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ABC CORDOBA 03-12-2015 página 14
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14 OPINIÓN VIDAS EJEMPLARES PUEBLA JUEVES, 3 DE DICIEMBRE DE 2015 abc. es opinion ABC LUIS VENTOSO SE GANA HABLANDO Lo de Rivera ya lo sabían Aristóteles, Demóstenes, Cicerón... pero no Rajoy L margen de la suerte, que existe y desnivela, hay tres herramientas cruciales para el éxito: el trabajo, la capacidad de convencer a los demás y las ideas. Lo que cambia el mundo son las ideas, que constituyen el don más escaso y valioso, lo medular. Pero también hay quien triunfa en la vida sin el tesoro de una mente creadora, pues si eres persuasivo y currante puedes lograr dar el pego, aunque en realidad no estés aportando nada nuevo. Para convencer a los demás se utiliza la oratoria, el arte de persuadir por medio de la palabra. Aunque tendemos a pensar que el mundo se ha inventado esta mañana en Twitter, de la retórica ya se ocupaban en el siglo IV a. C. un par de tipos de barba no hípster y bastante despejados, Aristóteles y Demóstenes. El filósofo le dedicó incluso uno de su magnos tratados, donde distinguía y estudiaba el ethos (la imagen de respetabilidad y confianza que el orador debe ofrecer) el logos (la propia argumentación) y el pathos (la manipulación emocional del público) Cicerón tomó nota y un par de centurias después asombró a la República romana con su verbo. El hilo ha continuado hasta hoy. Lo sabe bien cierto vendedor llamado Barack, que anotó en uno de sus libros esta delatora frase: Con las palabras correctas todo se puede cambiar La manera de hablar de Obama se estudia hasta en las escuelas de negocios. Todo está medido y ensayado. El juego de manos, que envuelve al público y hace dinámica la exposición. Unos ojos que parecen posarse en cada oyente, mirando a un lado, luego a otro y después al centro. Silencios calculados tras cada frase que se pretende memorable. Aliteración de tres propuestas en una sentencia, nunca más, pues tres es el número mágico para impactar. Inflexiones de voz, que baja para impostar trascendencia o sube para transmitir energía. Estudio dedicado de los sermones eclesiales y de oradores de leyenda, como Lincoln, Luther King o JFK. En el teatro Bretón de Salamanca se disputó en mayo de 2001 la segunda final de la Liga Nacional de Debate Universitario. Alcanzaron la finalísima un equipo de Derecho de la Ramón Llull de Barcelona y otro de la Universidad de Córdoba. El tema fue: ¿Es la prostitución una profesión equiparable al resto? El equipo catalán se había preparado durante meses. Horas y horas ensayando con un profesor peruano experto en oratoria. Vestidos con trajes claros y corbatas naranjas, arrollaron. Su último orador, el que se metió al público en el bolsillo, fue un tal Albert, de 21 años. Los convenció por completo de que la prostitución era una profesión homologable (y si hubiese sido menester los habría persuadido exactamente de lo contrario) Rivera, que según él mismo ha contado ha sido votante de PP, PSC y CiU, vive para convencer (aunque venda alguna moto, como que implantará sueldos del Estado para ayudar a llegar a fin de mes, trola cósmica tal y como están las arcas públicas y las cuentas de la Seguridad Social) Mariano en cambio se fumó la clase de retórica. Tal vez estaba en la cafetería de la facultad. Jugando al dominó. Un pico de oro desnivela. Ya lo sabía Cicerón en el foro romano. Y faltaban veinte siglos para la llegada de la tele. A CAMBIO DE GUARDIA GABRIEL ALBIAC STALIN PUTIN Si EI no es destruido de inmediato, la red de comandos ya desplegada sobre Europa hará de lo de París una rutina carnicera S TALIN fue un dictador odioso. Y su régimen, uno de los más criminales de la historia: veinte millones de asesinatos, tirando por lo bajo. Entre la firma del pacto Mólotov- Ribbentrop (23 de agosto de 1939) y el inicio de la operación Barbarroja (22 de junio de 1941) Stalin fue, además, el aliado estratégico de Hitler. Nada de eso impidió aceptarlo luego como aliado. Derrotar al nazismo era prioritario. Aunque hubiera que pagar el durísimo precio que vendría después y al cual llamamos benévolamente guerra fría. Putin no es ni mejor ni peor que Stalin. Es versión de la misma autocracia intemporal que, en Rusia, equivale a Estado. Svetlana Aleksiévich retrata bien esa maldición política rusa en su clarificador libro sobre El fin del Homo Sovieticus: Una fuerte nostalgia de la Unión Soviética se ha ido extendiendo por toda la sociedad. El culto a Stalin ha vuelto... El partido en el poder es una copia del Partido Comunista de antaño. Hoy el presidente goza de un poder semejante al de los secretarios generales del partido en tiempos soviéticos, un poder absoluto Putin no es ni mejor ni peor que Stalin. Las circunstancias, por el momento, son, eso sí, menos peligrosas. Aunque las circunstancias estén siempre sujetas a cambio. Nuestro dilema hoy es casi el mismo que entonces. En el Cercano Oriente, una dictadura asesina se enfrenta a muerte con un naciente poder aún más asesino. Una autocracia espeluznante, la de Bashar Al Assad, combate a muerte con una teocracia espeluznante, la de Estado Islámico. No hay buenos y malos en ese choque. Ambos son pésimos. Pero no hay tercero. Uno de los dos triunfará. Destruyendo al otro. Hijo de la guerra fría, el segundo de la dinastía Assad ha exterminado a todo aquel que le resultará incómodo sobre su territorio; y, escrupulosamente, se ha abstenido de hostigar ni con un meñique a Europa o a los Estados Unidos. Hijo de la derrota de Al- Qaida, Abú Bakr Al- Bagdadí, proclamado Califa de EI, está exterminando, sobre su territorio, a todo aquel que pueda ser incómodo al Alá de los salafistas suníes; y ha proclamado una guerra santa contra los no creyentes, cuyo primer objetivo es acabar con la Europa que no acepte someterse a la norma coránica. Un elemental instinto autoprotector parece aconsejar que la aniquilación de EI prime, de modo absoluto, sobre toda la repugnancia y es mucha que un homicida como Assad pueda producirnos. Si EI no es destruido de inmediato, la red de comandos ya desplegada sobre Europa hará de lo de París una rutina carnicera en los años que vienen. Las cuentas con Assad habrá que ajustarlas luego. Putin es un versión muy moderna de Stalin. Que sabe muy bien hasta qué punto el abandono del Cercano Oriente por Obama es la mejor ocasión que ha tenido Rusia en mucho tiempo para recuperar la iniciativa estratégica en el Mediterráneo. No tiene ni siquiera que hacer el esfuerzo de inventarse enemigos apocalípticos. Todo lo que Putin hace público ahora, lo sabían bien los servicios de inteligencia occidentales. Pero era mejor no decirlo: eso pensaban. Todo: que EI es esencialmente su financiación petrolífera; que el crudo de EI se comercializa por dos canales: Turquía y los Emiratos. Y que ese flujo inmenso de dinero es lo que sostiene la mayor amenaza militar a la cual haya sido sometida Europa desde 1945. Aliarse con Stalin fue odioso. E inevitable. Tanto como lo es aliarse con Putin y con la dictadura siria. Contra un Estado Islámico que amenaza a Europa. No hay salida limpia.

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