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ABC CORDOBA 06-01-2018 página 15
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ABC CORDOBA 06-01-2018 página 15

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ABC SÁBADO, 6 DE ENERO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 15 UNA RAYA EN EL AGUA EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA CRIMEN Y CASTIGO El crimen, en alas de una publicidad macabra, se convierte en una imagen obsesivamente atractiva para el pueblo A LLÁ en oscura Edad Media que diría un analfabeto se ocultaban las circunstancias del crimen, por respeto reverencial a los muertos, y se hacía público el castigo, para escarmiento de criminales y enseñanza del pueblo. En nuestra época tan civilizada se oculta el castigo y se publicitan las circunstancias del crimen desde los púlpitos mediáticos. Y así, los crímenes más sórdidos y horrendos, más atroces y ensañados, se convierten en espectáculo grosero, en ruidosa farsa macabra, con sus puntillitas de intriga chabacana, con sus faralaes de especulaciones rocambolescas, con su cenefita de detalles aberrantes o meramente chuscos. Un enjambre de sofistas y cantamañanas psiquiatras a la violeta, juristas diletantes, criminólogos licenciados por Osuna y otras faunas limítrofes destripa las circunstancias del crimen, expone los menudillos más sangrientos, lanza doctrinas absurdas sobre su autoría y evacua declaraciones contra el buen sentido (de buen gusto ni hablamos) hasta crear un batiburrillo de indecencia y curiosidad malsana. Lo acabamos de comprobar, por enésima vez, con el caso de la desgraciada Diana Quer, cuya desaparición se quiso explicar de las maneras más inverosímiles y malévolas. Así su cuerpo y su alma fueron ultrajados y la paz de su familia desbaratada, mientras el decoro nacional era arrastrado por el fango. Pero todo este sensacionalismo no sería ni siquie- ra concebible si el pueblo español no hubiese perdido el sentido religioso, o si no se lo hubiesen hecho perder; y, allá donde se pierde el sentido religioso, los muertos (o premuertos, como Diana lo fue durante año y medio) dejan de infundir ese respeto reverencial que acalla las comidillas. Pues, como nos recordaba Dostoievski, si Dios no existe, todo está permitido; y los muertos (o premuertos) se convierten, inevitablemente, en carne fiambre de la que conviene sacar tajada e higadillo, antes de que se la coman los gusanos. Que es lo que hicieron los periódicos convertidos en pasquines, las televisiones convertidas en mentideros, las redes sociales convertidas en vomitorio donde se difundían y exhibían las carnazas más putrefactas. Pero estas carnazas no sólo ultrajan los cuerpos y las almas de muchachas como Diana Quer, no sólo desbaratan la paz de sus familias y arrastran por el fango el decoro nacional. También crean una atmósfera criminal. Pues, alimentándose con esas inmundicias, quienes tienen alguna inclinación hacia lo aberrante o anormal acaban sintiendo fascinación hacia el crimen. A cambio, quienes más tajada sacan son los politiquillos, que pueden encauzar y manipular la emotividad de las masas ahítas de carnazas, lo mismo para suscitar vilmente debates en caliente (que luego, según convenga, se vuelven a meter en la nevera, como periódicamente hacen con la prisión permanente revisable que para tapar la flagrante incompetencia policial, incluso para presentarla por todo el morro como un rutilante éxito, como acaban de hacer en el caso de Diana Quer. Y es que el crimen, en alas de una publicidad macabra, se convierte en una imagen obsesivamente atractiva para el pueblo, o bien provoca en él un revoltijo de indignación; pasiones ciegas que no hacen sino convertir la sociedad en un manicomio, para provecho del desorden y el engaño en todas sus formas. En cambio, cuando se ocultan las circunstancias del crimen y se publicita el castigo, el pueblo recibe una lección de humanidad y justicia. Pero, puestos a castigar a los criminales, habría que empezar por los sofistas y cantamañanas que ocupan púlpitos mediáticos y tribunas politiquillas; así, sofocada la atmósfera que le brinda aliento, el crimen decaería. IGNACIO CAMACHO INVULNERABLES Los Reyes son un mito inmune al revisionismo porque trata de la inocencia infantil, del retorno al paraíso perdido O van a poder. Ni su ingeniería ideológica, ni su intervencionismo sectario, ni su tendenciosa matraca revisionista van a obtener un ápice de éxito en el empeño estéril de interferir la fantasía. Toda esa tabarra obsesiva, esa mostrenca manipulación de las Cabalgatas, esa aspiración adanista de alterar tradiciones para encajarlas en la uniformidad de su proyecto refundador, se disipará en el tiempo con la levedad de una humareda perdida. Durará, y aun precariamente, lo que se alargue su estadía de poder municipal, que apunta breve una vez se ha disuelto su novedad en el marasmo de la ineficacia administrativa. Pero no deja de resultar paradójico que los maestros de la posverdad, los artistas de la superchería política, hayan emprendido una cruzada laica, una fatwa integrista contra la única fiesta que tiene moralmente despenalizada la mentira. Debe de ser porque ese dulce embuste, ese hechizo mitológico, viene arropado en el celofán simbólico de la monarquía. Da igual: se trata de un relato invencible capaz de superar cualquier reescritura sesgada, cualquier tostón pedagógico doctrinario. Porque además de estar asentado sobre la belleza inmemorial del arte, la leyenda, la cultura, la utopía, la fe y la fascinación de lo sagrado, trata de la esperanza, del idealismo y de la pureza infantil, esa radiante etapa de la conciencia en que la vida aún reciente permanece blindada a las certezas del fracaso. Trata de los sueños fabricados con la materia transparente de los anhelos, y es invulnerable al desencanto porque contiene en su esencia un componente de secreto sobrenatural, intocable, mágico. Contra esa ingenua impostura, contra ese benévolo teatro, no puede ninguna otra simulación que desde un torcido designio político intente suplantar su creatividad victoriosa con abstracciones apócrifas o toscos sucedáneos. Los policías de la corrección, los profetas de la ruptura, no se dan cuenta de que se enfrentan al más potente de los mitos, que es el de la infancia como edén perdido. Ese bucle de sugestión al que los adultos regresamos como una rebelión contra la melancolía de la madurez para escapar por una noche de la tiranía de la verdad, de la aridez del dolor, de la frustración de los sueños destruidos. Ese territorio primordial en que los sentimientos y las emociones transitaban libres con la desnudez virgen de un paraíso. En torno a nuestra propia nostalgia hemos aprovechado la gran ceremonia navideña de la inocencia para reflejarnos en un espejismo y retornar a nuestra propia condición, irremediablemente desvanecida, de niños. Y ningún monterilla con ínfulas, ningún iluminado concejal empeñado en colonizar de sectarismo las creencias y el pensamiento, tiene a su alcance el poder de neutralizar ese maravilloso sortilegio. Porque no hay fuerza humana capaz de penetrar en los pliegues del alma donde habitan, intactos, los misterios. N JM NIETO Fe de ratas

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