Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC CORDOBA 15-01-2018 página 15
ABC CORDOBA 15-01-2018 página 15
Ir a detalle de periódico

ABC CORDOBA 15-01-2018 página 15

  • EdiciónABC, CORDOBA
  • Página15
Más información

Descripción

ABC LUNES, 15 DE ENERO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 15 EL CONTRAPUNTO UNA RAYA EN EL AGUA ISABEL SAN SEBASTIÁN PRIMER AÑO TRIUNFAL CIUDADANO El PSOE ha perdido la E de español, mientras el PP hace del relativismo su credo y de la parálisis su política T ODO el que se dedica a este negocio sabe que los partidos nunca ganan las elecciones por méritos propios. Lo habitual es que quien ocupa el poder cometa errores suficientes para perderlo, en beneficio de la formación rival. Exactamente eso reflejan las encuestas hoy al señalar el avance arrollador de Ciudadanos. El grupo que encabeza Albert Rivera ha vencido al separatismo en Cataluña, crece a ojos vista en toda España, acapara ya la mayoría del voto urbano, así como el de la población que trabaja y paga impuestos, y aparece ante el electorado como un partido bisagra de carácter nacional y vocación indiscutiblemente democrática. Lo está haciendo bien, no cabe duda. Ha traído renovación a un escenario que pedía a gritos un cambio de actores y sobre todo de actuación. Pero este buen hacer se habría revelado inútil si no fuese porque el PSOE perdió la E de español con Zapatero, cuyas huellas sigue fielmente Pedro Sánchez, mientras el PP de Rajoy ha hecho del relativismo su credo y de la parálisis su política: No moverse, echar balones fuera, no cambiar de rumbo ni de remeros por más indicios que apunten al hundimiento de la nave, dejar que los problemas se pudran en el interior de un cajón, aguantar, aferrarse a la gestión económica como ocupación exclu- siva del Gobierno y jalear con entusiasmo al rey de Génova que va desnudo. El declive de la gaviota no es de ahora; empezó a evidenciarse en los comicios europeos de 2014. Desde entonces no ha dejado de agravarse, pese a lo cual la dirección del partido, las tres o cuatro personas que lo controlan (no hay más) permanece impertérrita, aferrada firmemente a la poltrona. Los populares desaparecieron prácticamente del País Vasco, donde habían llegado a ser decisivos, sin un análisis susceptible de explicar esa catástrofe. Perdieron el grueso de su poder territorial, tanto municipal como autonómico, achacando la debacle únicamente a la crisis y la herencia recibida en lugar de profundizar en las causas del fenómeno. Los mismos mimbres que tejieron ese fracaso sirvieron para diseñar la campaña de las generales en las que se dijo adiós a la mayoría absoluta, de lo que tampoco extrajo nadie ni lección ni moraleja. Se había salvado la Moncloa ¿Qué más cabía pedir? A mayor abundamiento, la segunda ronda electoral supuso una ligera mejora con respecto a la primera, dado que el miedo a Podemos y a un eventual frente popular llevó a muchos desencantados a votar con una pinza en la nariz. Y todo siguió como estaba, en la paz de los cementerios, mientras los cimientos del edificio se veían atacados por los gusanos del desánimo, la cobardía que impide alzar la voz por miedo a perder el puesto o la rabia de ver cómo quien asciende no es el más trabajador, ni el más capaz, ni tampoco el mejor preparado, sino el más sumiso, obediente, hipócrita y adulador. Lo cual, todo sea dicho, es aplicable también a una buena parte de esta bendita profesión periodística. Pablo Iglesias ya no asusta a nadie, toda vez que está cayendo tan deprisa como ascendió. Se le ha visto el plumero enseguida. Los socialistas no terminan de reencontrar su sitio ni de cerrar la herida abierta entre sus dos almas, lo que estanca sus expectativas de crecimiento. El sanedrín popular continúa inmerso en el inmovilismo, en espera de un milagro improbable. ¿Quién recoge la cosecha de tanta torpeza y fraude? Ciudadanos, la gran esperanza naranja, que afronta este 2018 como su primer año triunfal. ¡Ojalá no nos defraude! IGNACIO CAMACHO LA RAZÓN PRÁCTICA Frente a la tradición pactista alemana, nuestra política ha perdido la cultura de acuerdo, el uso de la razón práctica Q JM NIETO Fe de ratas UIZÁ por ser la patria del mito de Fausto, y la de un Max Weber que veía en toda vocación de liderazgo público la necesidad de un pragmático acuerdo con el diablo, en la política alemana rige una sólida tradición de pactos. La expresión más exigente de ese compromiso son las grandes coaliciones entre los partidos dinásticos, capaces de sacrificar incluso su propia identidad ideológica para garantizar los intereses de Estado. La última versión de esta fórmula ha costado tres meses de forcejeo y reticencias y ha sido alumbrada con dolores de parto; a regañadientes, porque los socialdemócratas temen salir volteados de la experiencia, y sólo gracias a que el auge de la ultraderecha amenaza la estabilidad nacional como un espantajo. Pero al final ha funcionado la teoría del mal menor, y el documento está firmado a expensas de que los militantes de la izquierda lo ratifiquen si no se dejan llevar por el tirón populista o el radicalismo doctrinario. Cuando se quiere pactar, se pacta; incluso cuando no se quiere si existe suficiente sentido de la responsabilidad democrática. Se trata de determinar prioridades por encima de dogmas y de programas, de entender la política como servicio al país antes que como defensa cerrada de una causa. En Alemania, desde el final de la guerra, sólo Adenauer obtuvo una mayoría absoluta; en todas las demás ocasiones ha habido que gobernar a base de alianzas, que en tres casos han suscrito la formación socialista y la democristiana. No parece, a tenor de la prosperidad alcanzada, que haya sido una solución particularmente nefasta. Aunque cuesta trabajo recordarlo en un país donde la tautología del no es no ha logrado sentar cátedra y donde hubo que repetir elecciones por incapacidad colectiva para armar una simple entente parlamentaria, esa cultura de grandes acuerdos de Estado también existió alguna vez en España. Aquí aún está inédito el Gobierno de coalición pero se han pactado reformas estructurales, medidas económicas y políticas antiterroristas, y el consenso nunca ha creado más problemas de los que ha resuelto con eficacia demostrada. No es casual que la crisis institucional más profunda la estemos viviendo cuando ha desaparecido el espíritu de concordia en favor de una confrontación trincheriza, de un corriente de hostilidad sectaria. Pese a lo cual, en un resabio de nostalgia, permanece en el lenguaje político la apelación retórica al diálogo como una suerte de mantra. Quizá porque todos saben que la opinión pública lo echa en falta. Pero vamos en dirección contraria. Las pensiones, la educación, el modelo territorial o la financiación autonómica son ejemplos de negociaciones estratégicas empantanadas en comisiones y grupos de trabajo que o no trabajan o no avanzan. Hemos perdido el hábito de pactar, el uso de la razón práctica. Y esa tendencia al ensimismamiento intransigente se paga cara.

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.