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ABC CORDOBA 06-01-2018 página 14
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ABC CORDOBA 06-01-2018 página 14

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14 OPINIÓN LLUVIA ÁCIDA PUEBLA SÁBADO, 6 DE ENERO DE 2018 abc. es opinion ABC DAVID GISTAU MANDELAS El argumento de Junqueras se basó en la convicción de que todas las minucias del Código Penal debían ser postergadas L OS presos originados por la corrupción son más llevaderos porque, al carecer de coartadas mesiánicas, ni se ponen cursis ni dan la tabarra. No remiten poemas desde la cárcel de Reading, no se quejan ni del punto de cocción de la hamburguesa. No se animarían jamás a pretenderse prisioneros de conciencia. Como mucho lamentan la exposición en el cepo, la pena de telediario que parecía concebida para enfriar el resentimiento social y renovar el desahogo de los lanzamientos de hortalizas al paso de la carreta. Siempre pongo de ejemplo a Bárcenas, que salió de su encarcelamiento provisional, del cual no le perdonaron un día, con el mismo peinado, con el mismo peso y con la misma expresión, sin destrozos internos apreciables y sin practicar la autocompasión. Creo que se fue directamente a esquiar. Los presos del golpe indepe, por el contrario, son víctimas de un síndrome que entró en España a través de Otegui: el de Mandela. Lo hemos comprobado ahora con Junqueras, que debió de activar todos los detectores de metales del Supremo, ya que llevaba clavada en el pecho la espada que no habrá de blandir contra el César, o algo así, improbable Espartaco en su Vía Apia. La cárcel potencia en estos presos la sensación de deberse a un destino y a un pueblo, a toda una rapsodia por la cual les vienen las penalidades que los consagra como a Mandela, o como a paladines a los cuales la historia absolverá. Aquí es cuando se ponen pesados. No ya por el intento de victimizarse como represaliados políticos pese a la dificultad de pasar por esto en una democracia europea. Sino por el hecho de atribuirse un papel histórico pendiente de ser desempeñado y ante el cual no hay un magistrado capaz de poner obstáculos legales. Más allá de su intento de refugiarse en el cliché del hombre de paz del cual abusó Otegui cuando hasta Zapatero lo consideraba como tal, el argumento de Junqueras se basó en la convicción de que, al estar reclamado por la política y por la historia, todas las minucias del Código Penal debían ser postergadas. El destino manifiesto como gran eximente. Algo que no está al alcance del preso común. Y que tampoco lo estuvo de los cautivos del 23- F, para quienes el juego terminó al mismo tiempo que su fracaso en San Jerónimo: no se atribuyeron misiones por completar que hasta un juez debía reconocerles. En unas circunstancias más dramáticas, pues aludían a asesinos en serie, fue la época de Zapatero y su negociación con ETA la que fijó la convención nociva de que la ley debía adaptarse a la urgencia política. Como un posibilismo inmoral y envenenado por el cual se llegó a decir que, una vez cambiado el contexto político, es absurdo exigir a un asesino que cumpla condena por sus muertos. O a un golpista por sus actos. Que esta convención no se haya convertido en un tópico español se debe a los magistrados como los del Supremo, inmunes a la literatura y a los papeles históricos, apegados a la consideración jurídica. Mandelas, hay que joderse. HORIZONTE RAMÓN PÉREZ- MAURA EL DOBLE RASERO DE FELIPE GONZÁLEZ No podemos mantener hoy en día la ambigüedad de demandar democracia en unos países sí y en otros no LGUNAS veces convendría pararse un poco a pensar la coherencia de lo que se hace. Felipe González ha estado esta semana en su otra patria, Colombia (él también tiene nacionalidad colombiana) respaldando el llamado proceso de paz del presidente Santos y las FARC. Evidentemente Santos no lo llama a esa función en su calidad de colombiano sino en su condición de expresidente del Gobierno español. Junto a él ha estado en Cartagena de Indias el expresidente uruguayo José Mújica, el que fuera guerrillero tupamaro que desayuna en casa de la alcaldesa Manuela Carmena cuando viene de visita por Madrid. El historial democrático de González es impecable. Y en los últimos años ha volcado sus esfuerzos en la búsqueda de la democracia en Venezuela, donde se ha implicado en la defensa de Leopoldo López y de los opositores perseguidos por el régimen chavista. Pero el mismo González que está defendiendo la democracia en Venezuela ha ido a Colombia a avalar la violación de la democracia que ha perpetrado Juan Manuel Santos al no respetar el resultado del plebiscito del 2 de octubre de 2016 en el que los colombianos rechazaron la rendición del Estado ante la guerrilla narcomarxista. Santos ingnoró el resultado de la consulta A que él mismo había decidido celebrar como forma de darse un baño de multitudes y presentarse como el gran hacedor de la paz de todos los colombianos. El resultado es conocido. Cuando González acude a Cartagena de Indias a respaldar la paz de Santos, haría bien en recordar que en esa misma ciudad heroica participaron el 26 de septiembre de 2016 en un acto de campaña electoral por el sí en el plebiscito gentes como el presidente mexicano Enrique Peña Nieto, el cubano Raúl Castro, el peruano Pedro Pablo Kuczynski, el secretario general de la ONU Ban Kimoon y el Rey Juan Carlos, en un acto memorable de la diplomacia de José Manuel García- Margallo del que la Corona española tardará en recuperarse. Hasta el Papa y el presidente Obama apoyaron el sí en aquel plebiscito. Y frente a todo eso, el pueblo dijo no porque no se dejó engañar. Y ahora ha ido Felipe González a validar la violación de ese resultado cometida por el presidente Santos al que lo único que le ha importado en la vida ha sido recibir un premio Nobel de la Paz aunque no hubiera conseguido paz alguna. No dista mucho lo que ha hecho Felipe González en Colombia de lo que ha perpetrado también esta semana en Cuba la alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, que ha ido a profundizar en la cooperación con la dictadura castrista cuya represión crece. Como si no hubiera quedado bastante claro que el levantamiento de las sanciones que hizo Obama y el restablecimiento de las relaciones bilaterales ha servido exclusivamente para reforzar la dictadura de los Castro. Cuba se ahoga porque el régimen no hace más que producir miseria y los europeos vamos a ir a salvar el régimen comunista para que los cuadros del partido puedan seguir disfrutando de sus sinecuras. Los españoles y los europeos todos no podemos mantener hoy en día la ambigüedad de demandar democracia en unos países sí y en otros no. Y España tiene el deber ético y moral de estar a la cabeza de la reivindicación democrática en América, por donde corre nuestra sangre en las venas de tantos hermanos. Pero hoy no estamos respaldando la democracia ni en Cuba ni en Colombia.

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