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ABC CORDOBA 06-02-2016 página 62
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62 CULTURA SÁBADO, 6 DE FEBRERO DE 2016 abc. es cultura ABC Rubén Darío Pionero de la poesía moderna en español Hoy se cumplen cien años de la muerte del gran poeta nicaragüense, un celebrador de la existencia CARLOS MARZAL C on el paso del tiempo, los escritores que sobreviven en la memoria colectiva del universo lector adquieren cierta condición marmórea: en el panteón de los ilustres, se transforman en efigies solemnes. Es el caso de Rubén Darío (Metapa, Nicaragua, 18 de enero de 1867 León, Nicaragua, 6 de febrero de 1916) de quien hoy se cumple el primer centenario de su muerte. Los frecuentadores de Luces de bohemia además, sufrimos una huella psíquica inevitable, y Rubén se nos aparece caracterizado como en la obra teatral de Valle- Inclán; una suerte de tótem precolombino, hermético y borrachín, que en sus raptos de lucidez emite agudas sentencias acerca de la vida y la muerte, y que por lo general contesta a las preguntas de sus interlocutores con una exclamación de elogiosa perplejidad: ¡admirable! La biografía de Rubén corresponde punto por punto a los requisitos del perfecto modernista. Se llamaba en realidad Félix Rubén García Sarmiento. El Darío proviene de un mote de familia: un tatarabuelo llevó ese nombre, y desde entonces todos los descendientes fueron los Daríos. De haberse tratado de un torero español, el asunto se habría zanjado del modo siguiente: Rubén de Darío. Pero el niño, desde muy pequeño, apuntaba maneras de poeta: aprendió a leer a los 3 años y publicó su primer soneto, Una lágrima a los 13, en el diario El Termómetro de la ciudad de Rivas. Lo criaron sus tíos abuelos, Bernarda Sarmiento y Félix Ramírez, porque sus padres, Rosa Sarmiento y Manuel García, se separaron pronto y desaparecieron de su vida. Por lo visto, don Manuel era muy aficionado a mezclar el alcohol con las visitas a las casas de caridades amorosas. El príncipe de las Letras castellanas Félix Rubén García Sarmiento (ese es su verdadero nombre) nació en Metapa (Nicaragua) en 1867 y murió en León (Nicaragua) en 1916. Su ciudad natal se llama hoy Ciudad Darío. Darío procede de un mote de familia: un tatarabuelo llevó ese nombre y, desde entonces, todos los descendientes fueron los Daríos. En 1983 fue nombrado cónsul honorífico en Buenos Aires. Sus tres libros imprescindibles son: Azul (1888) Prosas profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905) Estrecheces domésticas Como mandan los cánones del artista finisecular, Rubén se pasó la vida entera tratando de sortear las estrecheces domésticas, mediante colaboraciones periodísticas y el desempeño de labores diplomáticas de cartón piedra, procuradas por sus amigos y protectores. El presidente colombiano Miguel Antonio Caro, por ejemplo, lo nombró, en el año 1893, cónsul honorífico en Buenos Aires. Fue uno de sus mejores empleos, según el propio Rubén, porque en aquellos tiempos apenas residían colombia- nos en la Argentina, y las transacciones con el país eran inexistentes. De manera que pudo dedicarse en cuerpo y alma a sus principales pasiones: la literatura, la bebida y las mujeres. Rubén fue a lo largo de su existencia un viajero contumaz por toda Centroamérica, Europa y los Estados Unidos. Más tarde o más temprano, regresaba a su patria, donde desde muy pronto se le solía recibir con honores y agasajos triunfales de gloria nacional, porque por aquel entonces aún se creía, con razón, en algunos rincones de la Tierra, que los poetas significaban un bien público, un patrimonio con el que educar en la belleza del idioma propio a las generaciones venideras. En diciembre de 1881 llegó a Managua por primera vez el joven Rubén Darío, para que el Estado dilucidara si debía o no marchar a París, a costa del erario público, con la idea de convertirse en poeta oficial. La idea no prosperó y Rubén se entregó a la bohemia. En uno de sus devaneos conoció a Rosario Murillo, con quien mantuvo desde entonces amoríos intermitentes. Se casó por vez primera en San Salvador, en 1890, con Rafaela Contreras, hija de un reputado orador local. El general Ezeta tuvo la cortesía de aplazar el golpe de Estado FOTOS: ABC Arriba, retrato de Rubén Darío con uniforme. A la izquierda, el poeta, agonizante, en su cama en febrero de 1916 que derrocó al día siguiente al presidente salvadoreño Francisco Menéndez, para así poder asistir como invitado al banquete nupcial. Como puede inferirse de los hechos, por aquel entonces el golpismo hispanoamericano no estaba reñido con la buenas maneras en sociedad. Rafaela Contreras murió en 1893, y Rubén regresó a Managua, para reemprender sus amores sincopados con Rosario Murillo. Pero la familia de Rosario, que no veía con buenos ojos aquellos alborotos sentimentales, obligó a la pareja a contraer matrimonio y a ingresar en el universo del decoro. Ahora bien, durante una de sus residencias en España, Rubén conoció a Francisca Agui-

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