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ABC CORDOBA 26-11-2015 página 17
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ABC CORDOBA 26-11-2015 página 17

  • EdiciónABC, CORDOBA
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ABC JUEVES, 26 DE NOVIEMBRE DE 2015 abc. es opinion OPINIÓN 17 VIC CRÓNICAS DE PEGOLAND RAFAEL RUIZ COMIDA DE HOSPITAL Cuando el aceite de oliva salta por la ventana, la tortilla prefabricada acaba siendo la reina de la fiesta E VERSO SUELTO LUIS MIRANDA GREEN FRIDAY El Banco de Alimentos, Cáritas y la Cruz Roja son una flor que ha crecido entre los cardos hirientes de esta crisis ivimos tiempos tan canallas en que hasta el sufrimiento y los apuros económicos sirven para que los políticos quieran ganar puntos en las encuestas. Si hace quince años en las campañas electorales se hablaba de que había candidatos que iban a ponerle internet gratis a los españoles, en este 2015 de tantas visitas a las urnas hace demasiado tiempo que los políticos, o por lo menos algunos de ellos, utilizan la pobreza y las neveras vacías para dibujar un panorama de cifras terroríficas e hiperbólicas, con porcentajes escandalosos de niños desnutridos que les abran la puerta del escaño y la moqueta con los votos rabiosos de la desesperación. Casi siempre es una preocupación impostada, la del que para desgastar al de enfrente y ocupar su puesto necesita que haya gente que no tiene trabajo ni dinero con que pagar lo que necesita. Mañana probablemente la mitad de la ciudad se entregará a un consumismo sin freno ni reflexión de ninguna clase, el acto propio del que no hace las cosas porque necesite comprar algo, sino porque lo hace todo el mundo, y habrá que conceder que la economía no podría moverse sin tanta compra compulsiva e innecesaria. Para algunos la solidaridad terminará en comprarse un telefonito nuevo y tirar el anterior, que ya tenía seis meses y no V tenía la suficiente velocidad para contestar los mensajes. Con él se tuitearán fotos de la cola del paro y anuncios de trabajo humillantes y se pondrá el grito en el cielo (con perdón) por los índices de pobreza infantil, que se ve que hay padres malajes que viven como pachás mientras las criaturas no tienen nada para llenar el bocadillo. Con los áipad que se compren con el gesto de apariencia indolora de la tarjeta de crédito se escribirán sesudas reflexiones pidiendo que las Administraciones ayuden y que paguen impuestos los ricos. Frente a esa furia bien llamada del viernes negro, mañana hay también un día luminoso y de buena gente que habla mucho menos de lo que actúa. Sería un Green Friday un viernes verde de esperanza en el ser humano que es capaz de arremangarse para ayudar a quienes lo pasan mal aunque no los conozca de nada. Cuando abran los supermercados de Córdoba, desde las superficies infinitas hasta los pequeños de barrio, allí esperarán radiantes legiones de personas a las que nadie habrá tenido que obligar a que acudan a dedicar su tiempo. Con la suavidad que da la libre voluntad, informarán a la gente de que puede dejar en las cajas una botella de aceite con que aliviar una cocina demasiado vacía, unos litros de leche para que los niños merienden y desayunen durante unos cuantos días, fideos y macarrones que llenen el estómago y arroz con que hacer una olla que por unos días tendrá felicidad. El Banco de Alimentos, y Cáritas en su diligencia para llevar calidez y socorro casi sin que nadie los llame, y la Cruz Roja siempre atenta antes de que haga frío y antes de que el hambre apriete, y tantas otras, son las flores que han nacido entre los cardos hirientes de esta crisis, la certeza de que el verbo ayudar nunca se puede conjugar en imperativo, el reproche que no harán de que las cuentas corrientes vacías y las entrevistas de trabajo infructuosas nunca pueden ser el argumento para ganar unas elecciones. Los caritativos con el dinero ajeno ya pueden ir tomando nota de lo que es un rescate ciudadano sin acritud y con dos sonrisas: la del que recibe y la del que da. NTRE las muchas y muy variadas fobias que me adornan, la comida de hospital- -como el café de los hoteles- -es una de ellas. Es entrar en el recinto del Reina Sofía y oler eso que parece sopa y que se me ponga mal cuerpo, esa extraña sensación que deja el jarabe de la tos en el paladar. Todas las experiencias hospitalarias, propias y ajenas, que he tenido la disyuntiva de vivir se han producido entre pescados hervidos y esos elementos escasamente descriptibles que llegan bajo las bandejas de plástico de los centros sanitarios. Con toda probabilidad, para cebarse en el enfermo que va con una rozadura en el pie y le ponen la dieta baja en sal. Convengamos que a un infartado no conviene cebarlo a jamón ibérico pero que un poco de humanidad básica en materia alimentaria tampoco estaría mal del todo cuando se tiene la bata puesta y tampoco es de vida o muerte la dolencia. El sindicato Comisiones Obreras ha denunciado recientemente que los responsables del hospital Reina Sofía, bendito sea para tantas cosas, han decidido eliminar el aceite de oliva en determinados platos. Según esa denuncia, los responsables del SAS prefieren el aceite de girasol alto oleico que, como todo el mundo sabe, es por su gran calidad y no por lo que cuesta. En concreto, se ha optado por modificar las recetas que pasan por las freidoras industriales de forma que el artículo estrella del campo cordobés quede orillado como una salsa de tomate frito barata cualquiera. Muchos deben haber cambiado las cosas cuando descubre uno que en las cocinas de hospital también meten fritos en la dieta. Quiero la croqueta que me corresponde de mi última estancia sanitaria. Los productores de aceite de oliva han puesto el grito en el cielo por razones obvias. Que se retire su producto de un centro sanitario va contra todos los esfuerzos de marketing que lleva realizando la industria desde ni se sabe. Un montón de personas inteligentísimas han realizado estudios que aseguran que el zumo de aceituna es una grasa buenísima, dentro de que las grasas tampoco es que sean la pera. Los empresarios de la cosa han intentado convencer al mundo, hasta ahora con éxito, de que lo que venden, además de bueno para el paladar, lo es para las arterias. Y el dato del aceite de girasol les revienta hasta más no poder. Y se entiende. Dentro de lo malo, lo verdaderamente trágico de la noticia ha saltado por la segunda parte de la denuncia de Comisiones Obreras. Resulta que las tortillas ya no se hacen a mano sino que vienen prefabricadas. Como esas que nos compramos en el Piedra a última hora, cuando no hay nadie en casa y no queremos manchar platos. Higiénicas todo lo que se quiera, pero insípidas, con escasa gracia. La última fase de la cadena alimentaria, allí donde se pierden todos los sabores y los olores. Ese lugar donde sabes que el SAS se retrata hasta en las tortillas, hasta en el aceite de oliva. En eso, sí, en eso.

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