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ABC CORDOBA 20-11-2015 página 53
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ABC CORDOBA 20-11-2015 página 53

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ABC VIERNES, 20 DE NOVIEMBRE DE 2015 abc. es economia ECONOMÍA 53 En Barcelona y Madrid El Portal del Ángel y Preciados, las calles más caras de España L. M. O. MADRID IGNACIO MARCOGARDOQUI El Portal del Ángel se mantiene como la calle comercial más cara de España, según el informe sobre las principales vías comerciales del mundo elaborado por la consultora inmobiliaria Cushman Wakefield. Los establecimientos de esta calle situada en pleno Barrio Gótico de Barcelona están valorados en 3.240 euros por metro cuadrado, importe superior al de la segunda clasificada, la calle Preciados (Madrid) que se sitúa en 3.000 euros. El atractivo turístico de la Ciudad Condal y la presencia de las principales empresas de moda internacionales permiten a El Portal del Ángel conservar el liderazgo del ranking, aunque pierde un puesto en la clasificación mundial (hasta descender a décimo cuarta posición) que le arrebata Orchard Road en Singapur. El precio medio de los locales en la calle de Barcelona, sin embargo, se encuentra muy alejado del que registran las principales vías internacionales. La Quinta Avenida de Nueva York repite como la más cara del mundo (33.812 euros por metro cuadra- Las principales vías comerciales 1. El Portal del Ángel (Barcelona) 3.240 euros m 2 2. Preciados (Madrid) 3.000 euros m 2 3. El paseo de Gracia (Barcelona) 2.760 euros m 2 4. Serrano (Madrid) 2.700 euros m 2 5. José Ortega y Gasset (Madrid) 2.640 euros m 2 DE AJUSTES Y RECORTES S do) seguida por Causeway Bay de Hong Kong (23.178 euros) y los Campos Elíseos de París (13.255 euros) En España, Barcelona y Madrid se reparten los primeros puestos (el Paseo de Gracia de Barcelona, con 2.760 euros, Serrano de Madrid con 2.700 euros y José Ortega y Gasset y Gran Vía de Madrid, con 2.640 euros) Fuera de ambas ciudades, las mejor posicionadas son Málaga (Marqués de Larios) Bilbao (Gran Vía) y Valencia (Colón) iempre se ha dicho que, en la política, es más importante la percepción de la realidad que la realidad misma. Es decir, lo relevante es cómo ven y juzgan los ciudadanos el devenir de los acontecimientos y no cómo son éstos. Si es así, pocas veces se habrá dado una discrepancia mayor entre ambos que a la hora de juzgar la gestión de la crisis de nunca acabar. Si se pasean por las calles de este país, si escuchan a sus habitantes, si atienden los discursos de los políticos, si discuten con los sindicatos o si, en el colmo de la temeridad, siguen los programas de debate en los medios de comunicación, comprobarán que España está plagada de indignados. De indignados con todo lo que se ha hecho, de hartos de los recortes y de rebeldes contra los ajustes. No solo hablo de los partidos de la oposición y de los grupos sociales situados más lejos de las tareas de creación de riqueza y más cerca de la exigencia de derechos. El partido que sostiene al gobierno emplea más tiempo en buscar excusas y gasta más energía en justificaciones que en contar la cruda verdad de unos Presupuestos públicos anoréxicos en ingresos y bulímicos en gastos. Y, ¿cuál es ésta? Si le interesa saberlo repase el periódico del miércoles. Allí verá que España ha sobrepasado el billón de deuda acumulada, tras incurrir en un déficit de 100.000 millones de media en cada uno de los siete años que llevamos sumergidos en la crisis. ¿Cómo conciliar este descomunal destrozo de las cuentas públicas con unos ajustes despiadados y unos recortes insensibles? ¿Dónde ha ido a parar esa montaña de dinero? Ni una joint- venture entre Bárcenas, los gestores de los ERE andaluces y el clan Pujol sería capaz de distraer tantísimo dinero. Así que, una de tres. O los ajustes se han hecho mal o hay una discrepancia relevante entre lo realizado y lo percibido o quien de verdad nos ha ajustado ha sido la crisis en el empleo y no los gastos en el presupuesto. El asunto no es baladí. Primero porque afecta al estado de ánimo de los ciudadanos y segundo porque iniciamos la carrera electoral con todos los candidatos neurotizados con la percepción ciudadana de los recortes e insensibles a la realidad de los gastos. Ninguno propondrá la necesidad de eliminar el déficit para poder reducir la deuda y no serán pocos los que ofrecerán aumentarlo para disipar la indignación. En esas estamos.

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