtenerla con nuestros argumentos? Es la pregunta que todos construimos ante las ventanillas, esas hornacinas ideadas para facilitar la vida del contribuyente honesto, demandante de servicios que da por supuesto la diligencia de los trabajadores del otro lado. Me pregunto si existe un protocolo capaz de insuflar un poco de aire fresco en los penosos circuitos de información de que disponen las administraciones. Es una cuestión de educación, ya no de empatía, aunque todavía hay empleados que te despachan en dos segundos tu necesidad de información o de descargo. Al final, parece que todo se resume en una consideración más simple, la de encontrar cada uno el papel asignado y representarlo. Darín acaba en la cárcel en ese cortometraje que retrata descarnadamente la lucha del ser urbano hasta desafiar límites inimaginables, sencillamente porque no consigue que sus razones sean atendidas, al menos contempladas con un punto de cortesía necesaria. Con su pérdida de control termina la vida de un hombre moderno, formado, con familia respetable. Termina también la obligación incuestionable de someterse ante la seguridad que parece poseer la administración y sus escasas maneras de ser cuestionada, esas que a menudo nos derivan a interminables procesos administrativos que a veces, muy pocas, ofrecen una exigua victoria moral. Al menos en la cárcel Darín es un ídolo, aclamado por sus cuidadosos modos de ir contra un sistema sin latido. Allí recibe la visita de la reconciliación: su mujer y su hija le llevan una tarta para celebrar su cumpleaños. Una grúa de chocolate es el símbolo de la resistencia.

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